Harkness_666
Son cuatro
Me atrevo a abrir hilo de esta directora gala, muy bien considerada entre la crítica y que ha estrenado recientemente esa ida de olla espacial que es High life (prepara ahora nueva peli, otra vez con el Pattinson). Continuadora, junto con gente como Assayas, del cine francés más vanguardista de los 60, de lo poco que he visto suyo (Una mujer en África, con la Huppert, por ejemplo) deduzco que tiene un estilo muy propio y particular, no apto para todos los paladares, con predilección por una dramaturgia alejada de lo tradicional, por las narraciones fragmentadas, crípticas incluso, sin una explicación rotunda, también se la define como una cineasta “del cuerpo”, interesada por la realidad más física y elemental del ser humano... otro tema habitual de su obra parece ser el del colonialismo francés en África, que forma parte por cierto de su propia biografía. Y no ha dudado en abordar distintos géneros desde su peculiar punto de vista, como el terror (Trouble every day) y el thriller (Los canallas).
(No me resisto a poner esta fotaca que he encontrado de la señora, con pinta de ser más chula que un ocho).
El caso es que me he visto Buen trabajo, adaptación libre de la novela Billy Budd, de Herman Melville. Un pelotón de legionarios franceses en Yibuti realiza maniobras bajo la dirección de un taciturno instructor (Denis Lavant), pero la llegada de un joven recluta que cae bien a todos salvo al superior alterará el rígido orden establecido. Semejante a un conjunto de apuntes que nunca llegó a tomar forma de guión propiamente dicho, extraño poema visual en torno a unos soldados sin guerra en que combatir, cuyos conflictos son internos y sólo entendibles gracias a una voz en off, la del prota, que parece más un intento de entenderse a sí mismo que de explicar una trama en la que los diálogos brillan por su ausencia. Las relaciones, roces y tensiones entre estos tipos sólo las podemos intuir a través de una interminable sucesión de ejercicios y de rutinas físicas que cada vez se asemejan más a coreografías de danza contemporánea, realizadas por unos cuerpos masculinos a veces exhaustos, sucios y malheridos, pero siempre disciplinados. Un hombre que no conoce otra cosa salvo la peculiar familia que es la legión se enfrenta a un elemento extraño que desata en él unas pulsiones irracionales, desestabilizadoras (la lectura gayer que puede hacerse es la quizá la más obvia... aunque también puede ser simple envidia y amor-odio).
La cámara de Denis recoge paisajes y entornos bellamente desolados de la naturaleza africana, así como gestos, pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos. Se acompaña de una música malrollera y disonante (la correspondiente a la versión operística de la historia, de la mano del compositor Benjamin Britten), generando como una suspensión en la nada, un vacío donde los efectos anteceden a las causas (un accidente aéreo recreado con apenas nada, casi de pasada) y la violencia permanece latente. Exige bastante del espectador un montaje que alterna confusamente tiempos y claves del relato. Sin emitir un juicio claro sobre el cuerpo militar gabacho (reducto de inadaptados, eso por descontado) ni sobre el contexto geográfico-político, ésto no es una sátira (aunque las vidas de estos hombres tienen su punto de absurdo) ni una exaltación… pero puede ser elocuente la mirada, igual de inescrutable, de los locales (quizá soportando estoicamente esa presencia extranjera que invade sus tierras), de unas mujeres danzantes y seductoras, pero indiferentes a los maromos. Antológica secuencia final, por cierto, con Mr. Mierda dándolo todo en la disco (maestro, torero)… represión, liberación, o bien un “bailaré sobre tu tumba” en su más pura expresión, a saberse.
(No me resisto a poner esta fotaca que he encontrado de la señora, con pinta de ser más chula que un ocho).
El caso es que me he visto Buen trabajo, adaptación libre de la novela Billy Budd, de Herman Melville. Un pelotón de legionarios franceses en Yibuti realiza maniobras bajo la dirección de un taciturno instructor (Denis Lavant), pero la llegada de un joven recluta que cae bien a todos salvo al superior alterará el rígido orden establecido. Semejante a un conjunto de apuntes que nunca llegó a tomar forma de guión propiamente dicho, extraño poema visual en torno a unos soldados sin guerra en que combatir, cuyos conflictos son internos y sólo entendibles gracias a una voz en off, la del prota, que parece más un intento de entenderse a sí mismo que de explicar una trama en la que los diálogos brillan por su ausencia. Las relaciones, roces y tensiones entre estos tipos sólo las podemos intuir a través de una interminable sucesión de ejercicios y de rutinas físicas que cada vez se asemejan más a coreografías de danza contemporánea, realizadas por unos cuerpos masculinos a veces exhaustos, sucios y malheridos, pero siempre disciplinados. Un hombre que no conoce otra cosa salvo la peculiar familia que es la legión se enfrenta a un elemento extraño que desata en él unas pulsiones irracionales, desestabilizadoras (la lectura gayer que puede hacerse es la quizá la más obvia... aunque también puede ser simple envidia y amor-odio).
La cámara de Denis recoge paisajes y entornos bellamente desolados de la naturaleza africana, así como gestos, pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos. Se acompaña de una música malrollera y disonante (la correspondiente a la versión operística de la historia, de la mano del compositor Benjamin Britten), generando como una suspensión en la nada, un vacío donde los efectos anteceden a las causas (un accidente aéreo recreado con apenas nada, casi de pasada) y la violencia permanece latente. Exige bastante del espectador un montaje que alterna confusamente tiempos y claves del relato. Sin emitir un juicio claro sobre el cuerpo militar gabacho (reducto de inadaptados, eso por descontado) ni sobre el contexto geográfico-político, ésto no es una sátira (aunque las vidas de estos hombres tienen su punto de absurdo) ni una exaltación… pero puede ser elocuente la mirada, igual de inescrutable, de los locales (quizá soportando estoicamente esa presencia extranjera que invade sus tierras), de unas mujeres danzantes y seductoras, pero indiferentes a los maromos. Antológica secuencia final, por cierto, con Mr. Mierda dándolo todo en la disco (maestro, torero)… represión, liberación, o bien un “bailaré sobre tu tumba” en su más pura expresión, a saberse.