Muy bien ésta, sí señor. Comparable a Moonlight en cuanto a la temática racial, centrada también en la descripción de los protagonistas, y menos en un discurso reivindicativo que debería desprenderse por sí solo de lo que vemos, en lugar de que nos lo den con cucharita. Sin embargo, Moonlight tiene un envoltorio “artístico” del cual ésta carece, optando Nichols por la pura simplicidad y naturalidad a la hora de contar la historia, como buen clásico moderno. Veo elementos muy fordianos; el amor por la familia, por el terruño, las vidas tranquilas y sencillas de la gente común... tanto él como ella están lejos de ser grandes héroes (en todo caso, será la historia lo que les otorgue ese papel), o personas especialmente listas, carismáticas o talentosas en algún sentido... en cambio, desprenden dignidad, sufren y luchan por lo suyo como cualquier hijo de vecino.
Creo que la película sí que tiene aciertos visuales más allá del hecho de no ser tramposa, expositiva, llorona... por ejemplo, esa cierta poética de la naturaleza, del paso de las estaciones. Y especialmente, muchos momentos de acciones físicas, de miradas que son de lo más elocuentes. ¿Qué falla entonces? Toda la parte del juicio, los abogados simpaticotes, el policía racista, los infaltables cartelitos finales... me sobran bastante y sí que los encuentro próximos a la pura fórmula, al ese cine oscarizable y concienciado que hemos vistos demasiadas veces. Con todo, incluso ésto es discreto y sin recrearse mucho, y los secundarios tópicos no dejan de ser elementos de la trama que no llegan a molestar tanto. Mención especial para un Michael Shannon anecdótico, al que veo como alter-ego del propio Nichols a la hora de retratar la intimidad de la pareja.
Me ha parecido una propuesta un poco anclada en tierra de nadie; unos la encontrarán demasiado descafeinada y poco intensa, otros de entrada sentirán escaso interés ante otra más de negros... aunque yo digo sí.