El nuevo Gobierno de ZP no es continuista, como dice Mariano Rajoy. Es mucho peor que el anterior y representa nítidamente el triunfo del ala más radical de la Izquierda, es decir, de esa infame alianza PSC-PSOE que resume lo peor de la progresía instalada y lo más sórdido y esquinado del nacionalismo catalán o, lisa y llanamente, antiespañol. Poner a una pacifista de Québec, separatista de corazón y vacuoprogre de cabeza, al frente del Ejército es una auténtica prueba de fuerza por parte de quien está seguro de ganarla y no dejar ni los rabos del régimen constitucional de 1978, de esa Transición que realizó la clase política franquista –el Rey, Suárez, Fernández Miranda– y tuteló, claro, el Ejército de Franco, con el apoyo, claro, de Tarancón, liquidador de la Iglesia de la Cruzada, aquel vivero de incontables mártires pero que llegó a interiorizar como pecado el milagro de su supervivencia, coqueteaba con ambos lados del telón de acero según barrios y parroquias, prohijaba el nacionalismo antiespañol en las sacristías, daba ostentosamente la espalda a los que la habían salvado de los rojos y estaba recién pasada por el Vaticano II, es decir, hecha un lío. Pero, liada y todo, confusa, generosa y hábilmente, así trajo la democracia el bando vencedor de la Guerra Civil, el nacional.
Tras perder dos elecciones generales, la izquierda llega al Poder en 1982, con una estrategia no muy distinta de la actual. El fallido golpe del 23-F, que siempre me parecido un estúpido intento de rectificación manu militari de las debilidades de UCD y un serio aviso al PSOE, fue hábilmente reconvertido por éste, tras firmar la LOAPA, en feroz campaña electoral antimilitarista y anti-occidental: "OTAN, de entrada, no". También entonces González fagocitó al PCE, entonces de Carrillo, que pasó de veinte diputados a cuatro o cinco y fue la base prestada de su victoria. También entonces, al formar Gobierno, nombró al catalanista Narcís Serra ministro de Defensa (recuerdo la lívida imagen de FG y NS en su primer acto militar, un día de lluvia, en la Acorazada Brunete) pero entonces el PSC era aún el PSC-PSOE, y Serra el hombre de Tarradellas –al que la derecha civil y militar llegó a querer– para frenar a Jordi Pujol. Ahora acaba de publicar un libro sobre su política militar, que no sé cuál fue pero cuyos efectos están a la vista: desactivar cualquier protagonismo político de las FAS, loable propósito, para blindar un propósito menos loable: asentar el poder de la Izquierda en España por tiempo ilimitado, al modo del PRI mexicano. De su éxito en ambos sentidos, el bueno y el malo, no cabe dudar. De la leal colaboración del Rey, también en ambos, tampoco. Ahí está la condena a Manglano y la caída de Serra por las actividades ilegales del CESID, ese chusco ministerio paralelo de Defensa político-venérea, ese cuartel de invierno climatizado de la calle Sextante, esos 007 siempre al servicio de Su Majestad.
Por cierto, el abogado de Manglano contra Pedro Jota, léase El Mundo, que fue el periódico que destapó las escuchas ilegales "aleatorias" del CESID, es el mismo que hoy defiende a Gallardón contra mí, léase la COPE. Por supuesto, si alguien cree que eso tiene que ver con la agresión del Jefe del Estado contra mí delante de Esperanza Aguirre, sin duda se equivoca. Y si alguien cree que en la súbita gallardonización del PP de Rajoy no ha tenido que ver la Zarzuela, tampoco, digo también. Es tan absurdo como suponer que el Rey obligó al débil Aznar de 1996, tras superar el intento de Polanco de sustituirlo por Gallardón, a poner como ministro de Defensa a Eduardo Serra, alias "Serra el chico", en vez de Rafael Arias Salgado, que era el que estaba nombrado ya. No hay tampoco el menor paralelismo entre la campaña en las postrimerías felipistas de la pandilla de Polanco, Godó y Asensio contra una supuesta "conjura republicana" de periodistas y políticos antiprisaicos encabezados por Antonio Herrero, Pedro J. y García Trevijano, denunciada en La Vanguardia por José Luis de Villalonga (luego biógrafo del Rey bajo la supuesta amenaza de contar su vida privada, finalmente detallada por el prisoso e izquierdoso Abad) y la supuesta "pinza antimonárquica" denunciada por los mismos y formada por las juventudes de Esquerra Republicana... y yo. Nada que ver.
Pero lo que sí tiene que ver con la reedición de la II República, ahora con la muy acertada colaboración de Alfonso XIII, es lo de poner las FAS en las manos del PSC, el partido que ha liquidado el régimen constitucional español a través del estatuto catalán. Y Bermejo en Justicia. Y Rubalcaba en Interior. Y Alonso en el Parlamento. Y Rajoy, con Gallardón, en la Oposición. La Izquierda no se ha echado al monte, se ha instalado en él. Y ante esa fortificación militar cuanto civil, e institucional cuanto subversiva, la Derecha se ha echado atrás. O se ha venido abajo. O se hace la muerta para sobrevivir.