Capítulo nueve
El futuro de la atención médica
Martine y los sueños imposibles
Era la clase de noticia que nadie quiere recibir.
En 1992, la hija de Martine Rothblatt descubrió que le quedaban menos de cinco años de vida. 1 Los médicos hablaban de hipertensión pulmonar, una enfermedad respiratoria muy rara que, en tiempos recientes, sólo ha afectado a dos mil estadounidenses. No obstante, resulta muy sencillo malinterpretar la modestia de esta cifra: la enfermedad no tiene piedad de nadie, y se lleva por delante a la mayoría de los pacientes que la sufren. El reducido número de personas que viven con hipertensión pulmonar es una prueba de su virulencia, no de su incidencia. De cualquier modo, su hija se estaba muriendo, así que Martine decidió plantarse ante el asesino.
Los médicos le dijeron que su quimera era imposible. Y hubo muchos médicos. Pero Martine también tenía mucho tiempo entre tantas visitas a tantos médicos; un tiempo que pasaba, en la mayoría de los casos, en una biblioteca especializada en medicina. Martine tenía su propio sistema: encontrar un artículo sobre hipertensión pulmonar en una revista médica, buscar la terminología desconocida en un manual universitario, consultar las ideas más importantes en un libro de texto escolar, mucho más genérico, y volver a repetir todo el proceso.
Y repetirlo una vez más.
Martine no recuerda el momento en que se propuso hacer realidad un sueño imposible: tratar una dolencia incurable en menos tiempo del que necesitaba la enfermedad para acabar con la vida de su hija. Pero aquello ya era algo habitual para Martine. Para cuando empezó a interesarse por la hipertensión pulmonar, Martine Rothblatt ya había hecho realidad un par de sueños imposibles.
Hoy en día, Martine Rothblatt es una de las consejeras delegadas mejor pagadas de Estados Unidos. ¿Cómo consiguió llegar hasta ahí? Esa historia es aún más interesante.
Martine nació como Martin, un chico judío de un barrio latino de Chicago. De mayor no quería ser nada espectacular, al menos por aquel entonces. Primero dejó la universidad y después se dedicó a dar vueltas por el mundo con una mochila a la espalda. Pero un encuentro fortuito con un sistema de seguimiento de la NASA en las islas Seychelles le dio una idea bastante descabellada: unir al mundo entero a través de las comunicaciones por satélite.
Martin, como Martine, era una persona ambiciosa. Su visión en las Seychelles le llevó a matricularse en la UCLA para sacarse una doble licenciatura en derecho y gestión de empresas. Buscó a personas que dominaran el campo del derecho espacial, lo que marcó el punto de partida de varias empresas dedicadas a las comunicaciones por satélite. Entre ellas, hay que destacar la primera emisora radiofónica global por satélite y Sirius XM, que todavía es el líder absoluto de la radio vía satélite, y que Rothblatt fundó con otros socios en 1990.
Durante todo este proceso, Martin se casó, tuvo una hija llamada Jenesis, se divorció, se volvió a casar, tuvo dos hijos más y, entonces, decidió que estaba atrapado en un cuerpo que no era el suyo. Así que Martin se lanzó a por su segundo sueño imposible, una operación de cambio de sexo, y se convirtió en Martine, y todo ello sin separarse de su mujer. De hecho, han seguido felizmente casados.
Pero entonces Jenesis se puso enferma.
Martine vendió su participación en Sirius. Y dedicó ese dinero a buscar un remedio para la enfermedad. Al final del proceso, encontró un medicamento huérfano para la hipertensión pulmonar. Glaxo poseía la patente, pero había decidido archivar la investigación. Martine formó un equipo de científicos y consiguió la autorización para trabajar con el «medicamento»; aunque utilizar esta palabra es en realidad un eufemismo. Lo que en realidad consiguió de Glaxo fue una bolsa de plástico que contenía unas cuantas cucharadas de un polvo blanco que —en pruebas con ratas— había demostrado resultados prometedores años atrás.
Aun así, decidió crear United Therapeutics. 2
Un centenar de químicos de primer nivel dijeron que la patente no se convertiría jamás en un medicamento, pero tres años después, cuando la hija de Martine luchaba por sus últimas bocanadas de aire, el fármaco llegó al mercado. Hoy Jenesis tiene más de treinta años, el medicamento que le salvó la vida genera unos ingresos de mil quinientos millones de dólares anuales, que van a las arcas de United Therapeutics, y el número de pacientes que conviven con la hipertensión pulmonar ha pasado de dos mil a cuarenta mil. 3
Si pusiéramos aquí el punto final, la historia ya sería digna de contarse. Pero el medicamento de Martine sólo era una solución a medias. Trataba la enfermedad, pero no la curaba. De hecho, en la actualidad, la única solución para la hipertensión pulmonar —o, para el caso, la fibrosis pulmonar, la fibrosis quística, el enfisema o la EPOC— es un trasplante de pulmón. Pero, en Estados Unidos, sólo hay unos dos mil pulmones disponibles al año, 4 mientras que medio millón de personas mueren por insuficiencia respiratoria vinculada a las enfermedades relacionadas con el tabaco. 5 Estos datos tan nefastos fueron el origen de otro de los sueños imposibles de Martine: crear un suministro ilimitado de órganos trasplantables.
«Lo hacemos continuamente con los coches y los edificios —explica Martine—, cambiamos las partes viejas por otras nuevas y podemos hacer que las cosas sigan funcionando, en realidad, para siempre. Quería encontrar un modo de hacer lo mismo con el cuerpo humano.»
Así que trazó un plan con tres líneas de actuación para resolver el problema. Primero, para resolver el problema del trasplante, decidió que era mejor no volver a inventar la rueda. Hoy en día, como los pulmones de las personas fallecidas están llenos de residuos tóxicos, más del 80 por ciento de los órganos donados acaban en la basura. 6 Así que Martine decidió perfeccionar un sistema para conservar los pulmones en buen estado cuando se extraen del cuerpo, en lo que se conoce técnicamente como «perfusión pulmonar ex vivo». 7 Actualmente, este procedimiento ya ha salvado miles de vidas, pero, una vez más, Martine no tenía suficiente. 8
Acto seguido, Martine abordó el gran problema de la escasez de órganos con el xenotrasplante. 9 Es una idea tan antigua como polémica —extraer órganos vivos de animales para reemplazar órganos humanos que ya no funcionan—, pero los problemas de zoonosis, rechazos y maltrato animal la habían dejado aparcada. Martine decidió recuperarla de nuevo.
Los órganos de los cerdos son muy similares a los de los seres humanos, por lo que decidió empezar por ahí. Formando equipo con Synthetic Genomics y Craig Venter, el mismo científico que descodificó el genoma humano, Martine elaboró el mapa genético del cerdo más completo realizado hasta la fecha. 10 Después, el CRISPR desactivó todos los genes relacionados con los virus, para eliminar la posibilidad de contagio de enfermedades y crear así un cerdo «limpio». Su último objetivo hasta hoy es el más ambicioso: desactivar los genes que provocan el rechazo del órgano en humanos. Si tiene éxito, habrá conseguido un suministro casi infinito de órganos; aunque a costa del sufrimiento de los cerdos.
Para combatir este último problema, Martine está utilizando nuevas técnicas de fabricación de tejidos orgánicos en un intento de prescindir por completo de los animales. A partir del colágeno, ha empezado a imprimir en 3D un armazón pulmonar artificial. 11 Para transformar ese armazón en un pulmón vivo, está haciendo experimentos con células madre.
Y, para terminar, como en muchos casos se tarda demasiado en transportar el órgano desde su ubicación original hasta el paciente en lista de espera, Martine ha apostado por el coche volador de Beta Technologies. La idea es usar estos vehículos, de cero emisiones, para llevar rápidamente esos órganos recién acuñados a los pacientes que los necesiten. 12 Finalmente, a los sesenta años, y por simple diversión, ella misma se convirtió en piloto de helicópteros. Poco después, en un vehículo diseñado por su empresa, estableció un nuevo récord de velocidad a bordo de un helicóptero eléctrico. Dicho esto, Martine cree que, en algún momento del año 2028, más o menos, la muerte por fallo orgánico será un problema que podremos manejar, más que una triste realidad de la vida. Y tenemos tantas razones para creerla como las que nos dan esos siete sueños imposibles.
De la atención a la enfermedad a la atención
a la salud
Probablemente no sea necesario añadir que el insólito asalto de Martine Rothblatt al sector de la asistencia médica contó con la complicidad y la ayuda de las exponenciales convergentes. CRISPR, genómica, células madre, impresión en 3D, vehículos eléctricos... Y la lista sigue. Pero resulta útil recordar que, a pesar de que la historia de Martine es una prueba de lo que la determinación y la tecnología pueden llegar a hacer, sólo es una historia. Hay mil más, quizá no tan extraordinarias, pero igual de impactantes.
En cuanto a la atención médica, muchas veces el sistema está más enfermo que los propios pacientes. Incluso la terminología resulta confusa. Hoy, ir al médico significa practicar la atención a la enfermedad. No a la salud. Es reactiva, no proactiva. Los médicos intervienen después de los hechos, librando una batalla en la retaguardia que suele ser ineficiente, muy cara y, en ciertos casos, directamente surrealista. En Estados Unidos, por ejemplo, el miedo a la mala praxis hace que los médicos se gasten 210.000 millones de dólares anuales en pruebas y tratamientos que los pacientes no necesitan. 13
En cuanto a la investigación, la situación tampoco mejora demasiado. De cada cinco mil nuevos medicamentos, sólo cinco llegan a la fase de ensayo con humanos, y sólo uno se acaba aprobando para su comercialización. 14 Ésta es la razón por la que un medicamento estándar tarda doce años en salir del laboratorio y llegar al paciente, con un coste de 2.500 millones de dólares. Por otro lado, los estadounidenses gastan una media de 10.739 dólares por persona y año en atención médica; más que cualquier otro país de la Tierra. 15 , 16 Si nada cambia, para 2027, sólo este sector consumirá cerca del 20 por ciento del PIB de Estados Unidos. 17
Pero ya están cambiando muchas cosas. El alcance de esta historia es enorme. Si quisiéramos, podríamos llenar varios libros con todo lo que está pasando. Pero, para poder abarcarlo todo, nos vamos a centrar en seis grandes cambios, cuatro de los cuales son tecnológicos, mientras que los dos últimos corresponden a cambios de paradigmas.
En el frente tecnológico, todas las etapas de los tratamientos médicos están en plena reinvención. En un primer nivel, la convergencia de sensores, redes e IA está cambiando drásticamente el diagnóstico médico. En un nivel intermedio, la robótica y la impresión en 3D están cambiando la naturaleza de los procedimientos médicos. Y, en un nivel más profundo, la IA, la genómica y la informática cuántica están transformando la medicina como tal.
Al mismo tiempo, como resultado de estas convergencias, se están produciendo dos grandes cambios de paradigma. El primero es el paso de la atención a la enfermedad a la atención de la salud; de un sistema retrospectivo, reactivo y genérico, a otro que es prospectivo, proactivo y personalizado.
El siguiente es un cambio en la gestión. Durante la mayor parte del último siglo, el sector de la atención sanitaria consistió en una compleja alianza entre las grandes farmacéuticas, los grandes gobiernos y el conjunto de los profesionales de la medicina, la enfermería y otras ramas del sector. Ahora somos testigos de una invasión. Muchas de las grandes empresas tecnológicas están entrando en el juego, y todas con la intención de causar un gran impacto. «Si miraras el futuro desde lejos —decía hace poco el consejero delegado de Apple, Tim Cook (en la misma entrevista con The Independent en la que hablaba del potencial de la RA)— y preguntaras cuál ha sido la gran contribución de Apple a la humanidad, la respuesta tendría que ver con la salud.» 18
Compitiendo con Apple tenemos a Google, Amazon, Facebook, Samsung, Baidu, Tencent y muchas otras. 19 Como veremos en un momento, todas estas empresas tienen tres grandes ventajas sobre el establishment : ya están en tu casa, metidas en la inteligencia artificial, y son expertas recopilando y analizando tus datos. Aunque la pregunta de si queremos entregar la atención médica a las grandes empresas tecnológicas aún no tiene respuesta, lo que está claro es que estas tres ventajas son fundamentales para detectar cualquier enfermedad con la suficiente antelación como para marcar una verdadera diferencia, lo que, sin duda, sería el primer paso para poder transformar la atención a la enfermedad en la atención a la salud.
Diagnósticos hágalo-usted-mismo
En un miércoles invernal de enero de 2026 te están vigilando. Vigilando atentamente. En realidad, estás dormido en tu cama, pero el asistente domótico de Google conoce tus horarios. Gracias a tu anillo Oura, también sabe que acabas de completar un ciclo REM y que ahora estás entrando en la Fase I del sueño, por lo que es el momento perfecto para despertarte. 20
El suave ascenso de la luz de la habitación simula la salida del sol, mientras que la optimizada longitud de onda de esa misma luz maximiza la vigilia y mejora el estado de ánimo. Para cuando ya has pasado por tu ritual de aseo —ir al baño, lavarse los dientes, etcétera— te das cuenta de que tu humor no es el problema. Es esa rigidez en las articulaciones, el frío que sientes en los huesos.
¿Te estás poniendo enfermo?
Los National Institutes of Health (NIH) lanzaron su vacuna universal de la gripe hace unos pocos meses, pero entonces no tuviste tiempo para que te pusieran la inyección. Ahora te estás preguntando si saltarte la vacuna fue una buena idea.
Pero no hace falta que te lo preguntes.
—Ey, Google, ¿qué tal voy de salud esta mañana?
—Un momento —dice tu asistente digital.
El diagnóstico se realiza en treinta segundos, lo que está bastante bien teniendo en cuenta que el sistema despliega docenas de sensores que capturan gigabytes de datos. Sensores inteligentes en el cepillo de dientes y el baño, ponibles en la cama y en la ropa, implantes dentro de tu cuerpo; un paquete de salud completo con una visión de 360 grados de todo tu sistema.
—Tu microbioma parece estar en perfecto estado —te dice Google—. Los niveles de glucosa en sangre también están bien, niveles de vitaminas adecuados, pero el aumento de la temperatura corporal y de los niveles de IgE...
—Google, ¿en román paladino?
—Tienes un virus.
—¿Un qué?
—Acabo de repasar tus últimas cuarenta y ocho horas de reuniones. Parece que te contagiaste el lunes, en la fiesta de cumpleaños de Jonah. Me gustaría hacerte más pruebas; ¿te importaría usar el...?
Escoge el que quieras. La división sanitaria de Alphabet, llamada Verily Life Sciences, está desarrollando una amplia variedad de sensores internos y externos que lo monitorizan todo, desde la glucosa en sangre hasta el hemograma. Y esto sólo en Alphabet. La lista de los aparatos médicos que costaban millones de dólares y que ahora están pasando por el proceso de desmaterialización, desmonetización, democratización y deslocalización —o sea, que se convertirán en sensores portátiles, e incluso ponibles— podría llenar un libro entero.
Veamos el amplio abanico de posibilidades. En su vertiente más espectacular, tenemos la cámara de ultrasonidos en 3D de Exo Imaging, que es barata, portátil y está basada en IA; es decir, que pronto vas a poder monitorizarlo todo, desde la cicatrización de una herida hasta el crecimiento del feto, y desde la comodidad de tu casa. 21 O fíjate en Openwater, la empresa emergente de la antigua jefa de proyecto de Google X, Mary Lou Jepsen, que está usando la holografía láser para crear un equivalente portátil de la Imagen por Resonancia Magnética (IRM), convirtiendo lo que hoy es una máquina de millones de dólares en un dispositivo electrónico que cualquiera puede llevar encima; una innovación que podría acercar el diagnóstico por imagen a las tres cuartas partes del mundo que hoy no tienen acceso a esta tecnología. 22 Sin embargo, otros inventos mucho más simples pueden llegar a ser mucho más revolucionarios.
En menos de dos décadas, los ponibles han evolucionado muchísimo, desde aquella primera generación de contadores de pasos al iWatch de Apple, que en su cuarta generación incluye un ECG aprobado por la FDA que puede monitorizar tu ritmo cardiaco a tiempo real. 23 O el DxtER de Final Frontier Medical Devices, el ganador de los diez millones de dólares del Qualcomm Tricorder XPRIZE, una combinación de sensores no invasivos y de una IA muy fácil de usar accesible a través de una app. 24 DxtER detecta de manera fiable más de cincuenta enfermedades comunes.
Todas estas innovaciones apuntan hacia un futuro en el que la salud estará sometida a un control constante y los diagnósticos serán sencillos y baratos. El nombre técnico que recibe esta evolución es «salud móvil», un sector que, según las previsiones, se convertirá en un mercado de 102.000 millones de dólares en 2022. 25 Hazte a un lado, Doctor Web. La idea es ponerte un médico virtual, a la carta, en el bolsillo del pantalón.
Y nos estamos acercando. A lomos de la convergencia entre las redes, los sensores y la informática, los chatbots médicos basados en IA están inundando el mercado. Estas aplicaciones pueden diagnosticarlo todo, desde un eczema hasta la retinopatía. Y no sólo enfermedades físicas. Woebot se ocupa de la salud mental y ofrece terapia conductual cognitiva a través de Facebook Messenger a los pacientes que sufren de depresión. 26
Pero, en realidad, ¿adónde nos llevan todas estas innovaciones?
Veamos, por ejemplo, el caso de Human Longevity Inc. (HLI), una empresa que tiene a Peter entre sus fundadores. HLI ofrece un servicio llamado «Health Nucleus», un chequeo anual de tres horas de duración que incluye una secuenciación completa del genoma, una resonancia magnética de cuerpo entero, tomografía computarizada de pulmón y corazón, electrocardiograma, ecocardiograma y un análisis de sangre exhaustivo; en resumen, el examen de salud más completo que pueda realizarse.
Este examen es importante por dos razones. La primera es la detección precoz de enfermedades. En 2018, Human Longevity publicó los datos de sus 1.190 primeros clientes. 27 Un 9 por ciento de los pacientes descubrieron que tenían una enfermedad cardiovascular de la que no tenían noticia (la primera causa de muerte en el mundo), un 2,5 por ciento encontró aneurismas (la segunda), un 2 por ciento tenían tumores, etcétera. En total, el 14,4 por ciento de los pacientes tenía problemas importantes que requerían una intervención inmediata, mientras que otro 40 por ciento descubrió la presencia de una patología que precisaba de un seguimiento a largo plazo.
¿La segunda razón por la que importa? Todas esas variables que Human Longevity mide y escanea durante una visita anual que requiere media jornada de trabajo pronto estarán disponibles cuando a ti te apetezca. Gracias a unos sensores que siempre estarán activos, siempre en estado de alerta, tu móvil está a punto de convertirse en tu médico personal.
Leer, escribir y modificar el código de la vida
Durante toda una década, los expertos han anunciado a los cuatro vientos que la genética personalizada sería una revolución en la medicina. Cuando comprendamos tu genoma, decía el razonamiento, sabremos cómo podemos «optimizarte». Sabremos cuáles son tus fármacos perfectos, tu alimentación perfecta y tu régimen de ejercicios perfecto, sólo para ti. Conoceremos qué clase de flora intestinal es la más adecuada para tu microbioma, qué suplementos combinan mejor con tu fisiología. Conocerás las enfermedades que puedes contraer con mayor facilidad y, sobre todo, la manera de prevenirlas. O al menos eso decía la teoría...
En 2017, Jason Vassy, profesor de medicina en el Hospital Brigham and Women de Boston, decidió analizar a fondo esa teoría. 28 Y pidió la colaboración de un centenar de pacientes. A la mitad se les hizo un análisis de ADN; el resto respondió a un cuestionario sobre el historial médico de su familia, que es el método habitual para determinar los riesgos genéticos. A partir de los resultados, Vassy quería comparar la ansiedad asociada a los análisis de ADN con su verdadera utilidad en el mundo real. Los detractores de la genética personalizada critican la sobrecarga de información que reciben los médicos, la innecesaria ansiedad que genera en los pacientes y la cantidad de pruebas de seguimiento que hay que hacer después, tan caras como innecesarias. Pero eso no es lo que Vassy descubrió.
Al contrario, según los resultados publicados en Annals of Internal Medicine , no había ni rastro de todas esas cuestiones tan criticadas. 29 Lo que ocurrió es que el 20 por ciento de los pacientes que pasaron por el análisis de ADN descubrieron que tenían enfermedades raras, potencialmente mortales, que requerían una intervención inmediata. De nuevo, gracias a unos resultados muy similares a los obtenidos por Health Nucleus, fue posible salvar varias vidas.
Pero el resultado más importante no proviene de las pruebas realizadas a un solo paciente, sino de la combinación de todos los genomas. Cuanto más grande y completa sea nuestra base de datos, más fuerte y robusta será la capacidad preventiva de la genética. Ésta es la razón por la que, en 2018, los National Institutes of Health lanzaron el proyecto «All of Us», que repartió unos veintisiete millones de dólares en subvenciones para secuenciar un millón de genomas. 30 Y lo mismo podría decirse de George Church, un genetista de Harvard, que hace poco ha creado la empresa Nebula Genomics para hacer algo similar. 31
Church también está involucrado en el Genome Project-Write, que simboliza el futuro a largo plazo; el proyecto trata de escribir un genoma humano desde cero. Si tiene éxito, el GP-Write —el nombre por el que se conoce el proyecto— nos ayudará a crear órganos trasplantables, nos proporcionará nuevas armas en la guerra contra los virus y el cáncer y nos ofrecerá fármacos y vacunas mucho más baratos.
El uso del CRISPR para editar genomas es la nueva frontera. Todavía es pronto, pero los avances son impresionantes. Recientemente, varios grupos de investigadores han conseguido crear una resistencia genética a la cocaína en ratones, 32 desactivar el gen responsable de la distrofia muscular de Duchenne en perros 33 y han empezado a desarrollar terapias personalizadas contra el cáncer en humanos. 34 Hay incluso investigaciones en insectos. Los investigadores del Imperial College de Londres han «CRISPRcreado» una nueva variedad de mosquito que no puede reproducirse. Está diseñado para vencer a sus hermanos portadores de la malaria, lo que convierte a este hallazgo en toda una revolución médica gracias a la modificación genética de las especies; algo que ya está ocurriendo. A finales de 2018 se realizaron los primeros ensayos sobre el terreno en Burkina Faso, un país asolado por la malaria. 35
Pero la noticia más importante no tiene que ver con esta empresa o aquella técnica, sino con que la mitad de los treinta y dos mil trastornos genéticos más habituales tienen su origen en el error de un único par base; es decir, que una sola letra del código está en el lugar incorrecto. 36 Es muy probable que pronto podamos resolver este problema. Aún no hemos llegado a ese punto, pero antes de que pase demasiado tiempo, entre la terapia génica tradicional y el CRISPR, tendremos la capacidad de eliminar dieciséis mil enfermedades de nuestras vidas. 37 Así pues, tendrías que hacerte una pregunta: si la cura de una enfermedad es un milagro de proporciones bíblicas, ¿cómo llamarías a la cura de dieciséis mil?
El futuro de la cirugía
En Marte no hay atención médica. El planeta rojo carece de hospitales, mutuas de salud y todo lo demás. Y aunque hoy todo esto no tiene la menor importancia, en la década de 2030, cuando la NASA planea lanzar la primera misión de exploración tripulada al planeta, se convertirá en un problema mucho más importante. 38 En Marte, los astronautas no sólo estarán fuera de cobertura, estarán fuera del mundo: el hospital más cercano se encontrará a una distancia de nueve meses de viaje y una asistencia gravitatoria.
La posibilidad de sufrir una herida traumática quita el sueño a cualquier astronauta. No sólo es una situación que no ha ocurrido nunca —por lo que no tenemos ninguna experiencia sobre esta catástrofe espacial en particular—, sino que además sabemos a ciencia cierta que en Marte seguro que se producirá. Varias investigaciones sitúan las probabilidades de sufrir un problema médico grave en el espacio en el 0,06 por ciento, por persona y año. 39 En una misión interplanetaria que durara varios años, y para conseguir que no hubiera ningún accidente, la única solución, tal como explicaba Elon Musk, sería ésta: «Si la seguridad es tu primer objetivo, yo optaría por no ir a Marte». 40
El doctor Peter Kim quiere resolver este problema. Como jefe adjunto de cirugía del Children’s National Medical Center de Washington, DC, Kim forma parte del equipo de investigación que está detrás del STAR, el Smart Tissue Autonomous Robot [robot autónomo para tejidos blandos]; un robot que ya supera a los cirujanos humanos en la tarea concreta de suturar tejidos blandos. 41
Reparar tejidos blandos es desagradable. Es sangriento. Y exige una precisión milimétrica. Como los médicos no poseen el mismo nivel de pericia y formación, más del 30 por ciento de las intervenciones en los tejidos blandos terminan en complicaciones. En el espacio, este tipo de complicaciones pueden llegar a ser fatales con mucha facilidad, por lo que descubrir cómo realizar intervenciones en los tejidos blandos antes de empezar a colonizar otros planetas es una misión fundamental.
STAR es una de nuestras mejores esperanzas. Para empezar, la pericia está estandarizada; viene de fábrica. Y con una IA involucrada, la formación y las prácticas no son un problema. Hoy STAR sutura el tejido entre cinco y diez veces más rápido que un humano, y con mucha más precisión. La versión del mañana tendrá un control de movimiento mucho más realista y una amplia variedad de cámaras multiespectrales que pueden ver a través de los tejidos blandos. Kim quiere que ese sistema del mañana viaje a bordo de la primera misión a Marte para que la práctica de la cirugía en el espacio no acabe como una recopilación de las escenas eliminadas de Alien.
Aun así, y a pesar de que en el espacio resultará imprescindible, el verdadero futuro de STAR se encuentra aquí, en la Tierra. Cada año se realizan unos cincuenta millones de operaciones en Estados Unidos, 42 pero menos del 5 por ciento se completan con la ayuda de un robot. 43 Sin embargo, la pregunta más importante que puedes hacerle a un cirujano antes de una operación siempre será «¿cuántas veces has hecho esta intervención?». Y, más importante todavía, «¿cuántas veces la has hecho hoy?». Los cirujanos que acumulan una mayor experiencia en todo tipo de situaciones son los que obtienen mejores resultados. Ésta es la razón por la que, dentro de diez años, cuando te lleven al quirófano y veas a un médico humano, tu respuesta inmediata será: «Ni hablar. Quiero al robot».
Pronto tendremos docenas de robots quirúrgicos en el mercado. Hoy ya se utilizan unos modelos espectaculares para operaciones ortopédicas, también están a punto de lanzarse cinco robots diferentes para cirugía medular y hay infinidad en desarrollo para casi cualquier especialidad. De estos últimos, la mayoría son «cobots», es decir, robots que, en vez de sustituir al cirujano, prefieren echarle una mano. Sin embargo, son los robots autónomos como STAR los que parecen más prometedores. Por su capacidad para ejecutar a la perfección procedimientos rutinarios por una fracción del coste actual, los robo-cirujanos van a traer la desmonetización a la sala de operaciones.
Renuentes a dejar que los emprendedores acaparen toda la diversión, las grandes empresas tecnológicas también se apresuran con la idea de sumarse a la fiesta. Prueba documental 1: Verb Surgical, una colaboración entre Alphabet y Johnson & Johnson. 44 Con una flota de robots quirúrgicos baratos y mejorados, que llegarán al mercado en 2020, su modesto y declarado objetivo es lograr la «democratización de la cirugía». ¿Qué significa esa idea en otras palabras? Que la factura médica va a rebajarse muchísimo.
Aunque los robots quirúrgicos de gran tamaño han acaparado toda la atención, sus primos más pequeños podrían convertirse en el invento verdaderamente revolucionario. Fíjate en la empresa emergente israelí Bionaut Labs. 45 En la medicina actual, muchos de los problemas contra los que nos enfrentamos tienen una naturaleza local. El cáncer, por ejemplo. Hablamos de cáncer de pulmón o de cáncer de ovario. Pero, lamentablemente, solemos tratar los cánceres locales con soluciones sistémicas, como la quimioterapia. Estos tratamientos sistémicos tienden a ser imprecisos, ineficientes y propensos a causar efectos secundarios; las tres razones por las que el desarrollo de medicamentos es extraordinariamente caro y el 90 por ciento de todos los potenciales tratamientos nunca consiguen salir del laboratorio. 46
Pero Bionaut ha fabricado un robot de un tamaño casi microscópico que se mueve a través de los tejidos a una velocidad encomiable —unos sesenta centímetros por hora— y de una forma mínimamente invasiva y muy precisa. Guiados por campos magnéticos muy débiles, estos microbots por control remoto transportan cargas diversas que pueden liberarse a voluntad, donde y cuando sean necesarias. Aún faltan años para que su uso se extienda, pero el plan es poder utilizarlos para hacer diagnósticos, aplicar tratamientos muy precisos y realizar operaciones mínimamente invasivas.
Los macrobots de los quirófanos y los microbots de nuestros cuerpos van a transformar la cirugía, pero en nuestro universo convergente nada funciona solo. La IA ya forma parte de este combinado quirúrgico. Analiza la avalancha de señales que llegan a la UCI, ayuda a los robots autónomos mientras navegan por el cuerpo humano y —a través de cobots, como el robot Da Vinci— acaba con los temblores de manos del cirujano. 47 Pero, una vez más, no sólo es una cuestión de IA.
La impresión en 3D también ha llegado al quirófano. De hecho, desde hace cierto tiempo. En Abundancia , explicábamos que la tecnología ya se aplicaba en el campo de la ortopedia, que empezaba a utilizarse para imprimir órganos y que en poco tiempo llegaría a la biónica. Hoy en día, una búsqueda en internet revela la existencia de personas con escasa formación capaces de crear miembros ortopédicos excepcionalmente funcionales con materiales comprados en Staples. 48 Las personas que sí tienen formación, mientras tanto, están confeccionando órganos, orejas, médulas espinales, baipases coronarios, placas craneales, articulaciones de cadera y herramientas quirúrgicas personalizadas. Y gracias a la posibilidad de imprimir dispositivos electrónicos en 3D, también estamos fabricando miembros biónicos. De hecho, en 2018, un equipo de la Universidad de Minnesota imprimió con éxito un material semiconductor capaz de transformar la luz en patrones reconocibles; el principal impedimento para crear la pieza de recambio definitiva: un ojo biónico e imprimible. 49
Medicina celular
El concepto de «medicina celular» surgió en la década de 1990, tras el descubrimiento de las células madre. 50 Original y sencilla a la vez, la idea consistía en usar esas células como armas contra las enfermedades. En los años siguientes, la definición también ha incluido a otros tipos de células —además de las células madre— que, en distinto grado, pueden condicionar o revitalizar una variedad de funciones: hacer crecer el cabello, rejuvenecer tejidos, acabar con el cáncer, reparar el daño cardiaco, silenciar las enfermedades autoinmunes e incluso aumentar la masa muscular.
Anteriormente ya hemos mencionado al neurocirujano y emprendedor Bob Hariri, quien realizó una importante contribución a la medicina celular en el año 2000, cuando descubrió que la placenta humana almacena un abundante suministro de células madre, lo que permite acceder al ingrediente fundamental de estas terapias sin polémicas ni controversias. 51
Después de que el gigante farmacéutico Celgene comprara la empresa de Hariri, se puso al mando de un equipo de más de cien científicos e ingenieros para intentar convertir las células madre de la placenta en verdaderos medicamentos. Por el camino, ha hecho dos descubrimientos fundamentales. Primero, a medida que la gente envejece, su suministro de células madre disminuye rápidamente, un proceso conocido como «agotamiento de las células madre» (que veremos con mayor profundidad en el próximo capítulo). Segundo, la placenta también almacena otros tipos de células que forman parte del sistema inmunológico, como las células NK (del inglés «Natural Killer») y los linfocitos T, que resultan fundamentales en la respuesta natural del cuerpo contra el cáncer... siempre que reconozcan el peligro.
Normalmente, nuestro sistema inmune destruye las células cancerígenas en sus primeras etapas. Pero, a medida que vamos envejeciendo, esas células cancerígenas se van acumulando. Algunas no son detectadas, y ahí es cuando la situación se vuelve peligrosa. Para contrarrestar ese peligro, hemos inventado una nueva clase de terapia llamada terapia CAR-T (por antígeno receptor de linfocito T quimérico). 52 En esta terapia, se extraen glóbulos blancos del paciente para separar sus linfocitos T y rediseñarlos genéticamente con el objetivo de detectar y matar a un tipo concreto de células cancerígenas. Estas células reprogramadas vuelven a inyectarse al paciente, donde se convierten en una especie de misil anticancerígeno guiado por radar.
Por desgracia, este procedimiento no sale barato.
En 2017, cuando se desarrollaron las primeras terapias CAR-T, el precio llegaba al medio millón de dólares por paciente. 53 Como es necesario rediseñar las células CAR-T de cada paciente, producir este «medicamento» en serie representa todo un problema. En 2018, Celgene inauguró su división de medicina celular, con Hariri al timón, y mediante el uso de células inmunitarias derivadas de la placenta, una nueva empresa, Celularity, ha creado una versión de la terapia válida para todo el mundo (o sea, en talla única). 54 En vez de terapias hechas a medida, Celularity puede crear CAR-T al por mayor y a una velocidad de vértigo, para así suministrar el fármaco al paciente horas después del diagnóstico, y no semanas más tarde como ocurre ahora.
Los científicos de Celularity también han encontrado la forma de rearmar a las células NK placentarias (células pNK), modificándolas genéticamente para que se conviertan en células CAR-NK con una capacidad anticancerígena muy mejorada. Y como ocurre con las células placentarias CAR-T, las células placentarias CAR-NK pueden transformarse en medicamentos aptos para todo el mundo, lo que nos brinda la capacidad de preparar tratamientos destinados al gran público. Ésta es la cuestión más importante. El cáncer es la segunda enfermedad más mortífera, y las placentas abundan. Cada año hay más de cien millones de nacimientos, y el 99 por ciento de esas placentas se desechan. Conservar esa materia prima nos daría el potencial de manufacturar todos estos medicamentos de forma barata y a gran escala.
El futuro de los medicamentos
Tradicionalmente, si una empresa farmacéutica quiere desarrollar un nuevo medicamento, tiene dos opciones. 55 O peina las enormes bibliotecas médicas buscando potenciales candidatos o envía una expedición a un destino exótico a la caza de los tratamientos que nos ofrece la naturaleza, como la corteza de una especie de árbol que tenga propiedades anticancerígenas. Ninguna de las dos opciones es una apuesta segura, ambas implican años de trabajo, y todo lo anterior no es más que la línea de salida. Después de identificar a los posibles candidatos, se analizan y se sintetizan..., y así los años van pasando. Por último, los hallazgos se someten a ensayos clínicos, primero en animales, después en pequeños grupos de personas y, al final, en grandes grupos humanos. En resumen, el desarrollo de un nuevo medicamento es una guerra larga y lenta.
Es una guerra real. El recuento de bajas es elevado. Un 90 por ciento de los potenciales tratamientos no superan las pruebas. Los pocos que lo consiguen tardan de media unos diez años en llegar al mercado, después de dejarse entre 2.500 y 12.000 millones de dólares en el viaje. 56 Pero Alex Zhavoronkov, un informático reconvertido en biofísico cree que ha encontrado un atajo. 57
En 2012, Zhavoronkov se dio cuenta de que la inteligencia artificial empezaba a reconocer la imagen, la voz y el texto con una mayor precisión. Sabía que estas tres tareas comparten un elemento fundamental. En cada una de ellas, la cantidad de datos existente es desbordante, por lo que entrenar a una IA resulta muy sencillo. En el campo de la farmacología, también existen conjuntos de datos similares. Así que, en 2014, Zhavoronkov empezó a preguntarse si podía combinar todos esos datos con una IA para acelerar significativamente el proceso de desarrollo de nuevos medicamentos. 58
Había oído hablar de una nueva técnica en el campo de la inteligencia artificial llamada «redes antagonistas generativas» (o GAN por sus siglas en inglés). Al confrontar dos redes neuronales entre sí (antagonistas), el sistema puede empezar a operar con unas instrucciones mínimas y producir resultados nuevos (generativas). Los investigadores usan las GAN para hacer cosas como diseñar nuevos objetos o crear rostros humanos tan únicos como falsos, pero Zhavoronkov quería aplicarlas a la farmacología. Creía que las GAN permitirían a los investigadores describir las propiedades de los medicamentos verbalmente: «El compuesto debe inhibir la proteína X a una concentración Y con un mínimo de efectos secundarios en humanos», y entonces la IA puede construir la molécula desde cero.
Para conseguir que su idea se hiciera realidad, Zhavoronkov trasladó Insilico Medicine al campus de la Universidad Johns Hopkins, Maryland, y empezó a arremangarse. «Nos llevó tres años de duro trabajo desarrollar un sistema con el que los investigadores pudieran interaccionar de esta manera —explica—. Pero conseguimos sacarlo adelante, y esto nos ha permito reinventar el proceso de desarrollo de nuevos medicamentos.»
En vez de iniciar el proceso en algún destino exótico, el «motor de descubrimiento de medicamentos» de Insilico criba millones de muestras para determinar las características biológicas distintivas de enfermedades concretas. A continuación, el motor identifica los tratamientos que podrían ser más prometedores y —usando las GAN— genera moléculas (o sea, medicamentos en fase embrionaria) perfectamente adecuadas para los mismos. «Los resultados son una explosión de potenciales medicamentos y un proceso de ensayos clínicos mucho más eficiente —dice Zhavoronkov—. La IA nos permite hacer con cincuenta personas lo que una empresa farmacéutica tradicional hace con cinco mil.»
Los resultados han transformado lo que antes era una guerra de diez años en una escaramuza de unos pocos meses. A finales de 2018, por ejemplo, Insilico estaba generando moléculas nuevas en menos de cuarenta y seis días; un marco temporal que no sólo incluía el descubrimiento inicial, sino también la síntesis del medicamento y su validación experimental en simulaciones por ordenador. 59
En la actualidad, están usando el sistema para encontrar nuevos medicamentos contra el cáncer, la fibrosis, la enfermedad de Parkinson, el mal de Alzheimer, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y muchas otras enfermedades. Está previsto que el primer medicamento creado a partir de este trabajo, un tratamiento para la alopecia, empiece la Fase I de ensayos clínicos a finales de 2020. También se encuentra en las primeras etapas de un estudio que quiere utilizar la IA para predecir los resultados de los ensayos clínicos antes de realizarlos. Si tiene éxito, esta técnica permitiría a los investigadores ahorrar una gran cantidad del tiempo y del dinero que ahora requieren los ensayos tradicionales.
Más allá de la invención de nuevos compuestos, otros equipos de investigadores utilizan la IA para identificar dianas biológicas; o sea, el lugar donde el fármaco se une al cuerpo, y que es una parte fundamental del proceso de desarrollo de cualquier medicamento. Entre 1980 y 2006, y a pesar de una inversión anual de 30.000 millones de dólares, los científicos sólo han podido descubrir una media de cinco dianas biológicas al año. 60
El problema es la complejidad. La mayoría de las dianas biológicas son proteínas, y su estructura —o sea, la forma en que una secuencia bidimensional de aminoácidos se pliega en una proteína tridimensional— determina su función. Pero una proteína que apenas cuenta con cien aminoácidos (es decir, una proteína bastante pequeña) puede adoptar una cantidad enorme de posibles formas; en concreto, tantas como un uno seguido de trescientos ceros. Por este motivo, el plegamiento de proteínas se considera un problema muy difícil de resolver, incluso para un gran superordenador.
En 1994, para monitorizar los avances de un superordenador en el plegamiento de las proteínas, se creó un concurso bianual. 61 Hasta 2018, las buenas noticias eran poco frecuentes. Pero, entonces, los creadores de DeepMind liberaron sus redes neuronales para resolver el problema. Crearon una IA que extrae enormes cantidades de datos para determinar la distancia más probable entre los pares base de una proteína y los ángulos de sus enlaces químicos —o sea, los componentes básicos del plegamiento de las proteínas—. La llamaron «AlphaFold». 62
En su primera aparición en la competición, las IA participantes tenían que resolver cuarenta y tres problemas de plegamiento de proteínas. AlphaFold consiguió resolver correctamente veinticinco. El equipo que quedó en segundo lugar sólo consiguió resolver tres.
Si combinamos los avances de AlphaFold con las GAN de Insilico y añadimos las próximas innovaciones en el campo de la informática cuántica —tecnología que también tiene como objetivo el desarrollo de nuevos medicamentos— no estamos tan lejos de un mundo donde la medicina personalizada dejará de ser ciencia ficción y se convertirá en la norma. Y no te vayas todavía, porque, por más radicales que puedan parecer estos avances, no incluyen todo lo que está ocurriendo en el campo adyacente de la longevidad.