Cómo se ha abordado el problema de las pensiones es en el fondo muy parecido a la crisis COVID. Incapaces de entender que los problemas deben atenderse no cuando ya son intratables, sino cuando mucho antes hay evidencias de que se producirán.
Tras un periodo de elevada natalidad, los nacimientos comenzaron a caer abruptamente a partir de 1975. Poco después, entre 1985 y 1990, se comprobó que el hundimiento de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la población, no eran fenómenos pasajeros sino permanentes.
Es decir, se sabía entonces que, sin tomar las medidas adecuadas, el sistema de pensiones entraría en un desfase colosal hacia 2025.
La bomba era devastadora pero una mecha tan larga, 40 años, proporcionaba un margen de maniobra suficiente para generar ahorro público extra e introducir paulatinamente elementos de capitalización. Sin embargo, el tiempo pasó y ningún gobierno hizo nada. ¿Por qué?