Respuesta: El Gobierno de Mariano
El feudalismo en la España del siglo XXI
El feudalismo, sistema político predominante en la Europa de la Edad Media, se basaba en la descentralización del poder mediante su difusión, desde la cúspide hacia la base, por nobles de muy distintas denominaciones: marqueses, duques, condes, barones, etcétera, que gobernaban sus respectivos territorios. Cuando veían disminuidas sus rentas o no podían hacer frente al pago de sus deudas, aumentaban, sin rubor alguno, los impuestos a sus vasallos, sin importarles que estos padeciesen hambre y miseria, todo ello con el justificado fin de no ver menguados los lujos y el boato que les envolvía a ellos y al resto de su corte. Si comparamos fríamente dicha situación con la España que vivimos, observamos que la única diferencia estriba en el hecho de que su poder no deriva de una línea hereditaria sanguínea, sino en el voto de los súbditos. Probablemente debido a nuestra escasa experiencia democrática, tras siglos y siglos de monarquías absolutas y regímenes dictatoriales, los ciudadanos nos entregamos al deseo del triunfo, como si de un partido de fútbol se tratase, y hemos consagrado el sistema de alternancia en el poder de esos dos grandes trust políticos, cuya única pretensión ha sido siempre perpetuarse en el poder al precio que fuese, comprando el voto de sus súbditos sin que nunca les preocupase realmente su prosperidad. En las últimas décadas, han concienciado al pueblo de que lo importante es el enriquecimiento rápido, basado en el pelotazo y la corrupción, y han establecido el modelo que debemos seguir, llegándonos a convencer de que habíamos alcanzado el Estado del bienestar, aunque este fuese fomentado en la burbuja inmobiliaria. Y en ese convencimiento, hemos visto cómo las prebendas y los privilegios han ido aumentando progresivamente, mediante la multiplicación de señoríos en los que colocar a los suyos, incluso usurpando las cajas de ahorros del pueblo.
Pero el pretendido Estado del bienestar no era más que un sueño, y ahora nos encontramos con la dura realidad de que no tenemos estructura productiva, ni tampoco know how; hemos gastado más de lo que podíamos pagar y la única posibilidad de supervivencia es la ayuda de nuestros aliados europeos. ¿Qué pensarán estos del despilfarro de los miles de millones de fondos comunitarios recibidos para mejorar nuestra estructura económica, destinándolos a obras faraónicas improductivas, o repartiendo subvenciones como lisonjas a los súbditos leales? ¿Qué pensarán de los seis millones de parados sin la formación adecuada cuando hemos dilapidado el Fondo Social Europeo poniéndolo en manos de sindicatos y organizaciones empresariales, que lo han utilizado para su único lucro? Es probable que pese a ello y por propio interés, el resto de Europa nos ayude a corto plazo, pero la historia nos enseña que el precio que nuestros aliados impondrán será alto, y no les dolerán las penurias que tengamos que afrontar para su pago. Sin embargo, me temo que esa hipotética ayuda no cambie la actitud de nuestros reacios prestamistas, pues observan que nuestros señores feudales no renuncian a sus prebendas, y solamente son capaces de tratar de demostrarles su capacidad de pago mediante el aumento de los impuestos y la reducción de los servicios prestados a sus ya asfixiados súbditos. Por ello no resulta extraño que, cada vez que se han tomado medidas de esa índole, inmediatamente los prestamistas incrementen los intereses exigidos.
En la Edad Media, los señores solucionaban el problema mandando a sus súbditos a la guerra, reduciendo así el número de bocas a alimentar y la población ociosa, y eliminando deudas mediante el uso de armas. Afortunadamente estamos en el siglo XXI y nuestros señores feudales no tienen suficiente poder para utilizar esa drástica fórmula de eliminación del paro que nos desangra, con lo que esperemos que, o bien ellos recapaciten en su actitud, o bien nosotros les obliguemos a ello. Si los prestamistas observasen cómo se reduce el gasto generado por los señores feudales y sus privilegios y cómo se sientan las bases para que, aunque sea a largo plazo, el pueblo sea capaz de producir y generar riqueza, probablemente su actitud sería muy diferente a la actual.
Manuel Pardo Mosquera