OTTO PREMINGER.

EL RAPTO DE BUNNY LAKE (1965)

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A pesar de unos últimos ¿15? minutos que no están a la altura del resto es un pitote muy serio esta maravilla de Preminger.

Prístino ByN, los ya clásicos Títulos de de Crédito Made in Otto y de verdad, no os miento, un uso del scope absolutamente increíble, planificando como los putos ángeles y encuadrando de escándalo. Me ha sorprendido ciertamente porque, aunque me faltan bastante de su filmo, no recordaba ANATOMÍA así, sino mucho más sencillita.

Aquí Preminger se mueve como pez en el agua entre estancias londinenses (Colegio, Casa, Pub), dosificando info para crear bastante mal rollo, con unos correctos Dullea y Lynley (vaya rubita por cierto) y un carismático Olivier. Papelito excéntrico y graciosete para Noel Coward, que suaviza un poco lo creepy del asunto, a pesar de tener él un aspecto bastante ídem.

Es muy muy Shyamalana, no me extrañaría que el indio se la hubiera estudiado con creces para su Sixth Sense. Esos movimientos suaves, esos travellings, ese aguantar el plano lo máximo posible, esos cortes medidos...... Recital. Parece mentira que una película de casi 60 años se mee en cualquiera actual.

De la trama no quiero decir mucho porque es mejor que la veáis sin saber demasiado y aunque a ratos la suspensión de incredulidad se tambalee, mantiene el interés casi todo el tiempo, sobre todo por la atmósfera malsana conseguida.

rotundo SÍ
 
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el poster es mas alegre que toda la peli

un thriller de despachos, de esos de 0 glamour y de espias que desayunan y leen el diario... pero que se pasa de sobrio (problemas de produccion, leo) y llega a ser un poco plomizo. La historia esta bien, algunos buenos dialogos y actores british de calidad (Gielgud no sale ni en el poster, normal, pasaba por alli), pero poco mas
 
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Considerada a veces una especie de hermana menor de “Laura”, aunque no tengan mucho en común salvo el género y la misma pareja de actores, un pétreo Dana Andrews y una Gene Tierney en su rol angelical, Al borde del peligro es un nuevo ejercicio de cine negro que escarba en la podredumbre urbana, ya desde el momento en que arranca con el título escrito sobre el asfalto y la imagen de una cloaca.

Preminger, cineasta tachado a menudo de analítico y distante, nos pone ante un individuo que se mueve en la cuerda floja de la legalidad y el crimen, un policía amargado y de tendencias violentas que un día se excede con el sospechoso de un crimen cometido en un local de apuestas dudosamente limpias. No hay, por lo tanto, intriga sobre quién mata a quién, pues en todo momento vemos lo que ocurre sin trampa ni cartón. Descubrimos la frustración del tal Dixon, el engranaje sucio que le mueve en secreto; el pasado criminal de un padre a quien no vemos el pelo en todo el metraje, pero que actúa como estigma, la herencia emponzoñada de la que el hijo intenta librarse pasándose al otro lado. Pero cuanto más empeño pone en no ser como él, menos lo logra. Se plantea un incómodo paralelismo con el malo malísimo (amanerado y con pintas, cómo no), que le obsesiona y denota esa personalidad escindida y torturada. Al otro lado, ella, sin ambigüedades esta vez de ningún tipo y la única que le puede redimir, rescatar de su propio mundo de oscuridad y soledad asfixiante.

Un taxista, una vieja que lo ve todo, gente común y corriente que se ve involucrada sin pretenderlo, con su propia versión de los hechos. Un compañero que es objeto de desprecio y, sin embargo, no puede evitar volver a ayudar a quien es su amigo, mal que le pese. Un héroe de guerra cuya conducta inestable muestra lo hecho polvo que está, mas una cuestión espinosa como la del maltrato… personajes, en fin, todo ellos en conflicto. Se puede achacar, sobre todo, un final bastante precipitado y que parece sacado de la manga, que desluce un poco el conjunto. La decisión de nuestro hombre tiene tanto de acto moral, de vencer esos demonios, como de acción impulsiva propia de su carácter; parece que la dulce Tierney lo tiene muy claro en su bondad cristalina, pero no tanto nosotros, mientras la puerta se nos cierra definitivamente.

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El aparente estilo sin estilo de Otto apenas contiene algún detalle elocuente: esa elipsis noche-amanecer para mostrar el insomnio y la culpa, socorridos elementos a modo de rejas que aprisionan. Un tren que pasa en el instante justo, el puente de Brooklyn remoto, pero presente a través de la ventana… y una cámara muy al servicio del guion de Ben Hetch que busca ante todo la precisión a la hora de moverse, a veces con tomas largas, y de filmar a los actores; en este apartado, no pierde ocasión en capturar en primeros planos ese rostro... el que podría ser el rostro con mayúsculas de la historia del cine.

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