El Bancopolio, amenazado
“Que no, José Luis, que quien te ha dicho eso no tiene ni idea de cómo funciona esto. ¿Quieres saber lo que pasaría si mañana el banco anuncia que se cancela el dividendo para este año? De entrada, la acción se hundiría; en seguida se contagiaría a los demás bancos del sistema y probablemente el IBEX sufriría una caída mayor que la de octubre de 2008. En segundo lugar, ¿cómo crees que respondería el mercado ante nuestros vencimientos de deuda y todas las nuevas emisiones? Por último, yo no sé si eres consciente del terrible daño que se infringiría al consumo si dejáramos de proveer de dividendo a los pequeños ahorradores españoles. ¿Cómo te crees que paga la gente las vacaciones o la Navidad, ahora que ya no hay bonus?”
El statu quo pensó que ofreciendo en sacrificio la casa de lenocinio en que se habían convertido las cajas en la última década los “dioses” se calmarían. De hecho, a algunos banqueros se les hicieron los ojos chirivitas pensando en la enorme cuota de mercado que ganarían y encima a precio de saldo.
Pero ni la crisis remite ni los presidentes de los bancos miran más allá del corto plazo. Así, un Gobierno débil, desinformado e incompetente –espejo de una España hedonista, telecinquera y progre de salón- ha sido el medio más eficaz para transformar nuestra moribunda partidocracia en un bancopolio que, afortunadamente, empieza a resquebrajarse, aunque quizá demasiado tarde para salvar los muebles de nuestra economía.
¿Lo que es bueno para la banca es bueno para España? (1) No cabe duda de que la fábula de que “la banca española es la más solvente del mundo” permitió en los primeros años de la crisis que nuestros bancos más importantes mejoraran su liderazgo y cuota de mercado con significativas compras y adquisiciones en mercados tanto emergentes (Brasil, Turquía, China, etc.) como consolidados (Gran Bretaña, EEUU). Pero hemos llegado al final del camino con las cuentas públicas exhaustas y la economía real en plena desintegración. Al final, General Motors tuvo que ser intervenida por el Estado americano como la banca española también lo será, bien por el FMI, bien por el EFSF (puesto que el Estado español ya no da más de sí).
¿Y por qué? Porque mientras todo esto sucedía el activo de la banca no reconocía el valor real de casi un billón doscientos mil millones de euros de riesgo afecto al ladrillo: unos 450.000 millones prestados a promotores y constructores, y unos 700.000 a particulares a través de hipotecas. Con un paro que rondaba el 20% ya al cabo del primer año de la crisis, y un brutal aumento del gasto público que disparó el deficit e hizo crecer la deuda a velocidad de vértigo sin apenas efecto en el crecimiento, las alarmas se dispararon entre los inversores internacionales.
Pero el Gobierno encontró un buen argumento para dejar tranquilos a los mercados: 1) En España no hay dación en pago, por lo que la mora hipotecaria es baja y lo va a seguir siendo; 2) las constructoras españolas están muy internacionalizadas y, salvo alguna excepción, son capaces de dar servicio a la deuda e incluso de devolverla; 3) el crédito-promotor es más problemático pero con todo el colchón de provisiones el sistema financiero está a salvo. Además, “¿de verdad creen que el suelo vale cero? Intenten comprar por cero un suelo y ya verán lo que les dicen…” (así respondieron en Londres los funcionarios del Banco de España a los inversores más escépticos hace unos meses).
Además, el BCE suavizó las tensiones con sus barras libres de liquidez y con la vuelta a los tipos bajos (aunque a muchos les parezca que el 1,5% sea un tipo alto, no me negarán que es históricamente bajo), lo que permitió a la banca seguir generando importantes beneficios incluso en este escenario de crisis profunda.
Pero también el Gobierno hizo su parte: Por un lado, modificando leyes de tapadillo, como la que les permite valorar el suelo urbanizable por sus supuestas expectativas y no como suelo rústico, o como aquella otra que ha favorecido la supervivencia de cientos de inmobiliarias a pesar de estar en causa de disolución. Por otro lado, haciendo la vista gorda ante la manipulación de las estadísticas de los precios de la vivienda, que recogen caídas muy inferiores a las reales –de esa manera evitan dotar más pérdidas-. Además, han consentido la utilización de financiación del tipo subprime para la venta de los pisos de sus balances; o la aprobación de convenios para superar concursos de acreedores (como el de Martinsa Fadesa) que constituyen una auténtica burla para la ciudadanía. Incluso el Estado se ha visto obligado a avalar sus emisiones y las renovaciones de los vencimientos de todo tipo de entidades. Por último, hemos destinado una respetable cantidad (aunque ínfima a tenor de la gravedad del problema) a través del FROB para reforzar los fondos propios de las entidades.
Pues ni con esas ha sido suficiente. Y es lógico: ¿Cómo pretenden que alguien se crea que la vivienda sólo haya bajado un 18-20% al cabo de tres años y medio de crisis? ¿Qué fiabilidad tienen las cuentas de las entidades si cada vez que cae alguna caja –CCM, CajaSur, CAM- resulta que eran “lo peor de lo peor” y su mora real superaba al menos tres veces la reconocida? ¿Quién se va a creer que es un problema “coyuntural” cuando la tasa de paro sigue en aumento y el PIB crece –y eso que está bien cocinado- entre el 0 y el 1?
Mientras tanto, durante estos cuatro años que llevamos de crisis, y gracias a las múltiples ayudas arriba mencionadas, el conjunto de las entidades de crédito del país ha obtenido entre 15.000 y 20.000 millones de euros de beneficio por año. El sentido común, la responsabilidad y la decencia invitan a pensar que las entidades habrían llevado estos beneficios a reservas, con el fin de recapitalizarse y así protegerse frente a lo que pueda venir, además de liberar al Estado de las ayudas y cargas mencionadas, ¿verdad? Pues no. Nada más lejos de la realidad. Han repartido dividendo (obra social, en el caso de las cajas) a tutiplén. ¿Y por qué? Pues léanse de nuevo el primer párrafo de este post. Pero no olviden una cosa: todos y cada uno de los españoles hemos subvencionado los cuantiosos dividendos que los accionistas de los bancos (o la obra social de las cajas) han recibido durante estos años.
Sin embargo, algo está cambiando. Entre el martes y el viernes pasado han trascendido tres noticias que pueden hacer tambalear el bancopolio:
La primera, la noticia de Expansión que advertía que “los populares forzarán a las entidades a asumir el valor real de los activos de mala calidad. Después se acometería una segunda ronda de recapitalización con fondos europeos”. Europeos porque no queda otra: en España no hay ni un duro. ¿Buenos propósitos que veremos en qué quedan cuando lleguen al poder? A lo mejor simplemente se adelantan a lo que consideran ineludible…
La segunda, la advertencia de Durao Barroso: Recapitalización sí, pero, de entrada, que los beneficios de los bancos se destinen lógicamente a recapitalizar y no a dividendo. Verde y con asas. (Ni a la AEB ni al Gobierno les gusta, ¿extraño?)
La tercera: el FMI viene por aquí esta semana a hacer sus propios test de estrés de la banca, “para hacer un seguimiento de la labor supervisora (o sea, del Banco de España), y evaluar las eventuales necesidades de fondos de las entidades financieras españolas”.
Ya no somos tres o cuatro blogueros semidesconocidos: la mierda rebosa la alfombra, el atasco en el WC se desborda hace tiempo, y aunque aquí hagamos como si no huele (quizá nos hemos acostumbrado) cada vez que entra en el piso uno de fuera nos mira con la misma cara de sorpresa que pone el bombero que accede, alertado por los vecinos, al hogar de uno de esos ancianos afectados por el síndrome de Diógenes.