Vista por primera vez en blu-ray. Peliculón indiscutible en lo formal y, en mi opinión, también en su fondo.
un cúmulo de casualidades en forma de costuras de guión y trazo grueso para desembocar en clímaxs (bien urdidos, eso sí): la partitura, quedarse dormido, el autobús, el accidente (éste se lleva la palma).
Respecto a la partitura que desaparece misteriosamente recuerdo que, poco antes, Fletcher dice algo así como que no quiere ver ninguna carpeta tirada por ahí... Claramente fue él quien se la llevó a propósito.
Las otras casualidades que mencionas no dejan de ser metáforas de las inesperadas y aleatorias zancadillas que la vida (o incluso tú mismo; tu propia inseguridad las convoca) te va a poner para que te hundas, para que te rindas, para que no destaques. El accidente es el culmen perfecto (puro simbolismo). Me atrevería a decir que es una película que juega a ser muy realista pero, en el fondo, no lo es (la iluminación es sobria pero casi siempre conseguida a base de fuentes de luz artificial utilizadas de forma expresiva). En todo caso, para casualidades, el hecho de que el director sufriera también un accidente de coche durante el rodaje y Teller uno muy grave hace años (no sé si sus cicatrices vienen de ahí o no).
Si el arte fuese matemática no habría arte, así de sencillo.
Claro. Pero es que de eso va la película. Porque yo no estoy nada de acuerdo en que sea un relato sobre la búsqueda de la excelencia técnica. Es todo lo contrario. El profesor juega a eso con Andrew para que aflore su verdadero talento. La anécdota de Parker es sólo una excusa (en realidad no mejoró por practicar más sino porque alguien hirió su orgullo; eso le sirvió para encontrarse a sí mismo). El practicar y practicar y practicar y vuelta a practicar y practicar y practicar, cuando no tienes nada que decir, no vale para nada. La clave está en la escena en la que Simmons va rotando durante horas a los tres baterías, agotándolos hasta la extenuación. El protagonista lleva el tema preparadísimo (hasta hacer sangre) pero al empezar por fin la prueba, el maestro no le da su aprobación. ¿Por qué? Porque no es eso lo que quiere ver. Necesita llevarlo al límite para que aflore por fin su ego, su orgullo, la mala hostia que lleva dentro reprimida... todo ese bagaje vital y emocional que constituye un todo indisoluble junto a su talento. Sólo entonces le da el ok y consigue el puesto. Del mismo modo no expulsa al otro chaval de la banda por desconocer si estaba cometiendo (o no) un error técnico (el que lo comete de verdad tampoco lo sabía... y no lo expulsa) sino por su actitud.
Cuando el protagonista está tocando
solo, al inicio de la película, ya es el puto amo. Como dijo Magnolia, el talento está ahí; Fletcher lo sabe. Pero el chico está anulado (él es su peor enemigo): es un reprimido, un frustrado.... y, lo que es peor, un infeliz (sólo va al cine porque le gusta a su padre). Su entorno está repleto de personajes vulgares con intereses vulgares (todas esas conversaciones banales entre sus propios compañeros de clase o su familia) que intentan ponerle zancadillas (consciente o inconscientemente) para que no destaque; para que sea como ellos; "normal"; uno más. Incluso su propio progenitor, sin saberlo, le está haciendo un daño enorme a su hijo.
Hay un detalle crucial que apuntala todo esto de que la perfección técnica no es lo principal (puedes programar un ordenador para que marque un tempo perfecto... pero lo principal es el alma creadora del artista que interpreta, compone o improvisa): El ídolo del chaval es Buddy Rich, un autodidacta que decía no practicar nunca y que era conocido también por su carácter. Esto es: lo verdaderamente importante del artista es tener un bagaje vital o emocional que le ayude a transmitir ese algo intangible y trascendente que, por estos lares, algunos llaman duende. No son sólo las matemáticas (que también... son el medio para conseguir ese fin) y Fletcher lo sabe. El protagonista tiene ese algo, pero reprimido... y su maestro ayuda a que lo saque (o será un infeliz toda su vida). En ese sentido, me parece que el acierto de cásting es brutal. No es sólo que Teller toque la batería o sea un actor perfecto para el papel, sino que las cicatrices de su rostro/cuello (junto al poco explicado pasado del personaje), sugieren que Andrew ha llevado una vida llena de conflictos internos y seguramente externos, cuyo verdadero alcance nunca llegamos a conocer (hasta su propia familia lo mira raro y parece que le tienen cierto respeto/miedo).
Cuando al chaval le llega esa última oportunidad lleva meses sin ensayar. Pero DA IGUAL. Al principio la caga por no saber reaccionar ante el engaño (cree que se trata de repetir lo estudiado mil veces) pero luego (cuando Fletcher lo lleva al límite) resulta que ese tío tiene algo PROPIO que decir... La acojonante improvisación del final, donde manda al carajo las partituras... las reglas... es simplemente él, soltando todo el veneno que lleva dentro... comunicándose. Eso es jazz. Fletcher ya le dijo al principio de la película que se relajara, que disfrutara... y eso sólo ocurre cuando ya no tiene nada que perder. El profesor lo ha conseguido. El director de la película también... y yo digo ¡BRAVO!.