Bone Tomahawk
La premisa es así de simple pero, de un modo reminiscente a los westerns de Howard Hawks, el director S. Craig Zahler aprovecha para indagar en las dinámicas corales del grupo de personajes principal: el sheriff Franklin Hunt, su ayudante Chicory (Richard Jenkins), un audaz e intrépido pistolero llamado John Brooder (Matthew Fox) y Arthur O’Dwyer (Patrick Wilson), civil tenaz cuya mujer es una de las personas capturadas; todos ellos unidos ante una misión de rescate con ecos a “Centauros del desierto” (John Ford, 1956) que los enfrentará a un peligro más salvaje que los peores nativos americanos. Más allá de la creación de los personajes, el director hace algo poco habitual, pero no inaudito como demuestran producciones como “Cowboys & Aliens” (Jon Favreau, 2011), que es mezclar un género con un lenguaje audiovisual asentado como es el western, con otro con también sus propias herramientas como es el de terror.
El oeste americano está caracterizado tanto por un salvajismo extremo causado por las reportadas torturas de los apodados “indios” a los colonos que quisieron arrebatarles sus tierras, como por tener unos suelos cimentados encima de miles, o millones, de cadáveres consecuencia de las guerras que bañaron el país desde, al menos, los inicios de la colonización. Se destaca además por ser una etapa histórica traicionera y violenta en la que casi era más prudente tener cerca a los enemigos que a los amigos. Todo ello son elementos que empujan la aparición del cowboy como figura eternamente férrea, la esencia del tipo duro y valiente visto en innumerables películas. Zahler es consciente de ello y decide elevar el nivel de crueldad a la máxima potencia introduciendo una secta de caníbales salidas de la peor de las pesadillas para confrontarlos con ese tipo de personajes cuya experiencia les habían dado la certidumbre que no habría nada más sanguinario que las tribus indígenas del nuevo mundo. Así, el pequeño grupo de protagonistas tendrán que enfrentarse a un conflicto que va más allá de lo que la cordura humana tendría que soportar.
Sin renegar de los orígenes pulp de la idea, el director acierta al presentar concienzudamente al grupo de personajes y hacerlos evolucionar en sus interacciones antes de dar el pistoletazo de salida al festival gore. No hay clímax emocional si no nos ponemos de parte de los personajes, y esto no sucede si no los conocemos, pero por suerte aquí Zahler se esfuerza en hacernos conocer a cada uno de ellos bajo el rasgo caracterizador que los define: Franklin Hunt es el sheriff duro impertérrito, la figura dominante a la que todos siguen; Chicory el ayudante del sheriff bonachón pero firme, reminiscente pero sin llegar a los excesos de Walter Brennan como Stumpy en “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959); John Brooder es el misterioso pistolero que ha vivido mil y una aventuras que han perfilado tanto su dominio con las armas como su fanfarronería; y Arthur O’Dwyer es un simple civil cuya testarudez es su mejor rasgo. Son características dispares que definen y caracterizan la dinámica de un grupo que tiene que dejar atrás sus rencillas personales por un sentido del deber y del honor hacia el grupo de personas extraviado.
El guión de “Bone Tomahawk” sorprende además por unos diálogos brillantes que no se cortan en su ironía y no temen en adentrarse en un terreno melancólico cuando los personajes, más que los momentos, necesitan expresarse ante las situaciones vividas. Predomina además un tono de comedia negra gamberra que choca de un modo constructivo con el tono clásico del desarrollo de la historia, porque a pesar de tratarse de un producto claramente pulp, la película adopta el ritmo pausado característico del western, una puesta en escena elegante, y un diseño de producción de Freddy Waff y fotografía de Benji Bakshi excelentes que realmente no parecen formar parte ni de una opera prima ni de una producción independiente. Zahler sobresale también en la dirección de sus actores. Consigue sacar provecho de todos ellos gracias tanto a la precisión del guión como por su mano a la hora de sacar reacciones y expresiones de sus actores, y del cuarteto principal es un placer ver a Richard Jenkins divagar sobre temas diversos, la determinación de Kurt Russell –recordando en algunos momentos a su interpretación como Wyatt Earp en “Tombstone: La leyenda de Wyatt Earp” (George P. Cosmatos, 1993)-, la gran carisma que desprende un Matthew Fox que nunca había estado tan bien, y el esforzado papel que le toca interpretar a Patrick Wilson.
“Bone Tomahawk” es, en resumen, y de un modo parecido a “La bruja” (Robert Eggers, 2015), una película que juega con todos sus recursos de un modo magistral que la hacen parecer más superproducción de lo que es en realidad. A pesar de sus poco más de dos horas la narración no da lugar a altibajos, y tras un prólogo digno de aplausos le sigue un desarrollo bien pautado que culmina en un clímax intenso, sobrecogedor e inolvidable. Aunque se le pueden encontrar ciertas decisiones cuestionables en el guión, S. Craig Zahler entra en el terreno de los largometrajes por la puerta grande en esta película que ya se puede considerar todo un referente tanto para el western como para el terror.