Harkness_666
Son cuatro
Sigo indagando en la filmografía demencial (por inabarcable, como tantos otros de la época) de este señor y me encuentro con Camino de la horca.
Otra vez el conflicto de ganaderos frente a granjeros, o lo que es lo mismo, la justicia en caliente del ojo por ojo de los caciques frente a las instituciones civilizadas, contempladas con desconfianza. Un estricto sheriff (Kirk Douglas) se dispone a llevar ante los tribunales a un supuesto asesino y ladrón de ganado, para lo cual deberá atravesar un territorio hostil, enfrentándose a los elementos (los rigores del desierto, la sed, el cansancio) pero también a la vengativa familia de la víctima, pisándole los talones, así como a las disensiones crecientes dentro del grupo que se forma, conforme van conociéndose mejor unos a otros, descubriéndose sus puntos flacos y las intenciones mejores o peores que albergan. Cuando las cosas se complican, surgen pues las dudas de si merece la pena o no tan quijotesca odisea, si el cumplimiento de esa “ley” justifica las pérdidas.
El personaje de Douglas resulta ser uno de tantos hombres duros del oeste que guarda sin embargo su propia y oculta (y dolorosa) historia personal; no es, por lo tanto, esa autoridad imparcial que se limita a cumplir su deber, sino que algo más le impulsa, un factor humano que será lo determinante cuando la ley demuestre, de manera bastante desmitificadora, tener un alcance más bien limitado, sujeta a una idéntica mirada cargada de prejuicios.
Estudio de personajes y mecanismo de precisión, tal y como las coordenadas del género permiten, tenemos a un Brennan como granuja que te la cuela al menor descuido y tocapelotas que tortura psicológicamente a nuestro héroe, o la principal nota de humor de la película; una tonadilla que se repite sin cesar, cual recuerdo insidioso de un pasado reprimido que tarde o temprano deberá ser superado. La chica, dividida entre su afecto al padre y lo que comienza a sentir, es de esas mujeres rudas pero vulnerables; las diferentes formas de paternidad, sea ausente, entrañable o autoritaria, es otra clave. Disparidad de caracteres en los secundarios (tipo duro y chavalín) y un villano que también tiene sus flaquezas muy humanas. Por el camino no puede faltar el tiroteo, moviéndose por un entorno rocoso, el momento de pararse para dar de beber a los caballos, hasta llegar a un tercio final de drama judicial, con cierto toque policial en cuanto a la pista determinante para hallar o no hallar culpabilidades. Por lo general, el film vuelve a ser un destilado de la destreza narradora de su director, aunque me sobran algunos zooms que introduce, en el que tal vez no se alcanza pero sí que se intuye un carácter abstracto en el afán de reducir a lo esencial el conflicto, los escenarios, ambientes… muy en la línea de Mann y de Boetticher.
Otra vez el conflicto de ganaderos frente a granjeros, o lo que es lo mismo, la justicia en caliente del ojo por ojo de los caciques frente a las instituciones civilizadas, contempladas con desconfianza. Un estricto sheriff (Kirk Douglas) se dispone a llevar ante los tribunales a un supuesto asesino y ladrón de ganado, para lo cual deberá atravesar un territorio hostil, enfrentándose a los elementos (los rigores del desierto, la sed, el cansancio) pero también a la vengativa familia de la víctima, pisándole los talones, así como a las disensiones crecientes dentro del grupo que se forma, conforme van conociéndose mejor unos a otros, descubriéndose sus puntos flacos y las intenciones mejores o peores que albergan. Cuando las cosas se complican, surgen pues las dudas de si merece la pena o no tan quijotesca odisea, si el cumplimiento de esa “ley” justifica las pérdidas.
El personaje de Douglas resulta ser uno de tantos hombres duros del oeste que guarda sin embargo su propia y oculta (y dolorosa) historia personal; no es, por lo tanto, esa autoridad imparcial que se limita a cumplir su deber, sino que algo más le impulsa, un factor humano que será lo determinante cuando la ley demuestre, de manera bastante desmitificadora, tener un alcance más bien limitado, sujeta a una idéntica mirada cargada de prejuicios.
Estudio de personajes y mecanismo de precisión, tal y como las coordenadas del género permiten, tenemos a un Brennan como granuja que te la cuela al menor descuido y tocapelotas que tortura psicológicamente a nuestro héroe, o la principal nota de humor de la película; una tonadilla que se repite sin cesar, cual recuerdo insidioso de un pasado reprimido que tarde o temprano deberá ser superado. La chica, dividida entre su afecto al padre y lo que comienza a sentir, es de esas mujeres rudas pero vulnerables; las diferentes formas de paternidad, sea ausente, entrañable o autoritaria, es otra clave. Disparidad de caracteres en los secundarios (tipo duro y chavalín) y un villano que también tiene sus flaquezas muy humanas. Por el camino no puede faltar el tiroteo, moviéndose por un entorno rocoso, el momento de pararse para dar de beber a los caballos, hasta llegar a un tercio final de drama judicial, con cierto toque policial en cuanto a la pista determinante para hallar o no hallar culpabilidades. Por lo general, el film vuelve a ser un destilado de la destreza narradora de su director, aunque me sobran algunos zooms que introduce, en el que tal vez no se alcanza pero sí que se intuye un carácter abstracto en el afán de reducir a lo esencial el conflicto, los escenarios, ambientes… muy en la línea de Mann y de Boetticher.