Finalmente la he visto este miércoles, y en mi sala había bastante gente. Además, el público era en su gran mayoría gente de sesenta para arriba, que se supone que es la mayor consumidora de medios conservadores, por lo que se cumple lo que yo ya dije: los que braman a los cuatro vientos que no van a ver la peli, tampoco irían a verla en caso de no haber existido 'boicot'.
En cuanto a la peli en sí, la verdad es que es muy flojita. Aunque curiosamente no es a Azcona al que más se echa de menos, sino al brío, la viveza, la química y la frescura que tenia el reparto original en 'La niña de tus ojos'. Aquí en cambio están todos aletargados, desganados, recitando por turnos los diálogos (que no son para nada malos) más por compromiso que por intención de parecer que interactúan entre ellos, sin ser apenas capaces darse pié de manera correcta unos a otros. La decadencia física de muchos de los actores aumenta esa sensación de reunión de viejos amigos que ya no tienen nada que decirse. Vale que son los años 50, y tras la guerra, posguerra, y en mitad de la dictadura, hay pocas ganas de juerga. Pero oigan, que también estamos al comienzo de la era de las superproducciones rodadas en España, una época en que Ava Gardner y sus amigos de Hollywood iban cerrando cuantos garitos, tablaos flamencos y ferias encontraban a su paso. Aún quedaban cartuchos por gastar, vamos.
Sobre esa quietud general, lo mismo puede decirse de la dirección de Trueba: lánguida, escandalosamente perezosa a la hora de mover la cámara o cambiar de plano, y con un montaje que a veces rivaliza con el Sherlock Holmes de Garci a ver quién deja más tiempo sobrante entre planos por delante y por detrás. Y luego está la trama de Antonio Resines, que parece pertenecer a otra película, hasta que Trueba fuerza la manera de hilarlo todo intentando repetir de alguna manera el tercer acto de 'La niña de tus ojos' (que era por cierto lo menos conseguido de aquella cinta).
Zbignew Preisner, por su parte, se revela como una elección equivocada para la BSO, en cuanto que su estilo no encaja ni con el film ni con la parodia de música orquestal a la española que se intenta introducir. José Luis Alcaine nos demuestra casi que ya chochea definitivamente y entrega una imagen casi de culebrón o miniserie histórica de TVE, con una luz completamente plana y sin ninguna expresividad.
La pena es que luego tanto el reparto como Trueba tienen tímidos momentos de resurgir, incluyendo una escena musical que, de tan hermosa, destaca aún más el buen film que pudo haber sido y nadie tuvo ganas de hacer. Luego queda alguna sorpresilla de reparto medio aprovechada, algunos planos bastante interesantes que afloran de cuando en cuando, y poco mas.
En definitiva, una pena, porque había material de sobra para una secuela más que digna.
Un saludete.