William Wyler

LA CALUMNIA estaba bastante bien pero no se volvía un poco... ¿histérica? Con la cría aquella, el acorralamiento y el final... Aunque me gusta su tono un poco perversillo.

A tope con HORIZONTES y sus guantazos en plano generalísimo como Moross atronando.

Pues a mí me sucede lo contrario. Encuentro La Calumnia gloriosa por lo contenida que es.
 
LA CALUMNIA estaba bastante bien pero no se volvía un poco... ¿histérica? Con la cría aquella, el acorralamiento y el final... Aunque me gusta su tono un poco perversillo.

A tope con HORIZONTES y sus guantazos en plano generalísimo como Moross atronando.

Pues a mí me sucede lo contrario. Encuentro La Calumnia gloriosa por lo contenida que es.
Totalmente de acuerdo, yo la veo absolutamente centrada en su tono y escalofriante en su amargo final.
 
http://www.elseptimoarte.net/-ben-hur--vuelve-a-los-cines-espanoles-para-semana-santa-23272.html

'Ben-Hur' vuelve a los cines españoles para Semana Santa

El clásico de la Semana Santa vuelve a la pantalla grande de los cines: del 2 al 5 de abril próximos las cuádrigas de 'Ben-Hur' volverán a correr en una espectacular versión remasterizada y restaurada.

Dirigida por William Wyler y protagonizada por Charlton Heston, 'Ben-Hur' es una película legendaria, de ésas cuyo nombre está esculpido con letras de oro en la historia del séptimo arte. Una macro superproducción que utiliza toda su magnitud para convertir una historia en una epopeya que carece del sentido de la mesura pero que sin embargo contiene tal cantidad de hallazgos narrativos, visuales y estéticos capaces de hacer de sus más de tres horas y media un entretenimiento.

'Ben-Hur' resume y condensa la quintaesencia del cine como entretenimiento y arte total: un espectáculo de principio a fin lleno de escenas épicas de una grandeza colosal, y al tiempo compuesto por maravillosas escenas íntimas -y llenas de detalles- no menos fascinantes. Todo al servicio de una memorable historia sobre la venganza y el perdón bifurcada en dos relatos que se entrecruzan y fluyen ante los ojos del espectador.

La cinta se inspira en la de la obra de 1880 de Lew Wallace titulada, 'Ben-Hur: A Tale of the Christ', de la que recordemos se está rodando en la actualidad una nueva versión a las órdenes de Timur Bekmambetov.

Aquí los cines donde la proyectarán...

http://www2.versiondigital.es/cineclasico_benhur.html
 
El coleccionista

Cuando gana un premio de lotería, al introvertido e inadaptado Freddie (Terence Stamp) no se le ocurre otra cosa que comprar un antiguo caserón en mitad del campo y raptar a la chica de sus sueños para encerrarla en la cripta, con la esperanza de que acabe conociéndole y enamorándose de él. Wyler, un cineasta clásico donde los haya, aborda un thriller psicológico de cámara muy propio de los nuevos cines, sustentado por dos actores y con un único y reducido escenario del que extraer el máximo partido visual. Impagable interpretación masculina y físico de Stamp, con su cara inexpresiva de loco; recuerda éste peligrosamente al perfil de un maltratador, capaz de destruir lo que más desea, de inspirar tanta repugnancia como compasión… y lo que es peor aún, empatía (perturbado, pero humano al fin y al cabo). Un abismo separa a este individuo de su víctima en cuanto a educación, dinero, relaciones, etc. pertenecientes ambos a esferas muy diferentes (la cuestión de las diferencias sociales, por lo tanto, no es nada gratuita). Frente a él, ella como mujer liberada, inteligente y culta, capaz de apreciar el arte, con su estilo de vida más frívolo… pero para la gente superficial y molona como la que compone su círculo, los que son como su captor pasan totalmente inadvertidos. No tardará en quedar reducida a una criatura servil y desesperada, capaz de cualquier cosa con tal de escapar de su prisión.

Tiene lugar un debate curioso en torno a El guardián entre el centeno y la pintura cubista que habla más de ellos mismos, de sus propias perspectivas, que de otra cosa. Lo mismo puede decirse de la colección de mariposas, de una belleza muerta y como congelada, ideal para un autista social como él, que puede así admirar y contemplar sin problemas… pero el ser humano es algo más que un simple animal disecado (en cierto modo nuestro hombre es un ser inmaduro, de una ingenuidad galopante en su amor por ella y pretensiones inalcanzables). Bien controlada la tensión y la evolución, adquiriendo el escenario un rol clave (una mazmorra equipada, de manera inverosímil, con todas las comodidades posibles); cómo no, los acontecimientos se precipitan y la cosa termina de aquella manera… con alguna secuencia de suspense muy clásico de por medio (el vecino metiendo las narices en el momento menos oportuno). Destacable el Londres de la época (visible en la escena inicial del secuestro), sus calles y sus pubs, una música de Jarre un tanto repetitiva en su tema central, en su carácter lírico y tristón. Y es que el final es como un retorno al punto de partida que nos hace maldecir nuestra estupidez; no entendemos nada, queremos obligar a los demás a que nos quieran, pero si no recibimos ese amor y atención, no dudamos en ir tras nuestra siguiente víctima (generación Tinder, allá vamos).


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Viendome These Three (Esos tres) ahora mismito... curioso no sabia que estaba relacionada con "La Calumnia"
 
La heredera

Melodrama anti-romántico que evoca aquella buena sociedad neoyorkina de finales de siglo, tan conocida por Henry James y retratada hasta la saciedad en sus novelas, adaptándose aquí una de las más conocidas, aunque no directamente sino a partir de una versión teatral.

Una niña bien (De Havilland) que espera obtener una nada desdeñable herencia, un probable cazafortunas al acecho (Clift) y el receloso padre de ella (Richardson) conforman un duelo interpretativo magistral del todo; un trío de personajes llenos de claroscuros en una película dura y real como la vida, también cruel, pese a las formas exquisitas. Inolvidable el doctor Sloper, padre tiránico pero siempre calmado, irónico en su condescendencia, que menosprecia a su propia hija por ser una chica gris, simplona y sin ninguna de las aparentes virtudes para el mercado del matrimonio, que vive amargado por el recuerdo de su perfecta y difunta esposa: ¿Un tipo perspicaz y resabiado, o nada menos que un monstruo? Un juez implacable, convencido de llevar la razón, pero a veces el diagnóstico puede ser errado, no es fácil apartarse y valorar fríamente.

La primera mitad corresponde a un romance un tanto ñoño, de bustos suspirantes, música de cuerdas como realce emocional (con el motivo de ese empalagoso “Salut d’amour” que recicla Copland), diálogos de doble sentido (cómo un comentario basta para destruir a alguien). A partir de un momento determinado, las cartas quedan boca arriba y se produce un cambio de tercio; de las felices expectativas al desengaño más desolador, y una absoluta transformación de la “heredera”, que impresiona en su cambio vocal, de gesto, vestuario, actitud, hasta parecer incluso otra actriz… las frases ahora son hostias verbales y se modifican bruscamente las relaciones de dominio.

Quizá el amor sí que existe, pero muy “a la manera” de cada uno. La corrupción de un alma sencilla, o bien el aprendizaje a base de palos, el peligro de heredar no la pasta, sino los defectos de personalidad, de endurecer el corazón como medio de autodefensa, esa es la historia. Pero quizá el auténtico punto ciego de la peli sea Morris, el petimetre; no sabemos si un desaprensivo de seductora apariencia (no deja de ser intimidante el cortejo al que somete a la muchacha, rozando cierto acoso en sus posturas físicas), un simple cobarde que no se atreve a dar el paso... o alguien de buen fondo que realmente quiere el bien para la persona amada. No conocemos más que de modo periférico su naturaleza real, pues nos dan con la puerta en las narices literalmente y ahí es donde nos corresponde valorar a nosotros. Lo mismo ocurre con la joven, podemos pensar de ella lo más terrible, pero también que la conclusión alcanza tintes feministas, nada menos; una mujer por fin madura, sin complejos y sin dependencias de nadie, que elige (teje) su propio camino. A diferencia de la tía alcahueta, una figura más bien cómica que representa a la solterona cargada de anhelos, que se pasa la vida liando a la gente.

Objetos relevantes en su capacidad evocativa: un portarretratos, unos guantes olvidados, un puro a medio fumar, espejos (típico del género esto) y demás elementos de una arquitectura cerrada (amplios salones, puertas, escaleras... captadas en profundidad). Siendo peli muy de guion, de dirección actoral susceptible de captar los matices ambiguos, la cámara destaca por su fluidez, la importancia concedida a gestos y detalles irrelevantes pero que sirven para desnudar a estos seres (el simbólico contraste entre subir las escaleras en penumbra y trabajosamente, o hacerlo con la luz en la mano).


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El forastero

El juez Roy Bean (Walter Brennan), única autoridad “al oeste del río Pecos” y cabecilla de una banda de facinerosos, es lo único remotamente parecido a la ley en un territorio salvaje, donde sin embargo comienzan a asentarse los colonos. Sólo un extraño errante (Gary Cooper) se atreverá entonces a cuestionar su manera arbitraria de aplicar la justicia.

Sobre una figura real (aunque mítica) de la historia del estado de Texas se asienta este western puro y condensado; una película que combina variados registros y lo hace siempre con acierto. El conflicto es el de civilización, débil y apenas asentada, contra la barbarie imperante, demasiado arraigada, personificada por individuos tan dudosos como el tal Bean; lo mismo un monstruo a quien no le tiembla la mano a la hora de mandar a alguien a la horca que un cachondo mental de la vida, alcohólico perdido y consumidor sin pestañear de un brebaje capaz de corroer hasta la madera. Prueba de ello es que de un contexto más bien sórdido brota un personaje incluso mágico, protagonista de situaciones cómicas (algunas un tanto negras, con la presencia del enterrador, o de un simpático caballo que saluda) y contemplado compasivamente; una especie de niño grande capaz incluso de sentimientos idealistas y quijotescos hacia su particular Dulcinea, la actriz Lily Langtry (la “azucena de Jersey”) cuya mera mención le convierte en un tipo tan crédulo como vulnerable.

El verdadero juez no es otro que el “forastero” venido de ninguna parte, pero de inquebrantables principios, el paladín de los nuevos tiempos que ayudará a crear una nueva sociedad. Es quien combinará astucia y dureza para intentar reconciliar a los bandos en disputa; por un lado, los gananderos cuyas reses se mueven libremente, por el otro, los agricultores de cereal que parcelan y cercan el territorio, impidiendo el movimiento del ganado… no le será nada sencillo establecer este equilibrio. Bean, en cambio, es una parodia burda del bien y acabará cayendo en la degeneración, siendo quizá el último hijo de una estirpe de caballeros andantes venidos a menos, o vieja gloria sureña; queda ese último duelo en el teatro, con sus mejores galas, solitario en una sala vacía que representa esa excentricidad, o poder vacío en el fondo.

Historia de amistad, de amor (con ese motivo clásico del mechón de pelo de la dama), con algo de trasfondo religioso en algunas de sus alusiones, realizada con una puesta en escena sobria y de cierta geometría en la que destacan algunos movimientos de cámara reveladores; los de un Wyler que potencia a sus actores, pero también ofrece unas imágenes cargadas de fuerza y de impacto visual, y me refiero a la secuencia del campo ardiendo… fuego, caballos, polvo, caos, increíblemente orquestada, para la cual contribuye tanto la partitura de Tiomkin como la labor técnica de Toland en la fotografía.


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Los mejores años de nuestra vida

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRAS VIDAS.avi_snapshot_00.19.43.071.jpg


Tres soldados americanos vuelve a casa al término de la II guerra mundial, pero pronto comprueban que el tiempo ha pasado y muchas cosas han cambiado; no sólo sus familias, también una sociedad que les rechaza de una manera u otra, por no decir que no se reconocen ni a sí mismos. Pertenecientes a distintas secciones del ejército, también diferentes en cuanto a edad y origen socioeconómico, sus historias conforman un acabado retrato de una problemática que estaba plenamente vigente en el momento del estreno, reflejando la experiencia de muchos que retomaban sus vidas, pero con graves taras físicas y psicológicas, o bien profundamente marcados por la experiencia bélica.

Muy acertado el tratamiento de la discapacidad, sin morbo o patetismo, con naturalidad, así como de los sentimientos de inutilidad, de exclusión, pese a las buenas intenciones; lo necesario de aprender a convivir con ello, de aceptarse y mostrar la propia vulnerabilidad a los demás, y aquí tenemos un romance juvenil que, lejos de edulcorar tan difícil situación, muestra esa sinceridad, esa valentía y pureza de sentimientos de dos personas inocentes, pero obligadas a hacerse adultas demasiado pronto.

Los créditos bancarios para veteranos: aquí es donde mejor se ve el enfoque y el compromiso de la película, el espíritu de América como país de oportunidades, o el ejército que forja vínculos de confianza por encima de barreras sociales, conocer realmente al otro al margen de “avales”. Los riesgos que hacen falta para sacar adelante a una nación y pelear por lo que se quiere, tanto en la guerra como aún después.

Y por último, tenemos a un auténtico don nadie, perjudicado en su espíritu pero también en su modo de subsistencia, que en combate fue un héroe, pero que en la vida civil no tiene oficio ni beneficio, sin los recursos para que un varón adulto pueda enfrentarse al mundo; más todavía ante la imparable sociedad de consumo que avanza con sus supermercados, capitalismo y publicidad. Tal vez el caso más flagrante de dar la espalda a alguien y no reconocer sus méritos.

Estamos ante un film complejo y ambicioso que no lo parece, sobre unos hombres y mujeres muy normales, donde abundan toques de comedia, humor de borrachos (esa extensa presentación) y a la vez una representación indirecta de la dura peripecia que han atravesado estos tipos; la secuencia del aeródromo, con esos aparatos que ahora son pura chatarra, pero cargados aún de recuerdos e imágenes tormentosas. O de una camaradería que no encuentran en otra parte.

De gran fuerza visual, la dirección de Wyler, con Toland de por medio, regala puntuales movimientos de cámara que recogen movimiento, multitudes, algún que otro juego de espejos curioso, instantes tan líricos como el del joven de los garfios contemplando su incierto porvenir en un mar de nubes, o incluso algún apunte documental callejero. Se atrapa además la idiosincrasia del momento, como el miedo a un nuevo enfrentamiento mundial, o ese fascista de barra de bar, que los había; justificándose, señalando y escurriendo el bulto. Final feliz, pero a lo mejor no tanto; ya vendrán los problemas, las consecuencias mejores o peores, otro tipo de guerra que sólo acaba de comenzar.

La mirada hacia los personajes es entrañable, cercana, incluso a los que puedan ser más secundarios (esos padres pobres pero dignos). Con una excepción, que es Virginia Mayo: la mala, el único abiertamente negativo en su egoísmo, superficialidad, nada empática… tercer vértice de un triángulo amoroso que tal vez es más rutinario, llama la atención teniendo en cuenta que el resto del reparto femenino es variopinto y muestra positivamente distintos modelos de feminidad (más modernos, más tradicionales...), pero al Hollywood clásico se le atragantan ciertos perfiles de mujeres como este, independiente económicamente y de rasgos sexualizados (trabajaba en un night-club… zorrón seguro). Lo mismo con la infancia: cursi (con música ñoña) o nos plantan a un bigardo de veinte años lo menos haciendo de un niño o adolescente de doce.
 
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