Shame, de Steve McQueen
Un ataque directo a la línea de flotación del macho blanco, hetero, deseable para las mujeres, y lo más importante, independiente, con dinero y viviendo en la capital del mundo. Película volcada en este personaje que ejemplificaría lo que muchos desean, que expone fríamente su existencia infernal; la de un adicto al sexo que, tras la visita de su hermana, a quien le une un vínculo “complicado” por decirlo suavemente, se hunde en una espiral de degradación, trastornada su precaria estabilidad.
Creo que McQueen acierta al comunicar la profunda desesperación, el patetismo de un pobre desgraciado atrapado en sí mismo; un auténtico lisiado emocional que no puede, o que quizá teme, algo tan simple como abrirse a los demás, atreverse a amar. Que utiliza la sexualidad precisamente para aislarse, marcar distancias y quizá dominar, sentirse invulnerable cuando es muy vulnerable. Las causas de ciertas actitudes son inciertas, pues estos individuos guardan dentro de sí, o incluso reprimen, algo muy oscuro que apenas asoma (¿incesto? ¿hogar desestructurado?). La hermana de nuestro amigo padece de un idéntico desorden vital, de esas tendencias autodestructivas, por mucho que parezcan radicalmente opuestos, en una misma búsqueda imposible de afecto. Al final estamos ante un cuento sobre espíritus torturados que se asemejaría a un remake muy perverso de El apartamento, con hombres y mujeres angustiados que tienen lo importante al lado sin saberlo, con un jefe gilipollas, con un pisito que no es símbolo de libertad precisamente… hasta con un travelling lateral, un final abierto tras el que puede esperarse cualquier cosa. Un rostro impasible que lo mismo refleja odio que un deseo visceral, inagotable.
Gran trabajo interpretativo, están los dos muy ajustados en cada una de sus frases y gestos, todo muy físico (y no me refiero sólo a la famosa escena del badajo) ayudando mucho a hacer creíbles unos conflictos del primer mundo que nos podrían ser indiferentes. La perspectiva tras el film creo que se podría tachar de conservadora. Acaba demonizando la pornografía y patologizando cualquier atisbo de sexualidad no convencional, refugio de enfermos y de gente con problemas, o al menos la carga no es nada positiva (ese montaje de imágenes cerdas, intromisión demasiado fuerte del director y que además no pega mucho… será que este hombre no puede ocultar su ramalazo “arty”); él es una máquina llena de basura, como el ordenador de su curro. Las secuencias finales con música épica zimmeriana son para mear y no echar gota, pues no sabes si estás viendo una poética obra maestra o una comedia involuntaria, que hace gala de unas estrategias un tanto infames, próximas a la búsqueda del impacto y de la provocación espanta-viejas (esa música de piano); a una mistificación del dolor un tanto morbosa que convierte el horror y la tragedia en algo bello. Por otra parte, este Steve sabe ser más sutil cuando quiere, con una realización que tira de colores pálidos, blancos y grises, de espacios asépticos, acristalados, así como encuadres que arrinconan al prota, le muestran cual despojo humano. No estamos para valorar la ideología de los creadores, esta es una película capaz de provocar sensaciones (mejores, peores... que es de lo que trata el cine, a fin de cuentas) y con eso me quedo, aún siendo todo lo discutible que queramos en lo ético (y en lo estético), si entramos al análisis. Pero como se suele decir, es fácil que no deje indiferente.