Respuesta: Iron Man 2 (2010)
El principio del ¿fin?
Iron Man, como comenté en la primera entrega, nunca fue un superhéroe conocido o tanto como otros que gozan de prestigio, fama y aplauso. Pero mira tú por donde, al igual que en el último segundo Tony Stark se daba a conocer como tal y acaparaba la fama y atención de los reporteros así sucedió con los espectadores del mundo entero convirtiéndose en alguien que pasó del anonimato al reclamo popular y no era para menos: tenía todos los ingredientes para convertirse, por derecho propio, en un éxito asegurado y así fue lo que sucedió. Y como suele suceder en la mayoría de ocasiones las secuelas nunca tardan en llegar y menos cuando todo el mundo va a ser fiel a la cita.
Pero como suele suceder a su vez en la mayoría de los casos y tal como reza el dicho "segundas partes nunca fueron buenas" y aquí se cumple a rajatabla tal tagline. Y lo más gracioso del caso es que la película que aquí contemplamos no empezaba nada mal. Colocaba las cartas de presentación muy bien expuestas: un villano con cierta presencia, unos títulos de crédito enfocando quien será el nuevo villano y la supremacía de un héroe confiado de sí mismo, encantado de conocerse y sabiendo que cuenta con el beneplácito de las masas que aclaman al nuevo héroe de la función como un salvador del mundo con la dicha de saber lo que hace. Pero las cartas vuelan demasiado pronto y lo que parecía premonitorio de un espectáculo con más medios y mayor enfoque se torna un producto rematadamente aburrido, insulso si se quiere darle mayor importancia y lo que es peor: sin un ápice de garra.
Ese es el mayor mal de Iron Man 2. No sucede nada a lo que aferrarse. Favreau, volviendo a retomar las riendas de la dirección (y agenciándose un personaje que ya apuntaba maneras para resultar cargante e innecesario) prefiere darle una supuesta profundidad emocional a las relaciones entre Tony Pepper, como si eso fuese necesario o fuese a darle mayor calado a su historia cuando todo lo contrario: la guerra de sexos tan bien expuesta y perfilada, por contar con cierta inocencia que rememoraba a las screwballs comedys aquí se convierte en una especie de matrimoniadas sin atino, con el ojo puesto en una rutina plana, cargada de excesos y además de problemas que no eran necesarios. Pero el director se crece, cree poseer el elixir de los buenos guiones y aquí derrocha inutilidad patente.
Porque ahora está mal visto que las películas de héroes de comic sean más blandas, más sencillas, más eficaces, más al grano, con la dosis justa de aventura, epicidad, suspense y sin necesidad de diálogos rimbombantes, problemas y estados de ánimo discordantes. Ahí radicaba el acierto y la originalidad (en cierta medida) de la primera entrega. Se despojaba de todo lo superfluo, era mucho más directa, no necesitaba cargar al protagonista de emociones románticas cargadas de acidez y se le dotaba de un carácter cool y colocándolo en una serie de aventuras varias, a cual más divertida y atractiva para deparar la batalla final, uno contra uno en una explosión de fuegos de artificio logrados. Pero una cosa son las licencias cinematográficas (porque todo hijo de vecino que se precie cuenta con ellas) y otra muy distinta que toda la película sea una licencia perenne y ahí radica el fallo y el craso error de esta secuela innecesaria se mire por donde se mire.
Personajes planos para una historia poco agradecida
Para empezar contamos con un villano totalmente desaprovechado. Mickey Rourke intenta parecer fiero pero prefieren convertirlo en un monstruo de feria, docto en la materia pero sin intención de convertirlo en un villano digno de mención. Y es una verdadera lástima porque el actor (y su personaje) se esfuerza pero acaba siendo eclipsado por el otro villano de la historia: un Sam Rockwell demasiado cargado de histrionismo, impertinentes diálogos y demasiado egocéntrico como para acabar resultando creíble (más de dos y tres veces acaba sobrepasando el límite de la paciencia). Si a todo esto le añadimos circunstancias cómicas que parecen estar puestas para forzar la risa tonta o cómplice en demasía acaba deparando un lastre para el tono de la película porque no hay cosa peor que forzar una risa. En el cine funciona pero su eficacia es efímera y por lo tanto acaba pasando factura.
Y si los villanos de una película con estas dimensiones no funcionan todo el montaje se desmorona, no tiene consistencia. Y no se puede negar que el intento de convertir robots automatizados en armas letales es interesante (con cierto aroma a Robocop 2 sólo que ampliando el propósito) pero acaba siendo algo que llega demasiado tarde. Porque estamos hablando de un título que adolece además de otra de las normas establecidas para productos similares: contar con poquísimas escenas de acción en metrajes dilatados rellenos con diálogos burdos, situaciones que no logran captar la atención y con historias que poco o nada funcionan. Porque se pueden contar las escenas que contiene la dosis justa y son tres:
1) la lucha entre Ivan Vanko e Iron Man en Monaco, donde su presentación con el traje destruyéndose por el fuego de la electricidad es un deleite, al igual que la nueva propuesta como ese maletín gadget que acaba convirtiéndose en el traje, aparte de contar con una pirotecnia y unos efectos muy logrados (pero rellenos con una comedia tonta que resta el tono trágico del momento), 2) la pelea entre Iron Man borracho y pre War Machine en la casa del primero, que cuenta con todo lo que no debe ser una pelea, cargado de humor bufo, vergonzoso, chirriante y a destiempo y 3) la persecución en la Expo y la pelea final que aparte de corta es poco agraciada.
Que un filme de casi 2 horas de duración se torne en un serial por episodios que no funciona en conjunto y sólo en pequeñas píldoras demuestra que puede que haya una nueva era pero no toda está bien enfocada o bien expuesta. Porque aquí no hay aventuras, no hay control, no hay interés por fascinar o convencer. En la primera entrega no hacían falta escenas rematadamente espectaculares, sólo con contener la dosis bien enfocada de aventura y encanto ya era suficiente. Y sino sabían mantener el interés al construir el nuevo traje, o intentar escapar de una emboscada, salvar a las víctimas de un grupo terrorista y así, sin necesidad de forzar la máquina, se lograba llegar al final habiendo salido airoso de la batalla.
Piezas de un puzzle sinsentido
¿Realmente a alguien le importa o interesan las batallas empresariales entre Stark y Pepper? ¿Alguien siente el más mínimo interés porque Hammer logre dominar el mundo con su nueva maquinaria? ¿Acaso interesa la historia del padre de Ivan? Aparte de que toda la subtrama como punta de lanza o nuevo punto de partida para Los Vengadores está puesto con calzador, muy forzado aún entendiendo las razones del porqué, a pesar de que Scarlett Johanson siempre será un buen reclamo, ya sea de cuerpo presente o dando saltos acrobáticos para demostrar lo eficaz y letal que puede llegar a ser.
Si a eso le añadimos lo bochornoso que puede llegar a ser toda la parte de Stark borracho en su propia fiesta disparando a las botellas demuestra que no supieron coger el toro por los cuernos y mucho menos saber qué hacer con un material que contaba con todas las papeletas para saber darle el enfoque, el tono y el resultado necesario para ser una, como mínimo, correcta secuela. Y aunque es agradable ver una pincelada del pasado de Stark (hijo) con videos secretos con un Howard que emula/recuerda a Walt Disney (quien le iba a decir a este que su apellido se acabaría convirtiendo en el poseedor absoluto de tamaño imperio de franquicias) no se convierte en el salvador de tamaño despropósito. Lo peor de todo no es que la secuela sea de lo peorcito que haya deparado la casa Marvel. Es que la tercera entrega sigue más o menos los mismos pasos. Pero como siempre sucede, la distancia hace el olvido.