He decidido salir del armario. Con Miguelitos.

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Pasaba la primera noche en Forks, aquel paraje alienígena confinado del mundo que observada como desde hacía siglos, su rutinaria tempestad de primavera. El viento espoleaba con ira hacia la desangelada habitación y tiranizaba de furia contra el viejo ventanal. Bella no podía dormir. Era un ruido ensordecedor. Las lágrimas habían ya dejado de caer por sus mejillas. Se sentía tan sola como una noche de verano sin estrellas, como un primer amor sin fulgurante escalofrío.

Al día siguiente, sería el centro de atención en el instituto. La chica nueva, la esperada hija del jefe de policía. "Y encima llego en marzo, a mitad de semestre para estudiar...¡genial!", maldecía malhumorada junto a la manta violeta, mientras a través de los auriculares escuchaba "It's a hard rain's a-gonna fall" de Bob Dylan. La lluvia caía con fuerza en su alicaido corazón y alma afligida. Eran las cuatro de la mañana. Quedaban solo dos horas para el primer amanecer que iba a ver en el pequeño pueblo brumoso. Pueblo maldito. No había nada allí para ella.

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