“Stoker” (2013), de Park Chan-wook
Una araña camina hacia el coño de la protagonista, y esta se deja.
“Stoker” parte sin ningún reparo de “La sombra de una duda” (1943) de Alfred Hitchcock para forzar un enfoque freak sobre la adolescente protagonista, y aislarla de cualquier entorno familiar saludable de forma que la relación con su tío Charlie sea más incómoda de digerir. Es decir, el propio guionista (el actor Wentworth Miller) parece asumir su incapacidad para manejar mecanismos estimulantes de suspense y decide cargar el texto de ingredientes que den pie al director para ofrecer una
atmósfera malsana más cercana al terror gótico.
Desde el principio la propia India Stoker se nos presenta como una chica solitaria que viste y peina a la antigua y tiene una percepción sensorial especial. Esto en realidad parece un añadido para que el señor Park crea justificado el parque temático de recursos de montaje y puesta en escena con que se estrena en suelo americano. Y lo cierto es que hay ideas buenas que utilizadas en un trabajo más medido dejarían más huella (la lámpara del sótano, el regalo abierto en lo alto de un árbol), claro que dejar huella solo en momentos puntuales no es lo que busca el director. Hay decisiones incluso desafiantes para el espectador escéptico con este tipo de exhibiciones, como el primer plano de Nicole Kidman en su monólogo (“Yo también puedo exprimir a los actores de forma sutil”) o el inicio de la risible pero intensa escena del piano a cuatro manos (“Mis actores tocan el piano, qué te habías creído”). Por esto, por pasar del guión o saber que este no es nada sin su ayuda, Park acaba cayendo simpático. También por no cargar las tintas con la fotografía y los decorados, tensando la inquietud de no saber a veces a qué tiempo agarrarte; de dónde habrá salido esa gente y ese pueblo.
Sin embargo no es un director brillante como para mantener la atención solo con su trabajo (al contrario, a veces acaba por irritar), y cuando uno vuelve a fijar la mirada en los personajes y en lo que les pasa, ya sabe que este título ha dado todo lo que tenía que dar cuando le queda aun más de media hora. Es una trama que descansa demasiado en unos personajes que dependen demasiado de unos actores que son buenos (especialmente Wasikowska), pero que no pueden hacer milagros. Un guión con un enfoque interesante, pero eso no basta para que las acciones y relaciones de los personajes anclen en el espectador, por raros que sean todos y por un intento loable de ofrecer una cierta heroína alejada de los cánones.
Lo mejor y más bello sin duda, el principio/final, a pesar de las tonterías que hace el director con cada palabra de los créditos.