ANGELES Y DEMONIOS (Angels & Demons)

nolancito dijo:
le da mil vueltas a Da Vinci.

es trepidante, va siempre al grano y tiene un tono Hannibalesco que la beneficia. Los giros se ven venir de lejos, las interpretaciones son bastante sosas y hay momentos desternillantes, pero es una palomitada que no ofende. Lo malo era Da Vinci que no sólo era bastante impresentable como ésta, además aburría y no tenia nada de chispa.

sinceramente, no entiendo la de palos que reciben peliculas como WOLVERINE o esta, que no engañan y entretienen de sobras. Dawsy, defendamos las palomitadas chorras!
Coincido en la comparación con Da Vinci. Esta al menos tiene algo de brío, un poco de emoción y no aburre en sus 2 horas y cuarto.

Quizá el problema de Lobezno y esta es que se han quedado a un paso de ser una buena peli en lugar de ser una palomitada más o menos digna. Con gente un poquito más talentosa detrás de las cámaras hubiera salido lo que a todos nos hubiera gustado ver en lugar de tener que conformarnos con decir de ellas que no son un truño.
 
Curiosa ha sido la sensación que me ha ido dejando la película según transcurría. No creo que Ángeles y Demonios resista un análisis riguroso. No es una película que te puedas ni te debas tomar en serio, simplemente dejarte llevar y perdonar las distintas trampas que te vas encontrando colocadas en momentos puntuales de la trama. En ese aspecto, Ángeles y Demonios es todo un festival del Deus ex machina, y eso se lo debemos agradecer a David Koepp y al señor Akiva Goldsman que estaban algo vagos ante un libro cuya temática en si ya es un despropósito aeroportuario tremendamente entretenido y adictivo.

De la misma manera, Ángeles y Demonios va como un tiro. No deja un segundo al respiro y los cambios que se han hecho respecto a la trama original hacen que la película vaya más ligera, eliminando momentos algo increibles (y aún así la cinta sigue siéndolo) y simplificando algunos conceptos.

Con respecto a las polémicas que siempre rodean a estas cintas yo no la encuentro. Simplemente es una película de intriga situada en Roma y el Vaticano rodeada de curas. Fuera de ahí, no hay nada que falte el respeto a la Iglesia más que el eterno debate entre ciencia y religión donde la película no se posiciona. No es que lo deba ser ya que este film unicamente tiene propósitos únicamente comerciales, pero algunos momentos donde la película intenta justificarse y decir "Oye, respetamos a la cristiandad y la Iglesia", quedan un tanto cobardes.

Los puzzles son tan estúpidos como la trama en si. Sabemos que no se sostiene en nada, la historia es la de un libro que ya hemos leido en otros muchos cuando estábamos aburridos, pero la película no es que intente hacer participe al espectador en los distintos enigmas como tampoco hacía la primera parte, El Código da Vinci.

En esta cinta Tom Hanks esta un tanto mejor, aunque de nuevo y gracias al guión algunas de sus intervenciones como experto quedan un tanto forzadas. ¿Por qué? ¡Estas en una carrera contrarreloj! ¡Deja las explicaciones eruditas para un poco más tarde! Pero bueno, aunque parezca mentira esto no es más que otra concesión a la audiencia poco experta que piensa que están escuchando un diálogo trascendente. El problema es que estas películas y/o novelas no valen por un cursillo acelerado de Teología o Historia del Arte.

Ewan McGregor, en cambio lleva un tiempo a base de papeles alimenticios como este, que poco aportan a su carrera como actor, pero tampoco pasa nada pues parece que lleva un tiempo abandonada. El escocés esta contento de cobrar el cheque actuando en una historia que le importa un pimiento, y su implicación se ve en la calidad de su trabajo. Y es una pena, porque dentro de sus limitaciones como eterno candidato a galán escocés, normalmente este actor ha estado por encima del resto en las películas que ha hecho. Su papel en el Episodio II y el Episodio III es de lo poco destacable, su carisma se comía al intento de Anakin Skywalker que nos hizo tragar el señor Lucas.

Ayelet Zurer, la actriz israelí no esta mal. Quizás algo mayor para mí... Tampoco es que haga nada más que recordar que en el libro había una chica acompañando a Langdon.

Stellan Skarsgård como siempre, correcto haciéndose el sueco cada vez que le llega un cheque hollywoodiense que compra su compromiso para con el cine minoritario.

También esta por ahí Armin Mueller-Stahl, que siempre hace bien su eterno secundario de viejo.

Y la película no tiene mucho más. Es malilla, no es ninguna maravilla ni tiene nada destacable. Incluso los efectos especiales suelen cantar la traviata cuando son necesarios, todo ello gracias a la colaboración del Vaticano para hacer la película. Osease, que el "corta pega" de los distintos elementos y la integración de los decorados con añadidos como horizontes, cúpulas del Vaticano y demás en ocasiones aparece curiosamente borrosas. De la misma forma que planos gratuitos mostrando el helicóptero que transporta a Langdon al Vaticano, se puede rodar desde un poco más lejos y no es necesario el Paint.

Pero bueno, su lado positivo es que resulta muy entretenida. Es de esas películas que aunque sabes que no es nada buena, por el mero hecho del buen rato que te hace pasar, te parece buena. Es idonea para tenerla y verla un aburrido sábado por la tarde entre siesta y siesta. Es vibrante, sabe mantener el ritmo y la verdad, a veces se agradece, aunque no se requiera de cerebro para disfrutar de ella.

Nota: 6
 
Visto el truño

De entrada me ha gustado mucho más que el Código da Vinci, pero teniendo en cuenta que esa me horrorizó no era tan dificil. Aunque odio a Tom Hanks con todo mi ser y mi corazón, hay que reconocerle que al menos en esta se ha molestado un poco y se ha metido algo más en el papel, o eso o el estreñimiento que aparentaba tener en cada plano del Código ha sido subsanado via enema rectal.
En fin, que más, el resto de actores. La chica muy mona, muy tal, pero un florero, como en su día lo fue la Tatou. Los secundarios pasables en lineas generales, algunos mejores, otros peores, pero por supuesto tengo que destacar a McGregor, que qué bien le sienta la sotana al condenado :diablillo.
La historia, han cambiado bastantes cosillas con respecto al libro, algunas las veo lógicas para dinamizar la historia y ahorrarse personajes pero otras son imperdonables, o sea, una va al cine, con toda la ilusión pensando que me voy a tragar un truño pero merece la pena por determinada escena y luego van y no la sacan. ESO SI QUE NO, por el amor de dios, quien ha sido la rata ruin y asquerosa que ha decidido privar al mundo de ese momentazo en el que
Tom Hanks se lanza de un helicoptero, con los rizos al viento, con un remedo de paracaidas poco mas grande que una servilleta
.
Ese ser no tiene perdon de dios, porque ese momento podía haber sido el MOMENTO.
Por lo demás, pues nada, que ha sido una castaña entretenida y que al menos me he alegrado la vista, si hubiera más curas asi seguro que iría más gente a misa :juas
 
bueno, no te quejes que el de la peli tiene tela...

puedes explicar mas ese finalazo del libro? por que salta el otro?
 
Hombre, se sube en el helicóptero con el malo y un recipiente de antimateria, y el malo solo lleva paracaidas para uno. Por lo tanto cuando el otro se tira, Langdon ha de salvar su vida para desbaratar los planes del malo y bueno encuentra la servilleta, se tira del helicóptero y cae al río.
 
Robert Langdon ya no estaba cayendo.
El terror se había desvanecido. Tampoco sentía dolor. No oía el sonido del viento huracanado, sólo el rumor del agua, como si estu­viera adormecido en una playa.
Langdon intuyó que eso era la muerte. Se sintió contento. No se opuso a que el aturdimiento se apoderara de él por completo. Dejó que le condujera adonde debiera ir. Su miedo y dolor estaban aneste­siados, y no deseaba sentirlos de nuevo bajo ningún concepto. Su úl­timo recuerdo era uno de esos que sólo habría podido conjurar en el infierno.
Llévame. Por favor...
Pero el rumor que le estaba arrullando con una lejana sensación de paz también tiraba de él. Intentaba despertarle del sueño. ¡No! ¡Déjame en paz! No quería despertar. Presentía que su arrobo estaba expuesto al ataque de demonios agazapados, ansiosos por arrancarle de su embeleso. Imágenes borrosas remolineaban. Gritaban voces. Aullaba el viento. ¡No, por favor! Cuanto más se resistía, más se fil­traba la furia.
De pronto, volvió a revivir todo...
El helicóptero ascendía a una velocidad mareante. Langdon estaba atrapado dentro. Las luces de Roma se alejaban más cada segundo que pasaba. Su instinto de supervivencia le aconsejaba arrojar el con-
tenedor en ese mismo instante. Langdon sabía que tardaría menos de veinte segundos en descender un kilómetro. Pero caería sobre una ciudad populosa.
¡Más arriba! ¡Más arriba!
Langdon se preguntó a qué altitud estarían. Sabía que los avio­nes pequeños alcanzaban altitudes de unos seis mil metros. El heli­cóptero ya había subido bastante. ¿Tres mil metros? ¿Cuatro mil qui­nientos? Aún existía una oportunidad. Si calculaban bien, el contenedor estallaría a una distancia prudencial, tanto del suelo como del helicóptero. Langdon contempló la ciudad que se extendía bajo ellos.
—¿Y si calcula mal? —preguntó el camarlengo.
Langdon se volvió, sobresaltado. El sacerdote ni siquiera le esta­ba mirando, pero al parecer había leído sus pensamientos en el fan­tasmal reflejo del parabrisas. Carlo Ventresca ya no estaba concentra­do en los controles del helicóptero. Era como si el aparato volara con el piloto automático, siempre ascendiendo. El camarlengo alzó la mano, buscó detrás de una caja protectora de cables y extrajo una lla­ve escondida.
Langdon vio perplejo que abría con la llave la caja metálica fija entre los asientos. Sacó un paquete grande y negro de nailon provis­to de correas y un cinturón. Lo dejó en el asiento del copiloto. Lang­don se devanó los sesos. Los movimientos del camarlengo parecían serenos, como si hubiera encontrado una solución.
—Déme el contenedor —dijo con calma.
Langdon ya no sabía qué pensar. Entregó el contenedor al ca­marlengo.
—¡Noventa segundos!
Lo que el camarlengo hizo con la antimateria sorprendió sobre­manera a Langdon. La sostuvo con cuidado en las manos y la deposi­tó dentro de la caja. Después, bajó la pesada tapa y la cerró con llave.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Langdon.
—Alejarnos de la tentación.
El camarlengo tiró la llave por la ventanilla abierta.
Mientras la llave caía en la noche, Langdon sintió que su alma se desplomaba con ella.

A continuación, el camarlengo tomó el paquete de nailon y pasó los brazos por las correas como si fuera una mochila. Se abrochó un cinturón alrededor del estómago y luego se volvió hacia un estupe­facto Langdon.
—Lo siento —dijo el camarlengo—. No debía suceder así.
Abrió la puerta de la carlinga y se arrojó a la noche.
La imagen estaba grabada a fuego en la mente inconsciente de Lang­don, y con ella llegó el dolor. Dolor de verdad. Dolor físico. Suplicó que terminara de una vez, pero mientras el agua chapaleaba en sus oí­dos con más intensidad, nuevas imágenes empezaron a destellar. Su infierno no había hecho más que empezar. El pánico se manifestaba como instantáneas fragmentadas. Se encontraba a medio camino en­tre la muerte y la pesadilla, y suplicaba que le liberaran, pero las imá­genes que desfilaban por su mente eran cada vez más aterradoras.
El contenedor de antimateria estaba dentro de la caja cerrada con llave. La cuenta atrás seguía su curso mientras el helicóptero con­tinuaba ascendiendo. Cincuenta segundos. Más arriba. Más arriba. Langdon se volvió de un lado a otro en la cabina, intentando com­prender lo que acababa de ver. Cuarenta y cinco segundos. Buscó de­bajo de los asientos otro paracaídas. Cuarenta segundos. ¡No había ninguno! ¡Tenía que encontrar una alternativa. Treinta y cinco segun­dos. Se asomó por la puerta abierta del helicóptero y contempló las luces de Roma. Treinta y dos segundos.
Y entonces, tomó la decisión.
La increíble decisión...
Sin paracaídas, Robert Langdon había saltado por la puerta. Mien­tras la noche engullía su cuerpo, tuvo la impresión de que el helicóp­tero se alejaba de él, y la aceleración de su caída libre ahogó el sonido de los rotores.
Mientras descendía como un cohete, Robert Langdon sintió algo que no había experimentado desde sus años de buceador, el inexora­ble tirón de la gravedad en caída libre. Cuanto más rápido caía, más
brutal parecía el tirón de la tierra. Esta vez, sin embargo, no se estaba arrojando a una piscina desde quince metros de altura. La caída era de miles de metros sobre una ciudad con calles pavimentadas y edifi­cios.
Las palabras que Kohler había pronunciado esa mañana en el CERN ante el tubo de caída libre resonaron en la mente de Langdon. Un metro cuadrado de resistencia aerodinámica disminuirá la velocidad de caída de un cuerpo en casi un veinte por ciento. Langdon era cons­ciente de que un veinte por ciento era insuficiente para sobrevivir a una caída como ésta. No obstante, sin albergar grandes esperanzas, sujetó con ambas manos el único objeto que había cogido del heli­cóptero en el último momento. Era un objeto peculiar, pero le había inducido a pensar que no todo estaba perdido durante un fugaz ins­tante.
La cubierta protectora de vinilo del parabrisas cuando el heli­cóptero estaba fuera de servicio estaba tirada en la parte posterior de la carlinga. Era un rectángulo cóncavo, de cuatro metros por dos aproximadamente, como una enorme sábana de cuatro picos, lo más parecido a un paracaídas que pudo encontrar. Sólo tenía anillas de plástico en cada extremo para facilitar la sujeción al parabrisas curvo. Langdon sujetó las anillas y saltó al vacío.
No albergaba la menor ilusión de sobrevivir.
Caía como una roca. Con los pies por delante. Los brazos levan­tados. Sus manos aferraban las anillas. La cubierta se hinchó como un gigantesco hongo sobre su cabeza. El viento le azotaba con violencia.
Mientras se precipitaba hacia tierra, se produjo una fuerte ex­plosión en lo alto. Se le antojó más lejana de lo que sospechaba. Casi al instante, la onda de choque le alcanzó. Sintió que se quedaba sin aire. La temperatura del aire que le rodeaba aumentó de repente. Lu­chó por no soltar la tela. Una muralla de calor se desplomó desde el cielo. La superficie de la cubierta empezó a chamuscarse, pero aguantó.
Langdon siguió cayendo, en el borde de una mortaja de luz, como un surfista que intentara escapar de un maremoto. De repente el calor aminoró.
Se precipitó de nuevo en la fría oscuridad.
Por un instante, un rayo de esperanza alumbró en su interior. Sin embargo, un momento después, sus esperanzas se desvanecieron. Si bien la tirantez de sus brazos estirados le aseguraba que la cubierta estaba disminuyendo la velocidad de su caída, el viento azotaba su cuerpo con velocidad ensordecedora. No le cabía duda de que tal ve­locidad era excesiva para sobrevivir a la caída. Moriría aplastado con­tra el suelo.
Cálculos matemáticos desfilaron por su cerebro, pero estaba de­masiado aturdido para extraer un sentido preciso de ellos... un metro cuadrado de resistencia aerodinámica... reducción de la velocidad en un veinte por ciento... Sólo podía calcular que la cubierta era lo bastan­te grande para que ese tanto por ciento fuera superior al veinte. Por desgracia, a juzgar por la fuerza del viento, el efecto de la cubierta no sería suficiente. Aún estaba descendiendo con demasiada rapidez... No sobreviviría al impacto contra el mar de cemento.
Las luces de Roma se extendían en todas direcciones. La ciudad semejaba un enorme cielo estrellado, hacia el que Langdon se preci­pitaba. Sólo alteraba el perfecto océano de estrellas una franja oscura que dividía la ciudad en dos, una cinta ancha sin iluminar que ser­penteaba entre los puntos de luz. Langdon contempló la mancha si­nuosa negra.
De pronto, como la cresta de una ola inesperada, la esperanza le embargó de nuevo.
Con una energía casi maníaca, Langdon tiró con la mano dere­cha de la cubierta. La tela batió con más fragor, y escoró para encon­trar el sendero que ofreciera menos resistencia. Langdon notó que derivaba lateralmente. Tiró de nuevo con más fuerza, sin hacer caso del dolor de la palma de la mano. La cubierta se ensanchó. Al menos, se estaba desplazando un poco. Miró de nuevo la sinuosa serpiente negra. Estaba a la derecha, pero Langdon aún se encontraba a consi­derable altura. ¿Habría esperado demasiado? Tiró con todas sus fuerzas y aceptó que estaba a merced de Dios. Se concentró en la par­te más amplia de la serpiente y, por primera vez en su vida, rezó para que ocurriera un milagro.
El resto fue rapidísimo.
La oscuridad que le envolvía... Sus instintos de buceador recuperados... El acto reflejo de inmovilizar la columna y apuntar los pies... Llenarse los pulmones de aire para proteger los órganos vita­les... Flexionar las piernas hasta convertirlas en un ariete... Y por fin, la suerte de que el río Tíber bajara embravecido, de manera que el agua estuviera llena de una proporción mayor de aire y espuma, tres veces más blanda que el agua calma.
Después se produjo el impacto... y llegó la negrura.
 
:mparto Jooooooder. Este Dan Brown es malo pero con avaricia, ¿eh? Y no por el suceso que relata, sino por CÓMO lo relata. Creo que no exagero al decir que me ha parecido lo más pretencioso que he leído en mi vida. ¡Y sólo son un par de páginas!

A los Razzies de literatura YA.
 
Vista ayer (por fin pude usar la entrada que viene en el Blu del Código) y SI esta mejor que el Código, pero tuve sensación de Deja-Vú a la Busqueda todo el tiempo, será porque me habia leido el libro o sobre todo porque al final no hay factor sorpresa, pero me dejó una sensación muy extraña...
 
No me negareis que, en vista de lo que ha puesto Seaker la escena hubiera ganado considerablemente si se hubiesen ceñido más a lo del libro, que cuando lo lei ya sabiendo que iba a ser adaptado al cine y quien iba a hacer de Langdon, previsualicé la escena en mi mente y era la bomba :juas.
 
Corpsebride dijo:
No me negareis que, en vista de lo que ha puesto Seaker la escena hubiera ganado considerablemente si se hubiesen ceñido más a lo del libro, que cuando lo lei ya sabiendo que iba a ser adaptado al cine y quien iba a hacer de Langdon, previsualicé la escena en mi mente y era la bomba :juas.
¿Y esa previsualización se parece a la versión Dussander de la escena?
Mira en la página 7 de este hilo si no sabes de lo que estoy hablando :L
 
Dr_X dijo:
Corpsebride dijo:
No me negareis que, en vista de lo que ha puesto Seaker la escena hubiera ganado considerablemente si se hubiesen ceñido más a lo del libro, que cuando lo lei ya sabiendo que iba a ser adaptado al cine y quien iba a hacer de Langdon, previsualicé la escena en mi mente y era la bomba :juas.
¿Y esa previsualización se parece a la versión Dussander de la escena?
Mira en la página 7 de este hilo si no sabes de lo que estoy hablando :L

Sí, en esa linea más o menos :juas
 
Pues debo ser de los pocos a los que El código Da Vinci le gustó, ya que esta otra me ha parecido inferior, mas larga y con un final vergonzoso , a mayor gloria del vaticano.


la peli no está mal, entretiene de lo lindo pero se podrían haber ahorrado todas esas secuencias de enlace con coches que ni se estrellan contra nada ni atropellan a nadie ni se empotran contra otros :no

otra cosa de la que empiezo a estar hasta los mismísimos es el típico travelling imposible que sigue un conducto imposible en el recorrido de la antimateria, de la fumata blanca... cuántas veces hemos visto esta solución? Quién coño la inventó ? Es que mira que es gratuita y autofelatoria... :fiu

Ayelet Zurer a mi me encanta, una mujer con mayúsculas. A vosotros os gustarán mas los yogurcines tipo Veronica Mars, pero estas son las hembras de verdad :babas
disfrutad


para terminar, me hace gracia que el papel del malo se lo hayan dado a un actor danés, Nikolaj Lie Kass, que precisamente fue el actor que protagonizó las pruebas de cámara de Dogville en el escenario virtual... haciendo el papel de Paul Bettany. Curioso, eh?
 
curiosisimo

no me digas que justo me domi en la escena en que salia esa asi???

los "travellings imposibles" eso yo los recuerdo en la serie de tv LAS VEGAS, a uno por secuencia, aprox. Lo encuentro un recurso bastante mamarracho. Pero bueno, dirige Ronnie.
 
Vista anoche. No he visto "El Código.." pero vamos, esta me preció la fantasmada del año. No se como será el libro. El Hanks, es el puto amo de los iluminatis, lo sabe todo el tío. Por generación espontánea deduce ande se va a liar próximamente. La co prota pasaba por alí.

El mejor sin duda, el capitán de la policía del Vaticano, Stellan Skarsgård.

Eso sí ciertos doblajes te sacan de la película por completo.

A mi me gusta Mcgregor, pero en esta ocasión no está al 100%, y se nota.

Y las escenas finales son de traca.

La música es malísima, te saca de la película totalmente, no pegan. Es necesario ese tipo de música en estas películas???
 
Una película 0º (ni frío ni calor). Pues eso, ni buena ni mala. Un producto nulo. Si bien es cierto que El código no me gustó mucho esta no le va muy lejos. Aún y así sólo puedo decir que El código tenía un comienzo muchísmo más interesante y que tenía su gracia. Esta le cuesta arrancar cosa mala y todo lo tenso e intrigante que podía tener la novela (que me gustó muchísmo más que la película. Hablo de Angeles...) esta se deshace a cada minuto que pasa.

Tom Hanks no está hecho para este papel. Es un hombre que corre y "desactiva" pistas pero sin ápice de credibilidad. La chica que le acompaña no es que sea mucho mejor que Amelie y los demás pues sólo salvaría al de la Caja de música (es que nunca logro quedarme con su nombre) y Ewan McGregor no se marca una sonrisita de las suyas para acabar siendo, quizás, lo único (medio) interesante de la película.

Cuatro momentos puntuales algo visibles y ese final de traquísima que si ya en el libro era para arrancar las hojas de lo fantasioso que era aquí ya es para marcarse un tijeretazo del copón. Ron Howard envuelve un producto blando con un trailer demasiado "cepo de oso".

Un 5 y va que chuta.
 
La ví el sábado, por hacerle un favor a un amigo. No voy a perder mucho tiempo comentándola, lo haré al estilo Dan Brown:

Salimos del cine. Estábamos boquiabiertos. Acababa de presenciar la secuencia más disparatada desde que los Decepticons y los Autobots pelearon a muerte en nuestro planeta (o sea, EE.UU). Además, nos dimos cuenta de lo penoso que es Dan Brown como escritor (grandioso, sin embargo, para conectar con la masa) y lo malos que son los guionistas de esa cosa (podrían haberse documentado un mínimo... porque para empezar, cualquier bautizado puede llegar a ser Papa y no sólo los cardenales). Una fotografía, una puesta en escena, unos actores, unos efectos especiales, unos movimientos de cámara, y una evidente desgana generalizada entre todos los miembros del equipo acaban por transformar esto en una tv-movie de la Rai antes que como una superproducción jolibudiense. Es mala, pero no tan nefasta como El código Da Vinci. Algo es algo. Salimos de los cines, bastante viejunos. En la calle Montera. Por la calle, todo eran putas. Bueno, casi todo. Empezó a llover, y una me pidió un paraguas. Pero no podía dárselo, sólo tenía uno. Tal vez, aquello era la muerte. Tal vez.
 
PacoClavelG.jpg


Rouco Varela/Paco Clavel llegará a ser Papa.Lo veo venir y confirman mis augurios Octavio Aceves,Aramís Fuster y Rappel. :lee
 
VMM dijo:
Salimos del cine. Estábamos boquiabiertos. Acababa de presenciar la secuencia más disparatada desde que los Decepticons y los Autobots pelearon a muerte en nuestro planeta (o sea, EE.UU). Además, nos dimos cuenta de lo penoso que es Dan Brown como escritor (grandioso, sin embargo, para conectar con la masa) y lo malos que son los guionistas de esa cosa (podrían haberse documentado un mínimo... porque para empezar, cualquier bautizado puede llegar a ser Papa y no sólo los cardenales). Una fotografía, una puesta en escena, unos actores, unos efectos especiales, unos movimientos de cámara, y una evidente desgana generalizada entre todos los miembros del equipo acaban por transformar esto en una tv-movie de la Rai antes que como una superproducción jolibudiense. Es mala, pero no tan nefasta como El código Da Vinci. Algo es algo. Salimos de los cines, bastante viejunos. En la calle Montera. Por la calle, todo eran putas. Bueno, casi todo. Empezó a llover, y una me pidió un paraguas. Pero no podía dárselo, sólo tenía uno. Tal vez, aquello era la muerte. Tal vez.
:mparto :mparto :mparto :hail :hail :hail

Yo siento discrepar, pero me parece aún peor que El código Da Vinci. Esta gimcana en Roma con fuegos artificiales finales no hay por donde cogerla, y a pesar de ser una clase de historia on the road, es un tiro de recortada en el intelecto.

Demencial oir mis carcajadas altas y sinceras cuando la última secuencia de -un penoso- Ewan McGregor.
 
Ahora que lo recuerdo os digo más o menos lo que leí como conclusión en la crítica del periódico de mi región (firmada por el director de nosequé institución cinematográfica -¿filmoteca?- de la provincia), algo así:

"Mejora algo la precedente.Se nota que Ron Howard es buen director, aunque en esta ocasión el material sobre el que trabajaba no era muy bueno..."

:preocupado :preocupado :preocupado :preocupado :preocupado
 
sólo dire que hace buena a la Búsqueda (en todos los sentidos).
 
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