De hecho, el criterio más determinante para elegir textos de lectura no es tanto el vocabulario como la sintaxis. Un diccionario puede tener alrededor de unas 50.000 palabras, pero lo cierto es que el vocabulario corriente que usa normalmente la gente se reduce básicamente a unas 5.000. Y con tan sólo unas 1.000-2.000 son suficientes para la conversación cotidiana (eso que anuncian por la radio de "el inglés con 1.000 palabras" puede sonar a timo, pero tiene su fundamento). A veces usamos alguna palabra un pelín más rebuscada que se sale de ese vocabulario común, pero es un porcentaje relativamente insignificante, y más o menos se puede deducir su significado por el contexto. Recuerdo que cuando leí el libro
Ruthless Romans no tenía ni puta idea de lo que significaba "ruthless", y ni siquiera lo miré en el diccionario. Simplemente analizando el uso que se le daba a la palabra en el texto, llegué a la conclusión de que quería significar "crueles" o "despiadados" o algo así. A día de hoy sigo sin saber la traducción exacta, pero seguro que no me alejo demasiado.
En cambio, sí que creo que es más determinante la construcción del texto. No es lo mismo leer un texto hecho básicamente a partir de oraciones simples, yuxtapuestas o coordinadas que siguen la estructura elemental "Sujeto + Verbo + Complementos" que leer un texto con oraciones larguísimas, con tropecientas subordinadas, pasivas, elipsis... que dificultan mucho más la comprensión. Igualmente, como ha dicho Gorrion, puede suponer un problema enfrentarse a un registro demasiado coloquial (no lo intentes con las novelas de Irvine Welsh) o a otro demasiado formal (ni se te ocurra empezar con Byron o con Marlowe).