LOVING, la nueva de Jeff Nichols

Lo que habéis dicho: su único defecto es su falta de ambición, y por eso me sigue cayendo bien este tío.

La del niño es para meterte en la cárcel, Magnolia. SAD!
 
Take Shelter es como si la hubiera echo Shyamalan o un Judío. Un sótano y un FANTÁSTICO. Y casi giro plano final.

Un SI.
 
Pues la del niño marciano es como si la hubiera hecho Claire Denis con equipo y actores americanos. Una peli tan sutil, magnética y elíptica que al magnolio lo pilló a contrapie.

Seguiremos esperando la gran peli de Jeff Nichols.
 
Muy bien ésta, sí señor. Comparable a Moonlight en cuanto a la temática racial, centrada también en la descripción de los protagonistas, y menos en un discurso reivindicativo que debería desprenderse por sí solo de lo que vemos, en lugar de que nos lo den con cucharita. Sin embargo, Moonlight tiene un envoltorio “artístico” del cual ésta carece, optando Nichols por la pura simplicidad y naturalidad a la hora de contar la historia, como buen clásico moderno. Veo elementos muy fordianos; el amor por la familia, por el terruño, las vidas tranquilas y sencillas de la gente común... tanto él como ella están lejos de ser grandes héroes (en todo caso, será la historia lo que les otorgue ese papel), o personas especialmente listas, carismáticas o talentosas en algún sentido... en cambio, desprenden dignidad, sufren y luchan por lo suyo como cualquier hijo de vecino.

Creo que la película sí que tiene aciertos visuales más allá del hecho de no ser tramposa, expositiva, llorona... por ejemplo, esa cierta poética de la naturaleza, del paso de las estaciones. Y especialmente, muchos momentos de acciones físicas, de miradas que son de lo más elocuentes. ¿Qué falla entonces? Toda la parte del juicio, los abogados simpaticotes, el policía racista, los infaltables cartelitos finales... me sobran bastante y sí que los encuentro próximos a la pura fórmula, al ese cine oscarizable y concienciado que hemos vistos demasiadas veces. Con todo, incluso ésto es discreto y sin recrearse mucho, y los secundarios tópicos no dejan de ser elementos de la trama que no llegan a molestar tanto. Mención especial para un Michael Shannon anecdótico, al que veo como alter-ego del propio Nichols a la hora de retratar la intimidad de la pareja.

Me ha parecido una propuesta un poco anclada en tierra de nadie; unos la encontrarán demasiado descafeinada y poco intensa, otros de entrada sentirán escaso interés ante otra más de negros... aunque yo digo sí.
 
Más allá de la elegancia silenciosa de Nichols, que solo se hace notar (para bien) en algún montaje musical, y de lo realmente bien que están ellos dos (él no suele gustarme y aquí está estupendo), lo que eleva la película es su empeño en no ser lo que no quiere. Tenía el camino marcado para ser un film reivindicativo, para jugar cartas populares; para ser lo que hemos visto, mejor o peor, otras veces.

No hay nada intrínsecamente malo en usar un caso real para hablar de grandes ideales, o en tener un claro discurso moral; otra cosa es que se haga bien y no ahogues la peli con ello. Pero Nichols está absolutamente convencido de que quiere contar la historia de los Loving; no de los derechos civiles negros (despachados en una escenita en que Mildred ve la marcha por TV, rechazando implicarse), no del drama judicial (resuelto casi entero en off, con los jueces literalmente difuminados al fondo del plano), ni siquiera de la problemática racial. Incluso los lugares comunes esperables, los evita abiertamente o se los ventila rapidito: el personaje del abogado comprensivo que aquí es un trepa que babea con los medios, el sheriff maloso desaparece, los arrebatos dramáticos están contenidísimos... Es sencillamente la historia de una pareja infeliz por motivos ajenos a ellos, y como dice Harkness, Nichols se dedica a normalizarlos tanto como hace el personaje de Michael Shannon. Lo reivindicativo va implícito. Hay en toda ella una callada dignidad muy agradable.

Los Loving son conscientes de que su lucha puede ayudar a muchos otros, pero eligen conscientemente no erigirse como símbolo; lo único que quieren es que los dejen en paz y en familia. La película se aferra a eso con una cabezonería encomiable.
 
Ni un minuto y ya sale Paul Sparks. Y un par después el McNairy, que está en todas.
 
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