Espero no levantar ampollas:
Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal
En las décadas de los 50 y 60 hubo un auge en los Estados Unidos del género de la ciencia ficción en la que diversos autores aprovecharon para denunciar algunos aspectos sociales e históricos que acuciaban por aquel entonces, a parte de asentar muchas de las bases que todavía se utilizan a día de hoy. Así, fiel al espíritu pulp de Indiana Jones, el director Steven Spielberg y el productor George Lucas deciden enmarcar esta película en esos terrenos. Se utilizan elementos como el pánico nuclear, estudios parapsicológicos e incidentes famosos concernientes con algunos supuestos avistamientos alienígenas que el guión enlaza con elementos más tradicionales del género de aventuras como es la búsqueda de una civilización perdida, en este caso la ciudad de El Dorado, construida según las leyendas enteramente de oro. Fiel también al espíritu aventurero del género, Indiana tendrá que afrontar diferentes obstáculos, acertijos y conflictos físicos para poder conseguir sus objetivos, ahora con la inesperada ayuda de Mutt (Shia LaBeouf), un muchacho que le inicia en la búsqueda de las Calaveras de Cristal.
La historia intenta encadenar ambos conceptos, los de ciencia ficción y los de aventuras, y se produce una mezcla formal rara que devalúa al trabajo de dirección de Steven Spielberg. La fotografía de Janusz Kaminski apuesta por unos tonos quemados con un aire general tirando a lo onírico que responden al tono de ciencia ficción de la historia y que da a la imagen un aire más digital de lo que seguramente es en realidad. Por otra parte el diseño de producción de Guy Hendrix Dyas intenta potenciar el sentido exótico del género de aventuras con unos escenarios a veces de plató y otras reales. La combinación de ambas direcciones no cuadran, como si cada departamento estuviera trabajando en películas distintas, y eso hace que la película no sea visualmente atractiva, hecho problemático en un tipo de producción que se apoya en gran medida en su aspecto visual. También tiene ciertos problemas de guión: necesita algo más de garra. Llegados a un momento de la narración la película toma unos derroteros cuestionables, y hay varios personajes con poco que aportar y mucho que adornar. En algunos casos se busca la espectacularidad en las escenas de acción para suplir una falta de inspiración a la hora de encadenar obstáculos, y se tiende a un didactismo narrativo en el que el director comete el error de mantener a los personajes parados delante de la cámara mientras sueltan sus discursos. Aunque los diálogos no carecen de interés hay una falta de dinamismo en la imagen. Aun así Spielberg demuestra el genio que es planificando. A parte de que la película tiene un ritmo excelente, sobretodo en su primera mitad, las escenas de acción están bien narradas y durante las dos horas de duración de la película hay varios momentos visualmente mágicos. A pesar de los puntos más flojos, el guión también ofrece ideas buenas que solo tienen cabida en este tipo de películas, y no se olvida de retratar toda una época histórica marcada por una iconografía muy concreta. La relación de alumno-profesor entre Indiana y Mutt funciona a las mil maravillas, y para ello ayuda mucho el retrato del arqueólogo como un héroe crepuscular conocedor de sus limitaciones físicas, por lo que la ayuda del personaje de LaBeouf le servirá para salir de más de un aprieto. Por otra parte, Ray Winstone se pone en las botas de "Mac" George Michale, un arqueólogo compañero de fatigas de Indiana con una malsana codicia que le hace sacar lo peor de él. Cate Blanchett tiene una excelente presentación como la parapsicóloga de la KGB Irina Spalko, pero su personaje se desdibuja a medida que avanza la narración. Al final resulta un poco desaprovechado, pero eso no quita la presencia magnética usual en la actriz que la convierten en unos de los mayores atractivos de la película. No tan bien parada sale Karen Allen como Marion Ravenwood, un viejo interés romántico de Indiana al que le falta una mayor definición al personaje y una aún mayor presencia por parte de la actriz. Aunque se entiende la aparición de ese personaje considerando el papel de Indiana en la historia, Allen resulta de lo más flojo del conjunto.
Como es habitual en Spielberg, John Williams vuelve a componer la banda sonora. Tonos etéreos para dar personalidad a las calaveras de cristal en "Call of the Crystal", sonidos entre juveniles y enérgicos en "The Adventures of Mutt" y por supuesto la emblemática "Raider's March" como tema principal e inmortal de la película.
En muchos aspectos "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal" parece un remake edulcorado de "En busca del arca perdida" (Steven Spielberg, 1981), cogiendo ideas y moralejas parecidas pero con una ejecución no tan lograda. Ahora bien, en su centro hay una película distinta con un personaje también distinto: lejos quedan los días de juventud para Indiana. Aquí nos presentan un personaje que lo que pierde en vitalidad lo gana en ingenio y experiencia, y esto más que otra cosa le hace salir bien parado de sus apuros. El personaje no deja de ser alguien más enamorado de los misterios de la historia que de la acción propiamente dicha, y es aquello lo que le mueve en sus aventuras. Se podría considerar una figura heroica a su pesar, y no le ayuda ser testigo del imparable paso del tiempo. Toda película está llena de decisiones que provocan que la historia tire por un camino u otro. Son decisiones que en el fondo gustarán más o menos independientemente del resultado de su ejecución. Una buena idea puede estar mal ejecutada y otra pésima puede funcionar perfectamente, si esta bien conducida. Una vez superado este punto, la película ofrece todo lo que se espera de ella: acción, aventuras, momentos asombrosos, un protagonista con una carisma imperecedera; todo ello orquestado por George Lucas y Steven Spielberg, quien todavía deja deslumbrar su talento a pesar de los fallos en el conjunto global de la película. Muy recomendable.