Respuesta: Jane Eyre, con Michael Fassbender
La huida del infierno que conduce al refugio de John Rivers, previo paso por una lluvia torrencial purificadora
La última
Jane Eyre que nos ha dado el cine es una adaptación algo vaga, bien por un pulcro apego a las comas originales de Brontë, sin atender a presionar con mayor fuerza las teclas esenciales del relato, que despejen al público el camino hacia el fondo del mismo, o quizás debido a un montaje final que según declaraciones de Adriano Goldman (con un excelente trabajo a pesar del exceso de grano y falta de detalle en algunos momentos de escasa luz en interiores), difiere de las intenciones de partida, desconozco si por un cambio en el rumbo del proyecto durante su producción o a causa de un remontaje realizado en despachos.
Es por esto que he encontrado muchas dificultades para penetrar en la mente de los personajes, no digamos ya alcanzar una empatía con su tormentosa relación, volviéndose imprescindibles para reducir esta desconexión, la partitura de Dario Marianelli y las exteriorizaciones emocionales a través de lo climatológico. Variar además la estructura original haciendo que la historia arranque con la fuga de la protagonista, convirtiendo dos tercios de la narración en un flashback, desvía la mirada del romance para depositarla sobre el suspense, algo que se mantiene hasta casi el desenlace.
La muñeca, la niña y la mujer; en escala visual, la represión femenina en Jane Eyre remite tanto a las normas victorianas como a la tiranía de un hombre desesperado
Aun con todo, no falta ninguna de las señas de identidad que deben estar, expresadas con más o menos detalle. Las convicciones morales-religiosas de Jane y su temor al infierno espiritual, produciéndose por ello una tensión en su relación con Rochester, siempre acompañado por la imagen del fuego y del mal encarnado en su anterior matrimonio, en su deseo de salvación material manteniendo una relación inmoral. Rochester es víctima de haber convertido su castillo en una prisión para su esposa, un espacio donde el vuelo de un ave queda interrumpido por los disparos de su arma, siendo este aspecto de Jane, siempre enmarcada frente a ventanas (abiertas o cerradas según el momento de la historia), el que atrae al amo de Thornfield
(1).
La fidelidad a si misma es lo que mueve en todo momento al personaje principal, tanto en su negativa a adoptar una posición relegada en su convivencia con él, anulándose como persona, como en disputar el rol femenino dominante
(2) al margen de lo correcto, compartiendo la fatalidad. En el personaje conceptual de Sophie, siempre en silencio, siempre en segundo plano, vemos el reflejo de la primera idea. Pero no solo ella funciona como alter ego de Jane. Bertha Mason es la proyección de lo segundo y comparte con la protagonista, descrita en múltiples ocasiones dentro de los parámetros de lo sobrenatural, el elemento gótico
(3). Solo cuando Rochester consiga desembarazarse del demonio que lo influía, cayendo en una desgracia relativa, se producirá el reencuentro con un ente etéreo e invisible a sus ojos que
brillan como brasas (
"which burn as red as coals", en el original), en ese fantasma que habitaba Thornfield atormentándole y que ahora regresa para guiarle
(4).
__________________________________________________
(1)
”I can see in you the glance of a curious sort of bird through the close-set bars of a cage, a vivid, restless captive. Were it but free, it would soar, cloud-high.”
(2) Una presencia de mujer preside la estancia a través del cuadro. Tras el incendio, solo quedará un marco encuadrando la muñeca quemada.
(3) La explosión de ceniza supone un precedente al desenlace de Bertha, la esposa de Rochester, en torno a las fuerzas desatadas que luchan contra el encarcelamiento.
(4) La aparición final de Jane salva a Rochester de convertirse en ese espíritu errante del que hablaba la joven en su narración a Adèle. Una bestia que posee a perros y caballos, acechando a los viajeros (precisamente de este modo se presenta el personaje ante el espectador y la protagonista).