¿Qué pasará si no hacemos nada? Hay dos escenarios posibles. El primero es el de la
decadencia gradual: seguimos aplicando ajustes parciales mientras la situación de los jóvenes empeora sin cesar. Poco a poco, más y más jóvenes
optan por abandonar España para escapar de impuestos asfixiantes o, si se quedan, postergan la formación de hogares,
renuncian a tener hijos o simplemente dejan de invertir en su propio capital humano, pues el retorno a esta inversión es prácticamente nulo. Peor aún, los que emigran no son los menos capacitados, sino aquellos con más iniciativa y menos tolerancia hacia el inmovilismo. Con una base impositiva menguante, la única opción es subir aún más los impuestos a los que se quedan, entrando así en un
ciclo autodestructivo del que es difícil salir.
El segundo escenario es el del
colapso abrupto: una crisis severa —quizás una guerra, un colapso financiero o un
shock externo— nos empuja a un ajuste brutal e inmediato, como el que sufrió Grecia durante la crisis del euro. En lugar de reformas graduales y ordenadas,
nos veremos obligados a aplicar recortes desesperados, con consecuencias mucho más dolorosas para todos.
El tiempo dirá
cuál de los dos escenarios se materializa. Pero lo que está claro es que, si seguimos sin hacer nada, es poco probable que haya un tercero en el que todo se arregla mágicamente.