Nogales, a mí me la bufa siempre que la pongan bien o mal, porque mi mejor crítico soy yo, pero ésta, insisto, tiene muy buenas críticas en mi muro de gente que pasaba de ella, así que el "eso no te lo crees ni tú" déjalo guardado para el recreo:
Edu Moyano F
24 de marzo a las 21:21 ·
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Me ha gustado, sorprendido y atrapado desde el minuto uno. Puro grand guignol, puro @alexdelaiglesia.
Antonio López
EL BAR (2017)
Álex de la Iglesia ya no es aquel freak perturbado que soñaba con aeronaves tripuladas por mutantes tullidos que viajaban hasta el planeta Axturias o sacerdotes sociópatas que intentaban evitar el fin del mundo puteando a quien se le pusiera por delante. Con los años, el director de 'Acción Mutante' y 'El Día de la Bestia' ha forjado una nueva modalidad de dadaísmo para sibaritas, un cine de escapismo no exento de cierta ironía para reírse de la bajeza humana pero capaz de dirigirse también a los degustadores del espectáculo más macabro, guiñolesco y violento, aunque haya reemplazado en su envoltorio sonoro la anarquía punk de DefConDos y Extremoduro por la serenidad de Duke Ellington.
'El Bar' comienza como un reajuste coetáneo de 'La Cabina' (1972, Antonio Mercero), solo que a la inversa, de forma que los testigos que contemplan la tragedia -y no la víctima propiamente dicha- son los que permanecen atrapados tras una pared de cristal, en un relato que respira el mismo espíritu tremebundo y fantástico de los mejores episodios de 'The Twilight Zone' (En los Límites de la Realidad).
La dueña de un bar en el centro de Madrid, su camarero, una maruja enganchada a las máquinas tragaperras, un jubilado, un misterioso hombre que no se despega de su maletín, una niña pija, un hipster y un mendigo, permanecen encerrados dentro del local tras comprobar aterrorizados cómo cada cliente que pisa la calle es abatido inmediatamente por un francotirador. Una amenaza exterior restringe cada vez más la libertad de movimientos de ocho conejillos de indias atrapados en un espacio reducido, pero sobre todo socaba su moral y acrecenta sus más bajos instintos de supervivencia.
El tramo final de 'El Bar' transcurre como todo el cine reciente de Álex de la Iglesia, arropado bajo una hipérbole -menos acentuada de lo habitual- de demencia casi circense, forcejeos histéricos y una hostilidad justificada que se disfruta con la misma facilidad con que se la ve venir. Con una mayor o menor contención de sus propios excesos -de los que el propio cineasta es consciente- sus peliculas siempre han respirado un denominador común: el de caricaturizar a unos personajes feos, miserables y con múltiples defectos que representan lo peor de la condición humana. Con semejante material, es muy difícil no armar, como mínimo, una buena comedia. Y guste o no, eso es parte de su cine.