Con la mirada perdida y el melancólico rostro pálido, Isabella se preguntaba en ese primer día que había hecho mal para que el hijo menor de los Cullen en clase de biología, se comportara hacia ella de forma tan humillante. Lo buscó al día siguiente por todos los rincones; ella solo quería una explicación. Decidió plantarle cara. Pero Edward no apareció en muchos días: era un espectro cuya alma huidiza marchaba al infierno con Caronte, quizás para no volver jamás. ¿Tendría un pasaje solo de ida?
"Todo era...muy extraño", pensaba Bella a través de sus salvajes pensamientos y marchitados. Le carcomía por dentro que fuera por su culpa por lo que se habría marchado aquel individuo más pálido que ella, más raro que ella, más marginado que ella, más solitario que ella... y más hermoso que nadie.
Cuando llega la calma y aparecen los sueños infinitos, me reencuentro contigo, amada mía, porque aquellos que te odian, nunca encuentran la paz, y ese será su mayor castigo.
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