De atrás adelante, necesitan un punto de apoyo que justifique sus barbaridades y han optado por pertrecharse con un pasado mítico que nada tiene que ver con la historia real, una mezcla idílica que refuerza su raza, un mundo glorioso lleno de felicidad, que un malhadado día vinieron a robarnos los otros. Pasado ridículo, que nadie sabe fecha de comienzo ni de final. ¿Abarca nuestro paraíso Altamira, don Pelayo, los Reyes Católicos, las guerras carlistas, los últimos de Filipinas, los fusilamientos en las plazas de toros, los corruptos de la Gürtel? ¿De qué pasado hablarán estos gañanes, una historia de sangre y dolor que apenas si somos capaces de soportar con decencia sobre nuestras espaldas, tan parecida a la de todos los pueblos que han habitado el planeta Tierra? ¿O quizá somos mejores —o peores— que los asirios, los tártaros, los polacos o los aztecas? Farsa, pantomima, paparrucha.