Respuesta: Anna Karenina de Joe Wright
Vista y revisada.
Mi impresión general es bastante pareja a la de Emurion. No conozco la obra de Tolstoi, pero me he basado en la información que he buscado para resolverme algunas dudas. Por supuesto, si alguien por aqui si conoce el libro, se agradecerán las correcciones.
Wright vuelve a apartarse de aquellos que todavía puedan confundirle como a uno de esos realizadores que facturan academicamente dramas de época. Su visión del género vuelve a ser renovadora, y en este último film subvierte el realismo del escritor ruso por un estilo opuesto expresionista, para acabar trasladando el mismo mensaje; la hipocresía de la aristocracia, su decadencia (que no os engañe el atrezo, todo el teatro es ruinoso), y la vuelta a los valores tradicionales. Existe una paradoja en todo esto y que puede ser una de las causas por las que a Emurion la película no terminaba de funcionarle del todo, y es que donde el realismo buscaba la descripción objetiva del ambiente social por encima de las pasiones de sus personajes (meros testimonios de una época y clase), el artefacto ideado por el director prioriza los sentimientos a través de una recargada subjetividad estética en el entorno, y por tanto, engulliendo a los personajes en una escenografía en constante metamorfosis, en una representación fantasiosa que situa a Wright en la misma posición a la de la niña que orquestaba la tragedia de amor de Atonement como la que jugaba con su casa de muñecas (teatro).
En mi caso también consigue aquello de lo que supongo rehuia la novela, condenar moralmente las acciones de su protagonista y situarme en la misma linea de esa alta burguesia denunciada. No es casual que se empatice más con la pareja paralela y contrapuesta de Kitty y Levin (practicamente siendo este la conciencia de la historia), y basta oir a Wright declarar que esta relación es "la gran historia de amor de la película".
La propuesta, algo asi como un anuncio de
Chanel de 2 horas (no es una queja), funciona con un dinamismo espectacular, que consigue que claves los ojos (la primera vez tarde más de media hora en darme cuenta que apenas estaba leyendo los subtítulos), en uno de los mayores lujos audiovisuales vistos recientemente. Partes de diálogo mínimo se apoyan en una cámara que flota alrededor de actores y figurantes, trazando planos secuencia marca de la casa al son de una sofisticada música que se adueña (y con Marianelli ya van...) de una función casi musical en tramos. Me encantan un par de momentos (por ir entrando en lo concreto), aparte de los más obvios que ha citado Emurion. El juego de puntos de vista en el acto anterior a la fiesta de la Princesa Betsy, cuando los personajes se disponen a presenciar una obra (como nosotros hacemos), y el director de orquesta de la misma da paso... a la siguiente secuencia de la película. Y también el momento que he escogido para ilustrar el post, cuando buscaba una imagen que resumiera el derroche visual de la cinta y entendí que quedaba mejor aquel que funciona por contraste; la primera salida al exterior cuando el teatro duerme, al mundo real campesino tan alejado de la falsedad del interior. Un personaje sale de las tablas tras acabar su escena, otro entra para retomar la narración. La transición se produce sin cortes, con el cruce de dos cuerpos que no reparan en la presencia del otro, compartiendo espacio físico pero no dramático.
Esta muy bien, al menos valorandolo como experimento formal de calidad, mayormente conseguido en sus intenciones, pero personalmente me calaron más hondo ejercicios igualmente elegantes y menos artificiales como Expiación. Quizás simplemente no haya que esperar que se presionen los mismos resortes emocionales solo porque se adapten historias románticas (en este caso, anti-romántica diría).
Ah, y que gran vestuario.