El hombre estuvo en el calabozo cinco horas, detenido por llevar un cartel que decía: "Este traje lo he pagado yo". Sucedió el domingo, durante la jornada electoral. La prensa valenciana –Información, Levante-EMV...– sólo da las iniciales del hombres: A.R.M.
Antes de ir a votar, el hombre se vistió y cogió el cartel mencionado. Se fue a su colegio electoral y allí votó tranquilamente, con cartel y todo. Luego se fue a Aldaia, "para tomar algo" con unos familiares. La periodista Laura Sena narra qué sucedió entonces: "En plena calle, junto a un colegio electoral, un hombre 'que llevaba una pegatina del Partido Popular' le dijo que no podía estar allí con esos carteles porque tenían 'connotaciones políticas'". El hombre le contestó que tan sólo era una frase, pero el otro avisó a la policía local. Cuando los policías llegaron le dijeron que se fuera. Dice el hombre: "Me negué a marcharme, porque no tenía motivo y tres agentes se me echaron encima, me esposaron y me metieron en el coche de la policía local".
El hombre explica que no es de ningún partido ni tiene relación con ninguna lista electoral, y que llevaba ese cartel porque el traje se lo ha pagado él y, como es verdad que se lo ha pagado, pues no ve que haya ningún motivo para castigarlo. Finalmente, el martes, el titular del juzgado de instrucción numero tres de Torrent decretó el sobreseimiento del caso. Al contrario de lo que presuponen los que lo denuncian, el hombre no cometió ningún delito ni infringió la legislación electoral. Ni siquiera se puede inferir que la frase sea una indirecta con relación al caso Gürtel y, por lo tanto, se pueda concluir intención de propaganda política justo el día de las votaciones. ¿Y por qué no se puede inferir ni concluir nada de eso? Pues porque, efectivamente, tal como el hombre dice, el traje se lo ha pagado él y el cartel no hace más que explicitarlo. La noticia me ha recordado aquel capítulo de Cien años de soledad en el que los habitantes de Macondo cogen la enfermedad del insomnio y poco a poco empiezan a olvidar los nombres de las cosas, cada vez más, de manera que, para no olvidarlos definitivamente, ponen carteles encima de los objetos: "mesa" encima de la mesa, "silla" encima de la silla, "reloj" encima del reloj, "cacerola" encima de la cacerola. Con un interés clarificador semejante, A.R.M. cuelga "Este traje lo he pagado yo" sobre el traje que se ha pagado, y estaría bien que, en medio del barrizal, los políticos que aun no hayan perdido el mundo de vista por completo hiciesen como A.R.M. y los habitantes de Macondo, y colocaran encima de cada objeto suyo un cartel: "Esta corbata la he pagado yo", sí, pero "este coche fue un regalo de Constructora Maquitrasa", "este reloj fue un regalo de Daniel López Esputo", "este piso lo compré a un cuarto del valor real gracias a Edificatrel"... Y así con todo.