Y lo mejor es la cantidad de niveles a la que funciona esta película: es una deliciosa comedia de enredos con diálogos milimetrados y escenas de confusión (provocadas con Harvey) muy divertidas. Es, también, una fantasía que Koster convierte ambiguamente en realidad a través de varios momentos (el libro del médico, el inexplicado origen del cuadro o por supuesto ese final). Es un recital interpretativo con Stewart demostrando su principal arma interpretativa: dar la impresión de que sin hacer nada, lo hace todo; una interpretación sensacional que nace de la sencillez, el talento directo y lo conocido que tenía Stewart al personaje tras representarlo en los teatros (y a su altura tenemos a Josephine Hull, dándole perfecta réplica y peleando plano con Stewart con empate técnico)