Muy lentamente con menos velocidad que una tortuga , muchos instigadores del odi , empiezan a ver las barbas del vecino y la realidad incuestionable que lleva esta secta...
Prologando el desastre
Daniel Gascón, brillante intelectual aragonés crítico con el procés, describió el otro día en El País las consecuencias del conflicto entre el independentismo catalán y el Estado español con una metáfora a la vez sencilla y profunda. “De los bancos a los matrimonios, pasando por los sistemas políticos, casi todo se estropea de la misma manera: primero poco a poco y luego de repente”.
En efecto, un largo periodo de conflictividad sorda, constante e insidiosa precede siempre al hundimiento de bancos, matrimonios o sistemas. Sólo cuando se produce el colapso se entiende que aquel largo periodo de conflictividad menor era el prólogo del desastre. El final del procés no será la independencia de Catalunya, sino el colapso de la democracia española (ya no es descartable que sea traumático).
Dos factores impiden a mucha gente hacer una lectura pesimista de lo que está sucediendo. Por un lado, la cultura del happy end, dominante en Occidente, convierte en insoportables los relatos con final negativo. Y por otro lado, la falta de experiencia trágica de las generaciones actuales.
Para la inmensa mayoría de nosotros, la Guerra Civil fue una película de buenos y malos; un western. Excepto los ancianos que sufrieron la guerra, nadie puede imaginarse realmente lo que significó aquel desastre. El dolor que causó. Los infortunios y desgracias. Eso explica la insensatez incendiaria de los jóvenes líderes españoles.
Todo el mundo juega a tensar la cuerda como si la cuerda fuera irrompible. L’estaca de Lluís Llach se canta en Catalunya por estética revolucionaria, ya que nadie (ni, por supuesto, el autor de la canción) se imagina lo que es realmente una revolución: pasa como un camión por encima de todas las generaciones que en ella participan; y las aplasta.
Con una alegría insensata muchos catalanes quieren convertir las vísperas de Navidad (antes eran días de tregua) en un nuevo capítulo del esteticismo revolucionario. Un rupturismo tan inútil como egocéntrico.
Un rupturismo de orgullo herido que sembrará más malestar; que perjudicará objetivamente a los líderes encarcelados; que regalará argumentos al tremendismo judicial contra el independentismo; que puede destrozar el único y precario sendero de diálogo; que sólo servirá para ocultar el retroceso objetivo del unilateralismo (hace más de un año que está derrotado, sin norte, pero la cortina de lágrimas por los presos lo disimula).
Humillar a Sánchez, ¡qué gran victoria! Considerar una provocación que su Gobierno se reúna en Barcelona: ¡qué manera de dar la razón a quienes describen el catalanismo como un delirio victimista! Facilitar el camino al tripartito de derechas incendiarias, ¡qué formidable estrategia! Banalizar el derecho a la protesta en un momento crucial del conflicto, cuando nuevos y fortísimos actores entran en escena: ¡qué manera de desperdiciar las oportunidades que ofrece la democracia! “Nunca se practica el mal tan a fondo y tan alegremente como cuando se ejerce como una obligación de conciencia” (Pascal, Pensamientos).
Prologando el desastre, por Antoni Puigverd
Antoni Puigverd (Animador del process )