Respuesta: Berlanga.
Mi primer encuentro con Berlanga... no podía ser mejor.
No se puede empezar mejor una película con algo tan patrio como un café con leche "migao". Algo tan nuestro como lo son el botijo, la boina calá y amarrar una maleta con una cuerda. Berlanga se calza una obra maestra del cine patrio, un alegato contra la pena de muerte pero también contra otras cosas como la "emigración" a una situación económica mejor como fue (y es) la compra de un piso (momento perfecto donde el trío interactua sin estar ni los cimientos "pasa por la puerta, hombre"), la cantidad de papeleo burocrático para conseguir cualquier documento, el turismo que empezaba a vislumbrarse como algo bueno para nuestra sociedad o las costumbres, dimes y diretes de la gente.
Berlanga plasma con toda soltura, realidad convincente y humor sin ataduras ni remilgos algo que es nuestro por derecho propio, plasmando la realidad de aquellos tiempos y haciéndonos partícipes con sonrisa nostálgica en cierto modo y riéndonos (sanamente) al descubrir como eran ciertas cosas y como han cambiado otras. Repleta de frases y diálogos maravillosos, dignos del mejor pensante / guionista que dan pie a situaciones tan mordaces y a la vez tan irónicas (ese Amadeo sacando los utensilios en la mesa, o como relata, con orgullo, que su trabajo es muy digno en comparación con la forma de matar de los americanos - el momento en el que intenta que Manfredi meta los dedos en la lámpara es de una sinceridad pasmosa o ese grandísimo momento en el interior de la cueva donde la Guardia Civil hace acto de presencia, de repente, megáfono en mano, buscando a Jose Luís).
La película se basa en los tres personajes principales (un impagable, grande como él solo y titán de la interpretación real y creíble como Pepe Isbert, una sencilla y descomunal Emma Penella y un retraído pero convincente Nino Manfredi) pero la película está repleta de nombres estelares que sirven para completar cada una de las vivencias vividas y sufridas por los personajes dando otros tantos momentos dignos del aplauso (ese Landa apagando las velas de la Iglesia dejándolo todo casi a oscuras, ese Agustín González peleándose por una situación tan común y vista mil veces, ese López Vázquez evitando firmar para no comprometerse, etc.).
Lo que más me ha calado de esta peli es la cotidianeidad de la situaciones, haciéndolo todo tan sencillo aún siendo, a veces, de lo más complicado (sobre todo la decisión de Manfredi al aceptar ser el próximo verdugo para conseguir el piso). Como todo está narrado como si la vida de esos personajes nos fuese conocida o cercana. Pero lo mejor de todo, lo más impresionante es como la película, con todo el humor que destila y desprende, pasa, en la parte final a una situación tensa donde sin verse nada se "palpa" en el ambiente. Y aún y así, Berlanga le plasma ese humor irónico, ácido y fuera de minucias como es ver que el ejecutado anda tranquilo mientras Manfredi necesita ayuda para poder llegar a su destino, casi arrastras para dejar en unos segundos el patio vacío ante una situación dramática. Chapó, Sr. Berlanga, chapó.
Una fotografía natural, una cámara casi plano secuencia donde lo que importa es lo que sucede, para que no perdamos ni un ápice del detalle, con lugares comunes como son los interiores de las casas y donde el hogar, como siempre, es el lugar donde suceden las mejores historias. Un título increíblemente bueno e increíblemente necesario. Grande, sí señor.