Podría decirse que es la versión definitiva para el personaje de Ip Man, el maestro legendario que aparte de la fama ganada fue el que instruyó al mismísimo Bruce Lee (que es por lo que será siempre recordado). Visualmente es arrebatadora, con una poesía visual que embriaga y una puesta en escena muy mimética, donde las escenas de acción son el reclamo aunque no el eje del título en sí sino la parte interior, filosófica, minimalista y romántica del personaje. No se puede negar que es de un ritmo extremadamente pausado, demasiado en muchos casos, nada que ver con lo que parece prometer (acción a cascoporro) y hay mucho cine contemplativo entre una pelea y otra. Aparte que hay de todo tipo y para todos los gustos, pero siempre con la coreografía fantástica como forma y fondo.
Pero aunque hay exige del espectador un esfuerzo en más de una ocasión por esa lentitud de diálogos y movimientos de cámara (añadiéndole además diálogos muy profundos y no tan livianos como podría esperarse) se puede decir que estamos ante un título bastante maduro, muy onírico en muchas ocasiones y con un caudal inagotable de belleza por cada plano expuesto. Extrema en todos los sentidos (y cierto es que Matrix, con sus años ya, sigue estando presente aún a día de hoy: la primera batalla con la lluvia perenne o la escena del metro; aunque también Yimou es otro apellido a sacar a la palestra: esa escena en la nieve o la pelea intimista en el patio donde la niña aprende del padre). Por último pero no menos importante esa última escena donde ella y él se declaran tanto amor, respeto, profesión y amistad pero sin dejar pasar el dolor, el drama y lo funesto. Muy recomendable a pesar de no ser redonda ni perfecta para mi gusto aunque también es cierto que no está hecha para todos los gustos precisamente por no dar lo que puede esperarse de ella.
Claro está, quien no le tire este estilo pero le interese el tema puede decantarse por Ip Man, que estuvo más que bien (para mi un título más que recomendable al respecto).