La primera mitad es una más del Wan, aunque renquea más de lo habitual y desconciertan esos cambios bruscos de localización sin venir a cuento, acompañados de una versión creepy de los Pixies. Cuando comienza la fiesta es cuando te imaginas la puta cara que se les debió de quedar a los de Warner cuando vieron lo que tenían entre manos y comprendes el absoluto ninguneo promocional… pero es que James es el niño bonito, la gallina de los huevos de oro del estudio, y con algo había que complacerle para enrolarle en Aquaman 2.
Tenemos lo habitual, como detalles de ambientación tirando a vintage, sustos y presencias acechantes, una mujer en problemas, secuencias de ambientazo gótico con la buena mano de este hombre (un descubrimiento ese Seattle subterráneo, ciudad en general poco vista en el cine), un villano que recuerda a un Fantomas de la vida… eso sí, lo del giallo creo que no pasa del homenaje pajero en un par de escenas, con la iluminación lisérgica y planos correspondientes, siendo más cercano el espíritu (dentro de la empanada mental que es todo) a los Cronenberg y De Palma ochenteros.
Es un desfase y un “me la sopla todo”, un giallo, sí, pero en cuanto a tomarle el pelo al espectador hasta límites insospechados, con un excesivo recurso a lo sobrenatural que sobraría por completo a efectos de coherencia; pero es que hasta artes marciales nos cuelan (lo de la cárcel, gloria bendita, con ese montaje además, y el tiroteo en la comisaría parece de John Wick o qué sé yo). Una idea de bombero que se te ocurre a las tantas de la noche con tu pareja y con tres daiquiris encima, que en el fondo trata de lo que mucho cine de terror; asumir un trauma, una maldad congénita que siempre retorna y que sólo puede aprisionarse temporalmente, desconfiando en este caso de la ciencia y de la mera razón. Un retorcido, disparatado folletín familiar, no sé si pro o anti-vida, con pareja de polis, algún que otro chiste y soniquetes electrónicos, que remata con una peonza nolaniana por si la cosa da para secuela (no sé yo). Pero por encima de todo, puro capricho y extravagancia que al menos no son los sustos fotocopiados de siempre y del que se aplaude la intención.