Un año más, volvemos a reunirnos aquí, en verano, con la caló... cada año se hace un poco más difícil la selección de títulos lo suficientemente variados como para satisfacerme, a mi y a vosotros. Pero este año, creo que se ha conseguido. Vamos pues con...
Top 5 veraniego-ochentero 2020
-Para los bañistas: Tiburón, la venganza (1988)
Tiburón (1975) fue el éxito que ya todos sabemos. Su primera secuela,
Tiburón 2, tuvo varios problemas (cambio de director y cambio de tono incluidos) ya que no había unanimidad sobre si darle un perfil más terrorífico o aventurero. Hoy ha quedado como una apreciable muestra de cine seventies, deliciosamente añejo, y donde lo mejor acaban siendo las actuaciones del trío calavera, esto es, Roy Scheider, Lorraine Gary y Murray Hamilton.
Tiburón 3D, quizá viendo que la fórmula Amity estaba agotada, optó por un cambio de tono y de escenario, coqueteando con el cine de catástrofes, ya en desuso, y el escualo colándose en un gran parque de atracciones acuáticas. La cinta resulta un agradable muestrario de caras ochenteras, y el que esto escribe siempre ha sentido aprecio por ella, aunque creo que casi solo soy yo. Reconozcámoslo
, es bastante tibia, hay pocas muertes, parte del metraje lo ocupa el encuentro de la cría de tiburón, que no aporta nada, y los efectos especiales para el sistema 3D le dan hoy un aire especialmente envejecido.
Entonces, llega Tiburón 4, osea,
Tiburón: La venganza. Una cinta donde retorna Lorraine Gary como Mamá Brody. La cosa comienza en Amity, donde nos enteramos de que el jefe Brody murió de un problema cardiaco, aunque su esposa, algo trastocada, achaca su muerte a las fatídicas experiencias que tuvo con los tiburones. La continuidad aquí parece indicar que los hechos de los dos primeros filmes ocurrieron, pero el tercero creo que es bastante ignorado.
Ellen vive con su hijo Sean, que ahora ocupa el puesto de su padre como jefe de policía de la isla, y una noche al acudir a un aviso para retirar un tronco eléctrico caído al agua, será atacado y devorado por un tiburón blanco.
Ellen, destrozada, decidirá irse un tiempo a vivir con su hijo mayor, Mike, que está casado, tiene una niña, y se dedica a estudiar caracolas en las Bahamas con Mario Van Peebles. El tiburón la perseguirá allí (a pesar de la insistencia de Mike en que los grandes blancos no pueden morar en aguas cálidas) donde la señora coqueteará con un piloto vivaracho y algo oscuro (Michael Caine).
La idea de la venganza animal
no es nueva. Historias como “Day of animals” o “Frogs”, ya coqueteaban con la idea de que los animales pudieran muy bien un día decidir que ya está bien de tragar (nuestra) mierda. Incluso si hablamos de monstruos marinos, esto ya lo hizo antes (y con notable mayor cantidad de gusto y estilo, añado)
Orca, la ballena asesina, donde un codicioso e inconsciente marinero interpretado por Richard Harris se carga a una hembra de orca y a sus crías al intentar capturarlas para venderlas, desatando las iras del macho de la especie, que lo persigue implacablemente. Pero hacer un filme sobre esa base… en fin.
Tiburón, La venganza suele ocupar los primeros puestos de listas sobre pelis “malas pero cachondas”, “tan malas que son buenas”, etc. No comparto su valoración. Joseph Sargent puede hacerlo mucho mejor, Michael Caine está por el cheque, los demás no importan demasiado… vaya, entre las dos secuelas con mala pensa, me quedo con la tercera. Es un gusto personal.
Por cierto, que esta película gozó de “novelización” que un servidor adquirió de chaval, por catálogo rollo Círculo de lectores (bajo el título de
La venganza del tiburón) firmada por Hank Searls, que también puso su rúbrica a la novelización de la segunda parte (esta ya, no la he leído). Y aunque la estructura de la historia es, esencialmente, la misma (muerte de Sean, Ellen en las Bahamas, el tiburón persiguiéndola…) hay notables diferencias. Para empezar, la venganza no es del tiburón, sino de un sacerdote vudú de las Bahamas al que Michael Brody ha ofendido, y que utiliza al tiburón como “animal de poder” que azuzar contra quien le ha molestado. Así, no estamos aquí con una historia de un tiburón con sentimientos de venganza, sino con un sacerdote sobrenatural que controla al animal.
Además, hay una segunda trama de bastante peso, que involucra al personaje de Caine, que resulta ser un traficante de drogas, que intenta ser asesinado por el mafioso local para eliminar competencia. Finalmente, se desvelaba que toda la operación de drogas de Caine no era sino un medio para llegar hasta dicho mafioso, que había sido el causante de la muerte de su hija, por sobredosis.
Siempre me he preguntado si esas novelizaciones que se ponían a la venta partían de guiones previos (modificados a posteriori, antes o durante el rodaje, y por lo tanto, con cambios notables respecto a la versión vendida para novelizar) o si el autor de la novela tenía libertad para, dentro del guión que le cedían, escribir su propia historia… en fin, siempre me ha sido curioso el fenómeno novelizaciones.
Tiburón La venganza arrojó unos resultados tan bajos que hasta ahora,
nadie se ha atrevido a retomar la saga. Y puesto que hoy, revivir sagas con nuevas secuelas está de capa caída (nadie va a hacer “Tiburón 5”) y lo moderno es hacer un remake / reboot, y no creo que nadie tenga huevos a eso, por lo menos, en mucho tiempo, no creo que veamos más películas con la licencia oficial de “Jaws”… quizá sea mejor así.
-Para los que se van con la familia: Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana (1987)
Siento un cariño especial por la saga de los Griswald, y de toda la saga, esta segunda entrega es
mi favorita clara, la primera que vi.
Soy consciente de que el estilo del humor de Chevy Chase es veneno en España, mucha gente nunca le tragó, ni entendió siquiera su éxito. Les parece un sentido del humor zafio, estúpido infantil. Y hasta puede que lo sea, ¡que sé yo! Yo en cambio, solo sé que le tengo cariño, y que, cuando da con un director que logra contener sus muecas y delirios, está muy bien. Por ejemplo, su actuación en “Memorias de un hombre invisible” de Carpenter, me pareció bastante buena, hasta contenida.
Bueno, la saga de los Griswald no es virgen por este megapost, ya hablamos de la primera parte, en que los Griswald (el padre, Clark, la madre, Ellen, y los hijos adolescentes, Audrey y Rusty) viajaban a un parque de atracciones de Orlando en coche, porque Clark quería conectar con la “traidición americana”.
Y es que
Clark es un hombre benévolamente tradicional. Un tipo que considera que las cosas están bien como están y han estado siempre, un urbanita convencional, con una obsesión por esa conexión con la América rural y primitiva como celebración del tan ansiado sueño americano.
En esta ocasión, la película comienza con la familia jugando en un concurso televisivo (
El cerdo en la pocilga). Ya han ganado varios premios, incluyendo una moto, algún electrodoméstico, y vales de abrillantador para coches, pero Clark (en contra del consejo y el deseo de toda su familia) decide renunciar a dichos premios e intentar conseguir el Gran Premio, que nunca nadie en toda la historia del concurso, ha conseguido ganar: un completo viaje por Europa a gastos pagados. Se enfrentan a una familia de nerds, célebres exconcursantes veteranos, y consiguen ganar, como siempre lo consiguen todo: por pura casualidad.
El viaje a Europa se prepara con las escasas ganas de los hijos: a Rusty no le apetece nada la perspectiva de ir a un lugar aburrido como se figura que será Europa, y Audrey no quiere separarse ni un segundo de su estúpido novio, Jack. Ellen propone que vayan ella y Clark solos, pero este se niega de plano: la familia que viaja unida, permanece unida.
Me gusta especialmente la escena en que van en avión, y cada miembro de la familia
tiene una ensoñación sobre sus expectativas de las vacaciones: para Rusty, conocer la fama como cantante de rock, para Audrey, ponerse hasta las trancas de comida europea, para Ellen, codearse con la realeza (la escena en que los dos entran al palacio de Buckingam y se codean con Carlos y Diana como Pedro por su casa, con Clark rechazando a la princesa Diana porque “solo hay una princesa en mi vida, mi mujer” me sigue pareciendo un descojone) y Clark, en fin, sueña con un remake de Sonrisas y lágrimas, de felicidad y armonía familiar.
Me gusta tanto esa escena, que la he ripeado de mi VHS de videoclub, para ofrecérosla en mi canal de Youtube:
El paso de los Griswald por distintas ciudades europeas es solo una excusa para varias set pieces delirantes donde la familia crea el más completo caos a su paso, sin parar; algunas de estas set pieces, con mejor fortuna que otras, y jugando siempre con los equívocos de enfrentarse a una cultura diferente, en una época en la que
viajar fuera de tu país no era tan normal ni habitual como ahora, y el choque con otras culturas era más intenso que hoy, que estamos más globalizados; conducir por el otro carril en Inglaterra, la barrera idiomática de no saber francés, el ser víctima de los clásicos robos y engaños a turistas…
Probablemente mi trama favorita sea la de
La mujer en la ducha, y es que la noche antes de salir de viaje, Clark y Ellen se graban haciendo el amor con una cámara de vídeo, cosa que él promete borrar. No lo hace, por olvido, y cuando les roban la cámara, la filmación de su polvo marital acabará convertida en película porno del año en Europa, bajo el título de “La mujer en la ducha”.
Repiten Chase y D’Angelo, que de hecho creo, hicieron de pareja en todas las entregas. No así los hijos, que los
cambiaban en cada película. Si en la primera parte, a Audrey la interpretaba Dana Barron (de cuya carrera, se puede decir que pasó por Sensación de vivir, sobre todo) y a Rusty le puso cara un joven Anthony Michael Hall, aquí Audrey está interpretada por Dana Hill (dedicada sobre todo a la tele, y a poner su voz en pelis de animación) y a Rusty lo interpreta Jason Lively, que en los 80 protagonizó un par de títulos inolvidables (El terror llama a su puerta, El secreto de los fantasmas) pero cuya carrera tampoco fue más allá.
Entre los secundarios encontraremos a John Astin (el patriarca de la familia Addams original) o William Zabka (el inolvidable matón de Karate Kid, hoy recuperado para la serie Cobra Kai, y que aquí interpreta al imbécil novio de Audrey), o el grandísimo Eric Idle, haciendo un cameo impagable como comprensivo ciclista atropellado por Clark.
Yo la vi de niño por televisión con mis tíos y primos un sábado comiendo en su casa, y debo decir que me descojoné con toda ella como pocas. Conseguí tempranamente su VHS en un videoclub, por cuatro perras de entonces, y ni me lo pensé. Testimonio de ello ya he dado.
La siguiente entrega de la saga, “Socorro, ya es navidad” es simpatiquilla, haciendo hincapié de nuevo en la tradicionalidad de Clark intentando que su familia viva unas perfectas navidades americanas, mientras que “Viaje a las Vegas” no la he visto aún. Chevy Chase y Beverly D’Angelo son los únicos miembros del reparto que salen en todas las entregas, seguidos de cerca por Randy Quaid que interpreta al pariente de pueblo de los Griswald.
-Para los que se van de campamento: La tropa de Beverly Hills (1989)
Si normalmente películas ochenteras de campamento están asociadas a
un estereotipo genérico determinado (humor grueso, cuando no zafio, sexo como motor de las historias, y gente joven e irresponsable haciendo gilipolleces) quería probar este año con algo radicalmente distinto, que siempre sabe mejor la variedad.
La tropa de Beverly Hills es una cinta de 1989 que nos cuenta la historia de Phylis Nefler, mujer de la alta sociedad residente en el distrito de Beverly Hills. Compradora compulsiva y bastante superficial, está en pleno proceso de divorciarse de su marido, Freddy. Ambos se acusan mutuamente. Él la acusa de haber cambiado con los años, volviéndose frívola y pesetera, una mujer ligera de cascos que nunca acaba nada de lo que empieza. Ella le acusa de estar más pendiente de su trabajo que de su familia, y de haberla dejado de lado.
Phylis ha decidido emprender un reto: ser la monitora jefa del grupo de excursionistas de su hija Hannah: la tropa de Beverly Hills, perteneciente al grupo nacional de “Chicas montañeras”. La tropa de Beverly Hills está considerada como
la peor de todas, y siempre está en el aire el peligro de ser desarticulada, ya que la componen un grupo de niñas pijas insoportables, hijas de millonarios, estrellas de cine o dictadores militares, y ninguna monitora ha durado nunca mucho tiempo al cargo de semejante tropa de malcriadas antes de abandonar.
El liderazgo de Phylis contará con la firme oposición de la repelente Velda Plendor, jefa de las Plumas rojas, la tropa más condecorada y exitosa de las Chicas montañeras, cuya líder es su no menos repelente hija; para Velda lo importante NO es participar, sino
derrotar, humillar y expulsar a todo aquel grupo y a toda aquella jefa de tropa que pueda hacerle sombra. Ya desde el principio vemos que intenta deshacerse de la tropa de Beverly Hills y que considera las artes de Phylis una ridiculez, enviando a una subordinada (a la que trata peor que a un perro) a espiar a las chicas de Beverly Hills.
Lo cierto es que las tácticas, programas y entretenimientos de Phylis como jefa de tropa SON una ridiculez. La mujer tira a lo fácil. Por ejemplo, hay que acampar, pero se pone a llover cuando han montado las tiendas. ¿Y que se hace cuando estás de acampada y llueve? Pues irse a un hotel de 5 estrellas y tirar de talonario. Phylis les da a sus chicas cursos sobre cómo ir de compras por Beverly Hills, sobre cómo distinguir joyas buenas de otras malas… no será hasta el final, cuando, deprimida porque se da cuenta de que va a perder de verdad a su marido, al que realmente sigue queriendo, decida volcarse en
ganar una competición donde participàn todas las tropas de Chicas montañeras…
Shelley Long interpreta a Phylis. Long había saltado al estrellato como su papel de camarera en Cheers. Lo cierto es que, su relación con Malone (Ted Danson) dueño del bar, es, junto con la relación de David y Maddie en Luz de luna, uno de los mecanismos de las series que definirían, para las décadas siguientes (y aún todavía hoy) la llamada tensión sexual no resuelta: una relación entre dos personas cuyos caracteres son tan dispares, que es prácticamente imposible que, de hecho, se dé una relación mínimamente estable entre ellos, pero con todo, existe una atracción innegable.
Long también había triunfado en el cine con su participación en
Esta casa es una ruina, con Tom Hanks. La tropa de Beverly Hills fue su siguiente largometraje, y
todo parecía indicar que sería su siguiente éxito y que abandonaría definitivamente la tele por el cine… más no fue así. Con un presupuesto de 18 millones, no recaudó ni 9 millones, quedando relegada rápidamente a una película típica de sobremesa de fin de semana.
Dirigida por Jeff Kanew (todavía en activo como montador) Kanew fue responsable de dos títulos míticos de los 80:
La revancha de los novatos, y
Gotcha. En el reparto, aparte de Long y Craig T. Nelson como Freddy, tenemos, entre las niñas, a varias actrices que con unos años más llegarían a destacar a diferentes grados y niveles, como una joven Tori Spelling, o Carla Gugino. Aunque en España pasó sin pena ni gloria (yo la vi en una sobremesa veraniega en algún momento de los 90) en EEUU goza de cierto culto, y no hace mucho, hicieron
una reunión de reparto.
-Para los que se van con la novia o lo intentan: Persecución muy, muy caliente.
He perdido la cuenta de las veces que John Cusack ha aparecido en un top five veraniego. Son dos o tres, mínimo. Y es que este hombre
estaba en todos los fregados posibles.
En esta película, Cusack interpreta al universitario Dan Bartlett, que en vísperas de vacaciones de verano, se enfrenta a un examen de química que decidirá su futuro: su beca depende de ese examen y sin beca, no hay universidad. Por supuesto, siempre queda septiembre, pero Dan no cuenta con eso: en verano, su novia y su familia se van al Caribe y le han invitado a pasar las vacaciones con ellos. Playita, buena comida, un merecido descanso, sexo pre-matrimonial, y una buena oportunidad de estrechar lazos con su familia política, sobre todo con su suegro, que le considera poquita cosa para su hija. Dan no puede suspender, tal cosa no puede suceder, pues se perdería el verano de su vida y quedaría en ridículo ante la familia política…
La noche antes del examen Lori le visita, proponiéndole varios planes para distraerle, pero el muchacho decide quedarse a estudiar, con tan mala fortuna que al día siguiente llega con el tiempo justo y bastante despistado: en resumen, que
saca un 4,8 en el examen y tiene que recuperar. Apesadumbrado, le dirá a Lori que se vaya ella sola con su familia al Caribe. Poco después, su profesor se pasa para decirle que le considera un estudiante serio y prometedor, y que la discrepancia entre su valoración de Dan, y su mediocre resultado en el examen, quizá le ha llevado a ser injusto: en resumen, que le redondea la nota hasta el tan ansiado 5 que le garantiza al muchacho su futuro.
Dan sale corriendo hacia el aeropuerto para reunirse con Lori, pero el avión que va al Caribe pasa sobre su cabeza… es demasiado tarde. Tendrá que ir al Caribe por sus propios medios. Así comienza un auténtico viaje al infierno para el muchacho, todo para reunirse con su gran amor y tomarse con ella los prometidos días de vacaciones...
Tras varias peripecias con un grupo de afroamericanos de color a los que se les estropea el coche en las pedroñeras, en medio de ninguna parte, sin tener prisa alguna por arreglarlo o marcharse (tienen provisión de porros suficiente para resistir varios días) Dan
acabará enrolado con un marino loco, "Mac" McClaren (Robert Loggia) que va buscando el mismo barco donde van Lori y su familia; Mac es el típico viejo sabio chiflado que hace toda clase de locuras suicidas que le salen bien, y nunca sabemos, como tampoco lo sabe Dan, si le salen bien porque sabe lo que está haciendo, o por suerte, por casualidad.
Lo cierto es que, cada vez que sale, Loggia se come a Cusack y a todo el reparto derrochando carisma con un personaje de saldo.
Mientras tanto también seguimos a Lori y su familia, y al guaperas que viaja en el mismo barco y que intenta ligarse a la joven, aunque en mi opinión,
desde que sale el personaje queda claro que no es trigo limpio y que algo tiene que ver con las personas a las que Mac busca en ese barco para saldar una afrenta...
La película está dirigida por Steven Lisberger (el director de Tron y su secuela). En el reparto tenemos algún nombre conocido, aparte de Cusack y Loggia, como Ben Stiller (interpretando al otro pretendiente de Lori) o el carpenteriano Keith David. A Lori le pone rostro Wendy Gazelle, actriz bastante desconocida, que no trabaja desde 2009. Aquí está absolutamente adorable, y te crees que Dan pierda la cabeza y pase todas las penurias que pasa para estar 10 días de vacaciones con ella.
-Para los que se quedan trabajando en verano: Dirty Dancing (1987)
Resulta un poco absurdo ponerte a hablar de
una película que todo el mundo ha visto, una película que, como pocas, forma parte de una o incluso varias generaciones, una película cuyos momentos claves han sido homenajeados, parodiados y satirizados hasta la náusea... pero casa con temática y fechas, así que la he escogido.
Dirty Dancing nos cuenta la historia de la familia Houseman, que en los años 60 van de vacaciones a un complejo hotelero de Catskill Mountain. Entramos en ese mundo a través de los ojos de Baby (Jennifer Grey) una joven de 16 años, un poco hija de papá, y aún ingenua, pero con esa curiosidad juvenil que la lleva a meterse en todas partes, a curiosearlo todo, y a ver lo que la mayoría no ve.
Y es que ese delicioso complejo hotelero esconde muchos esqueletos en sus armarios en los que nadie repara. Como Johnny Castle, el profesor de baile, en quien Baby se fija apenas le pone los ojos encima. Es curioso como está planteado el asunto: a Baby intentan medio emparejarla con el hijo del dueño del complejo, y también le hace ojitos un camarero trepa, y todo ello está bien, entra dentro de lo previsible y permisible: pero lo de Castle no. Vemos a Johnny siendo reprendido, nada más llegar, con dureza: su trabajo es enseñar a bailar a las señoritas, y nada más. Las licencias de trato personal que se les permite (e incluso alienta) a los pomposos camareros, a él le están totalmente prohibidas.
Johnny acabará asociándose con Baby, ante el peligro de perder su empleo si no cumple sus compromisos al caer su compañera de baile, Penny, enferma, víctima de un aborto chapucero; la muchacha tendrá que aprender a bailar en pocos días, cosa nada fácil ya que se llevan a matar (los amores más queridos...). Tendrá lugar un entrenamiento poco menos que jedi para que, en un tiempo récord, la joven Baby pueda bailar profesionalmente y salvarle el culo a Johnny y a Penny. Y por supuesto, ya sabéis también el dicho, el roce hace el cariño.
Dirty Dancing nunca ha sido especial santo de mi devoción. Tengo muy buenos recuerdos de verla con mi tía (ella la tenía en vídeo y la veía en bucle, una y otra vez, quizá ahí acabé un poco harto de ella a edad temprana) pero no es una de las ochentadas por las que me bato en justa, duelo, o lo que surja. Tenemos una BSO top de la época, buenos secundarios (siempre recordaré a Jerry Orbach de FX Efectos mortales, y a Cynthia Rhodes de Runaway Brigada especial) y a Swayze convertido en estrella, aunque una estrella que se apagaría bastante pronto.
Y, por supuesto, soy fan del
final auténtico