Estilizadísima excusa para ver al amigo Keanu masacrando malosos sin apenas mover un músculo facial. Me ha parecido una película sencilla, con encanto, con el principal fallo (eso sí) de caer en el molesto síndrome del final estirado (el corte final con lo de la lluvia, con nuestro hombre internándose en la sombra, hubiera quedado genial, pero tiene que meter la chorrada esa de la perrera). Son los mismos clichés de siempre; fatalismo criminal, códigos de honor y de amistad frente a lo nuevo... que ya eran viejos cuando Melville y Peckinpah, pero reciclados por enésima vez, en forma de macarrada de acción con musicote y estética de videojuego.
Los dos frikazos que han hecho ésto disfrutan luciéndose con lo visual; esperaba alguna virguería más allá de los colores chillones, pero la acción (lo fundamental en estos casos) la encuentro irreprochable. Saben a lo que van (molonidad, hostias y plomo por doquier), y lo cumplen sobradamente. John Wick es un puntazo; mezcla de profesional meticuloso y de criatura mítica, al igual que los personajes que le rodean, con ese rollo totalmente autoconsciente de no necesitar ni presentación, conformando un microcosmos criminal pelín surrealista donde no falta cierto humor (el policía del principio, el hotel, el club con sus “reglas”...).
Se agradece el desfile de cameos de gente molona, por cierto. Por mí, que hagan todas las secuelas que quieran.