El íncubo, de John Hough (1981)
En un pueblo pequeño donde se empiezan a producir una serie de muertes y de violentas agresiones sexuales a mujeres, un médico (John Cassavetes), encargado de examinar a las víctimas, encuentra vestigios de una fuerza demoníaca que escapa a cualquier explicación racional.
Fantástico ochentero temprano que combina un misterio policial en entorno cerrado con terror religioso-oscurantista de la década anterior y con el incipiente slasher, recuperando la figura diabólica del íncubo, o demonio masculino que se aparea con sus víctimas. La acción avanza despacio hacia un crescendo de lo sobrenatural, conforme aumenta la violencia de los ataques de la criatura y su presencia a través de sueños, tomándose la película su tiempo para presentarnos a los personajes; en especial, la situación familiar complicada de un protagonista que, pese a ser el “bueno”, no se libra de cierto aire sospechoso debido a su trágico pasado y a la relación un tanto “especial” que le une a su adorable hija, con quien se muestra (lógicamente, dada la gravedad del asunto) tan entrañable como protector, haciendo gala de unas conductas tan cariñosas que adquieren un punto incestuoso… aunque da la impresión de que no se atreven a llevar esta cuestión hasta el final. El bueno de John, en cualquier caso, hace lo que puede en este trabajo imagino que alimenticio pero bastante estimable, creo yo.
Entre falsos culpables y revelaciones sobre el pasado del lugar, la conclusión a modo de giro de tuerca parece hablar de las formas múltiples que el mal es capaz de adoptar, de sus estrategias para aproximarse a sus víctimas y destruir su inocencia; se habla mal, por cierto, de la labor de cierta prensa amarilla. Una conclusión que pudiera ir dirigida a epatar o sorprender a toda costa, pero que no deja de tener su lógica si hablamos de agentes de Satanás, cobrando sentido además algunas partes de la trama.
Canónico de cualquier título de terror de la época empezar con un lago y con dos niñatos sexualmente efusivos, con un deje de comedia involuntaria ese “zorraaaaa”, aunque por lo demás todo es serio de narices. Sorprenden unos cuantos recursos arriesgados de puesta en escena, pues este Hough se saca unos cuantos planos de interiores muy expresivos en su amplitud, otros incluso inclinados, algún ralentí efectista, así como set pieces como la del concierto de heavy (con la presencia, por cierto, de Bruce Dickinson), bastante trabajadas; otra cosa son efectos y maquillaje, un engendro que sólo se llega a mostrar muy puntualmente.
Pesadillas de una mente enferma, de Romano Scavolini
Un asesino gravemente perturbado por un trauma infantil es liberado de la institución donde se encuentra interno debido a su aparente mejoría. Sin embargo, las atroces pesadillas y el delirio asesino no tardarán en resurgir en él… Slasher que recuerda en su esquema a “La noche de Halloween” por la presencia de psicópata demente acechando a una familia feliz, aunque con lo suyo, mientras los médicos responsables intentan darle caza. Muy, pero que muy lejos de Carpenter, eso si, pues se trata de una película que, aunque cuenta con alguna idea, alguna imagen potente, por lo demás poco tiene donde rascar. Una castaña como un piano, para ser exactos, cuyo director demuestra torpeza narrativa, dispersión y falta de garra desde el principio, haciéndose la picha un lío para contar algo muy simple. El villano se convierte en secundario de su propia peli y asistimos a una moderna recreación del cuento de Pedro y el Lobo con un niño repelente (si ves esto doblado, prepárate para morir), con escenas de tensión de pacotilla, cuando no descafeinadas, y la persecución final de rigor, con el malo sufriendo un centenar de disparos y siendo, por alguna razón, indestructible (estamos en América y hasta un puto mocoso tiene Derecho a Defenderse, garantizado por su constitución).
El final sólo viene a remarcar lo que ya sabíamos, y por medio lo que encontramos son mujeres en la ducha varias veces, aunque sin erotismo alguno, llamadas amenazantes varias veces también (el guionista sólo conoce estos recursos)… debieron fundirse medio presupuesto en el teléfono. Verborrea psiquiátrica, perversiones sexuales, ambientes malsanos… cosillas de interés, alguna hay, como el físico tan grimoso y turbulento del prota, o la escena cumbre; lo único que tenían y recreada a conciencia, el flashback del primero asesinato, con unas imágenes de una visceralidad considerable, amplias dosis de hemoglobina, y rojo, mucho color rojo salpicándolo todo, que son como para traumatizar a quien viera esto de nene, no en vano anda Tom Savini detrás. El crimen asociado al sexo, o más en concreto, a la perversión sexual, trastocando la pobre mente infantil (y aquí entra lo conservador del asunto); la circularidad del horror, en una inocencia perpetuamente corrompida… qué lástima que lo demás sea tan flojo, tan prescindible.