El irlandés, empleado del Ayuntamiento de Dublín, murió el miércoles tras recibir varios disparos a quemarropa
La Gardaí sostiene que le confundieron con un miembro de la mafia
Muere un hombre de 50 años tras un tiroteo en la Costa de la Calma
19/08/2016
09:37
Era su quinta noche en Mallorca. Trevor O'Neill, de 41 años y empleado del Ayuntamiento de Dublín, acababa de salir con su familia del Hotel Bouganvillia. Llevaba poco más de cien metros andados cuando
le descerrajaron cuatro tiros, dos de ellos por la espalda, y quedó tendido en el suelo. El pánico se extendió a lo largo de la calle Santa Ponça y se reflejó en la cara de
sus tres hijos, delante de quienes acababa de ser asesinado. La Gardaí, Policía de Irlanda, sospecha ahora que le mataron «por error» al confundirle con un integrante de la mafia de su país.
«Por favor, por favor. Explicadle a la gente que él no tenía nada que ver con los Hutches, los Kinahans o la mafia. Nunca ha tenido problemas con la policía. Ha sido una confusión», rogaba ayer una de las familiares de Trevor al diario The Irish Sun. Es la misma hipótesis que baraja la policía irlandesa, que considera que O'Neill no era el objetivo del tiroteo que acabó con su vida en la noche del miércoles.
Fuentes de la Gardaí apuntan a que el atacante trabajaba como sicario para el clan de los Kinahan y buscaba a un miembro de los Hutch, presuntamente afincado en Mallorca.
Los agentes creen que el objetivo de los cuatro disparos era el hombre con el que el Trevor hablaba en el momento del tiroteo. Un compatriota al que habían conocido durante estas vacaciones en Costa de la Calma, según explicó la mujer del fallecido a la Radiotelevisión pública irlandesa (RTE), y que podía estar alojado en su mismo hotel.
«Habló con él sólo unos minutos porque ambos eran irlandeses, sin darse cuenta de quién era el otro realmente», señaló un testigo. Fue en ese momento, junto a un paso de cebra y de camino al restaurante en el que planeaban cenar, cuando Susan, la esposa de Trevor, vio a un hombre con capucha acercarse, sacar un arma y dispararle delante de ella y de los tres hijos que tenía la pareja, de cinco, siete y doce años.
Atentado
Los cuatro disparos se escucharon en toda la calle y sembraron el caos.
«La gente creyó que era un atentado, como en Francia. Corrían a refugiarse, se levantaban de las terrazas. Todos estaban aterrorizados», relató ayer Virtudes Ruiz, una vecina. La mujer relató cómo una de las camareras de un restaurante cercano salió corriendo, con el cambio de unos clientes en el mano, mientras gritaba:
«¡Terroristas, los terroristas están matando gente!».
En el bistró 800º los restos de la cena continuaban a mediodía sobre las mesas. La Guardia Civil acordonó la vía y les dio media hora para desalojar al medio centenar de comensales. En El Olivo se refugiaron los hijos del propio O'Neill y sus amigos cuando el desconcierto se apropió de la zona. «Entró una mujer y nos pidió que llamáramos a la Policía, no sabíamos qué había pasado. Oímos los disparos y creímos que eran petardos», explicaba ayer uno de los trabajadores. Apenas unos minutos después, clientes y transeúntes corrieron a refugiarse detrás de la barra e incluso llegaron a esconderse en la cocina temiendo que un terrorista andara suelto.
Hans Ludwig Kaufmann, propietario de una vinoteca a sólo unos metros del lugar del tiroteo, sólo salió cuando oyó a la gente gritar y les vio arremolinarse.
«El hombre estaba en el suelo, tenía la cara muy pálida pero no había ni una gota de sangre [una de las balas le atravesó el hígado y le provocó una hemorragia interna], y ya había mucha gente que le ayudaba», explicaba ayer.
Entre ellos estaba la dependienta de un supermercado cercano. «Estaba muy mal, no nos atrevíamos a tocarle. Sólo intenté darle fuerzas y ánimos mientras su mujer lloraba», recordaba. Le cogió la mano e intentó que resistiera hasta que los sanitarios llegaran. Pese a los intentos de reanimación del personal del 061, Trevor fallecía a su llegada a Urgencias del hospital Son Espases.
Precisamente la cajera es una de las múltiples testigos que la Guardia Civil interrogó aquella noche. Fue ella una de las que vio a un hombre con un chándal con capucha azul y el número 23 en blanco en la espalda. Pasó por delante de su tienda segundos antes de que escuchara los disparos. Después aún le vio pasar de vuelta hacia la playa. La Benemérita continúa la investigación y estudia las cámaras de seguridad cercanas a la zona por si captaron al atacante. Por el momento no se han producido detenciones.
Dos patrullas escoltaban ayer a su familia a la salida del hotel en el que se alojaban. Los familiares se trasladaron en tres taxis hasta el aeropuerto para regresar a Irlanda. De confirmarse las sospechas de la Gardaí, O'Neill sería el segundo fallecido por error en lo que va de año. El primero fue Martin O'Rourke, asesinado en Dublín de varios disparos el pasado mes de abril.
"Dedicado y muy trabajador"
El Ayuntamiento de Dublín, en el que O'Neill trabajaba, transmitió ayer su pésame por la muerte del que definieron como un empleado«muy trabajador y dedicado». «Estamos en 'shock' por su muerte», reconocieron al tiempo que señalaban que la guerra entre los clanes de la mafia irlandesa está «fuera de control». Trevor, que había descartado ir de vacaciones a Turquía porque consideraba que España era más seguro, era conocido en algunos de los locales de Costa de la Calma, donde desayunaba con su familia y tomaba una cerveza por las noches. Todo en la misma calle en la que se hospedaba y en la que falleció el pasado miércoles. Si se corrobora la teoría de la Gardaí, sería la décima víctima moral del hampa irlandés en diez meses, con ocho asesinatos en Dublín y otros dos en España, el primero en Marbella.