(
Disney's Pinocchio, Ben Sharpsteen, Hamilton Luske, 1940)
CLASICO Nº 2
"Blancanieves y los siete enanitos" fue un antes y un después. Pero como todo maestro que se precie Walt Disney no podía estarse quieto. Ya habían dado el pistoletazo de salida y había que seguir ofreciendo al mundo el inabarcable potencial que contenía tanto él como sus dibujantes, ansiosos por ver cual sería el siguiente reto / proyecto. Los ojos se enfocaron directamente en la obra literaria de Carlo Collodi "Las aventuras de Pinocho" (1882). Claro está, estamos hablando de Disney y dado que iba a ser un producto enfocado para todos los públicos se suavizaron ciertos pasajes e incluso se obviaron otros mucho más cruentos donde el zorro y el gato ahorcaban a Pinocho. Para empezar se dejó la dirección en manos de 6 directores y 2 supervisores, Hamilton Luske, en su primer trabajo importante y Ben Sharpsteen, quien ya tenía granjeado un buen currículum como director de cortos para Walt. Toda la pericia artística en el campo de la animación conseguida y granjeada en la obra de Blancanieves sirvió para perfeccionar y alcanzar cuotas nunca antes vistas con esta obra maestra de la animación. La técnica de la profundidad de cámara volvía a ser aquí un elemento imprescindible a la hora de plasmar la magnitud del pueblo italiano y la preciosista sencillez de los diseños, dotándole a todo de una sensación de cuento encantador, cargado de escenarios muy trabajados y con el detalle por bandera.
Una cosa es tangible en "Pinocho" y es que la forma, todo lo que la animación podía ofrecer estaba a la altura del fondo, donde el guión está excelentemente trabajado. No hay ni una sola arista que lo haga entorpecer, no hay ninguna laguna ni un sólo momento irregular que pueda hacer creer que tenga algún altibajo. Todo está pefectamente orquestado, dirigido con una fluidez impresionante. Ya desde los títulos de crédito de un candor embriagador nos encontramos con Pepito Grillo, la voz de la conciencia por antonomasia (personaje representativo de lo que Disney significaba hasta la llegada de Campanilla) cuya narración es constante, convirtiéndose en el narrador absoluto de la función. Su diseño es entrañable a la par que digno, aún siendo representado como un vagabundo, un personaje de mundo que ha recorrido lo suficiente como para convertirse en la conciencia de cualquiera. Una vez es presentado la realidad se adentra en la fantasía al traspasar la página del cuento y ahí se nos presenta el pueblo, uno cualquiera y en él la artesanía marca de la casa vuelve a ofrecer un auténtico festival para la vista y el oído. El detallismo inabarcable (necesitarías casi toda una vida para reparar en todo lo que puebla el universo de Pinocho) de todo lo que contemplamos es precioso. Y de ahí se nos presenta a todos los personajes implicados en la función: Gepetto, un hombre bueno y cariñoso (el dibujo es perfecto por su emotividad, sensiblería y paternalidad), que ve en su marioneta preciada la posibilidad de que sea un niño de verdad.
La película versa en todo momento de desear (esencia y leiv motiv del propio Walt Disney). Todos aquí desean algo en la vida. Deseos que benefician y perjudican. Deseos que producen dicha y desgracia. Y en medio Pepito Grillo a modo de conciencia personal y colectiva. Un cuento con moraleja constante que a través de refranes, moralejas, lecciones y enseñanzas va intentando educar a Pinocho, una forma como cualquier otra de moldear la moral de las personas al igual que un titiritero moldea un trozo de madera para darle la forma adecuada. Y aquí es donde Pinocho toma cuerpo y vida a través del hada azul, el único personaje más físicamente real, con un estilo glamouroso, parecido al empleado con la princesa Blancanieves y que cuenta con un diseño bello y que es todo un prodigio de la animación pues es un ser completamente transparente, jugando a la perfección con la luz y el color. Dándole vida al muñeco de madera y convirtiendo a Pepito en su guardián y protector, aparte de concederle el título de conciencia, acabará embarcando al personaje con su concesión en todo un tour de force extremadamente dramático, crudo, duro y no apto para personas sensibles y sufridoras.
Si algo lograron los animadores y el propio Disney, pues nunca olvidemos que los logros conseguidos a través de las ideas y el guión para alcanzar la perfección eran obra de Walt, es implantar en el espectador la sensación de que a pesar de estar viendo un muñeco de madera (los efectos de sonido son perfectos al respecto) nuestra mente juega en todo momento ante la credulidad de que es un niño. Y ahí radica lo radical de la propuesta. Por la razón de que todas las desventuras que sufre Pinocho, dotándole encima de rasgos entrañables y accesibles, mucho más fáciles de admitir que los diseños previos de la obra de Collodi, hacen que lo veamos con ojos mucho más críticos y sufridores. Y aquí es donde la película alcanza el estatus y apelativo de Stendhal. Los primeros minutos vemos que la felicidad inunda por completo la vida de Gepetto. Ha conseguido que su obra cobre vida y bajo la forma de un niño, de madera. Un hombre sin hijos consigue poder ejercer como padre. Y como tal ejerce su labor enviándolo a la escuela, lugar de sapiencia y enseñanza, para poder ser en el futuro un hombre de provecho. La película simplemente perfila con cuatro pinceladas la base de no ser un holgazán pero lo hace de tal forma que no hace falta darle más metraje al asunto. Apenas unos segundos para entender que la vida requiere esfuerzo y conocimiento para no ser un burro (algo que más adelante tomará forma literal).
Es en el propio momento que Pinocho emprende su viaje hacia el saber cuando todo se convierte en una concatenación real de desdichas, a cual más triste, donde la elección del bien y el mal ponen a prueba al personaje. Porque "Pinocho", más allá de lo entendible y fácil de comprender (hacer el bien, rechazar el mal, la conciencia, las tentaciones, etc. elementos que por activa - los diálogos de Pepito - y por pasiva - la canción del eje central) también es una crítica a tomar el camino sencillo como es no ir a la escuela para vivir del espectáculo (momento tenebroso) o convertirse en un auténtico gamberro para acabar auto destruyéndose y convertirse en un burro (momento aterrador). Es interesante como plasman la vía de la tentación a través de los personajes del Honrado Juan y Gedeón, un zorro y un gato respectivamente, al más puro estilo Charles Dickens con chistera, guantes rotos y ropa vieja, como personajes que simplemente están para ofrecer la oportunidad de hacer el mal o sacar provecho de una víctima (primero para vendérselo a Stromboli y luego para hacer lo mismo con el cochero). Aunque sus dos escenas sean las únicas que contengan humor reconocible y procedente de los cortos Disney sirven precisamente como alivios cómicos que rebajan la tensión de lo que hemos contemplado a la vez que están representados con carácteres realmente plausibles pues aún sabiendo que lo que están haciendo es terrible (vender un niño para que lo exploten ya sea como marioneta ya sea para reconvertirlo en burro) acaban por ser personajes a los cuales les reímos las gracias.
Uno de los muchos puntos importantes de "Pinocho" es que en todo momento está rodeado del mal, ya sea de una forma u de otra. El Honrado Juan y Gedeón serían los elementos transitorios o las malas compañías que lo empujarían a un mal mayor (el espectáculo y la holgazanería), al igual que Polilla sería la mala compañía que lo empujaría a problemas, vicios y auto destrucción (es el personaje que le enseñará a fumar, beber, meterse en peleas, destruir cosas, etc.). Pero no podemos olvidar que Stromboli es un auténtico villano que ve en él un medio de ganar riqueza sin que le importe explotarlo hasta destrozarlo. El momento donde lanza el hacha contra la marioneta indicando que está dispuesto a matar a Pinocho ya sea en el fuego o descuartizándolo es uno de los planos más crudos e impactantes de la historia del cine. Al igual que el cochero, del cual no conocemos su pasado pero sí sus intenciones, cuyo único interés en los niños que no se portan bien es sacar beneficio en un lucrativo (y perverso) negocio al convertir a los niños en burros para distintos lugares (circos o minas de sal). El único elemento fantástico es Monstruo, la ballena, el cual tan sólo emplea el instinto animal a modo de ataque y defensa sólo que esta vez es presentado como una amenaza y villano mucho más épico. Su diseño y animación es tan real que apabulla tan sólo con su presencia inquietante.
Pero no utilizaba la palabra Stendhal anteriormente simplemente para quedar bonito en mi crítica o para magnificar aún más las virtudes y bonanzas de "Pinocho". Es por el hecho de que hay un caudal tan enorme de calidad, un caudal tan inabarcable de cinematografía artística y fílmica en cada momento, un caudal tan impresionante en su concepción, desarrollo y ejecución que desde el mismo instante que Pepito Grillo aparece en escena la película consigue que uno, como espectador y cinéfilo, se entregue por completo, tanto psíquica como emocionalmente. La sensación de seguridad y felicidad que destila la primera escena, donde Gepetto baila, canta y ríe con Pinocho ante la sensación emocional de paternalidad, es tan abrumadora que uno siente esa emoción. El momento intimista donde los dos junto con Figaro duermen en la cama y el niño de madera no para de preguntar evoca una tranquilidad y una emotividad tan bonita que es perfecta. Pero es a partir de que Pinocho es secuestrado de forma literal que todo es una desgracia absoluta. Y si bien es cierto que la escena donde éste se enfrenta al público con la canción por antonomasia de toda la película (con permiso de "Estrella azul"), la cual esconde un mensaje claro, es una escena completamente viva tan sólo sirve como preámbulo de un desgarrador momento como es ese donde Stromboli no dudará en abusar de Pinocho teniéndolo encerrado en una jaula, sin posibilidad de disfrutar de la libertad, cuando segundos antes había cantado "sin hilos yo me se mover", una simbólica representación de libertad absoluta. Ver a nuestro protagonista encerrado en una jaula, abrazándose las rodillas, llorando desconsolado con truenos y lluvia de fondo mientras Gepetto grita desesperado ante la impotencia de no encontrar a su hijo es uno de los momentos más tristes de toda la factoría Disney con permiso de la muerte de la madre de Bambi. Aquí una vez más la iluminación es perfecta.
Es el siguiente momento que donde la carne es puesta en el asador para convertir el sufrimiento en toda una odisea. Y es donde se demuestra la calidad de los artistas implicados. Previo paso por la taberna en un lugar lúgubre, casi sin localización, entre niebla espesa, donde se trama la peor de las maldades, vemos al cochero quien no duda en emplear los servicios del Honrado Juan y Gedeón para que le consigan cuantos más niños mejor. Es increíble como con una sutileza bestial la película no escatima en mostrar el abuso infantil en este caso para sobre explotarlos transformándolos en burros. Un mensaje claro de si no estudias y tomas el camino fácil acabarás convirtiéndote en mano de obra barata. La escena está dividida en tres partes perfectamente orquestadas y concatenadas. Por un lado tenemos el viaje. Planos mucho más cortos (me encanta el viaje en carruaje, la llegada al barco y la aparición de la isla, como si lo que allí se cuece no está al alcance de nadie, como sólo los auténticos mad doctors actúan) para dar paso a la fantasía: la Isla de los juegos. Lugar donde cualquier cosa es posible para hacer el mal. No hay límite, ni restricciones ni conciencia. De ahí que Pepito Grillo casi ni aparezca por escena. Pero llegamos al momento más atroz e impactante de toda la película y del cine en general. Niños transformándose en burros. Por un lado vemos a un asno que es golpeado y encerrado en una caja para ser transportado a un lugar desconocido. Por otro vemos a un burro que habla y grita desconsoladamente que quiere ir con su familia, con su mamá, con su hogar, con su seguridad. Un momento donde vemos que paga las consecuencias. Disney no exime el dolor de los actos. Vemos a más burros como él. Pero el momento más desgarrador llega cuando vemos a Polilla transformarse en un burro. Las manos en pezuñas y siendo una sombra grita de angustia y desesperación llamando a su madre para acabar destrozando el local a base de coces. Un animal en estado puro.
Me sorprende ver como ninguno de los villanos conscientes de ello sufren ninguna represalia ni ninguna consecuencia de sus actos. Los dos pillastres seguirán haciendo trampas estafando a la gente, Stromboli seguirá con su función de teatro y el cochero seguirá exportando "niños" para sacar beneficio de sus tropelías. Interesante ver como la vida sigue su curso. Tan sólo el Monstruo morirá como un animal ante su propia naturaleza, una especie de Moby Dick enfrentándose a su presa. Es en este pasaje donde habita uno de los momentos más tiernos: Gepetto reencontrándose con su hijo y fundiéndose en un abrazo perfecto. Pero la sensibilidad dura poco. La animación aquí es brutal, donde la tensión, la épica y la aventura es terriblemente real, feroz, un tour de force de ritmo frenético (la sensación de inseguridad es absoluta). Todo para desembocar en un final un tanto deudor en forma con Blancanieves al tener al protagonista muerto encima de una cama y sus seres queridos alrededor derramando lágrimas por él (la iluminación, posición de personajes y tono es casi idéntico). Por suerte el final, como debe ser, es feliz al conseguir la transformación en niño de verdad y todos consiguen lo que querían para el disfrute del personal. Un soplo de tranquilidad y felicidad en una vorágine de desgracias acontecidas una tras otra sin posibilidad de impedirlo (el momento en el que el Hada Azul le otorga el distintivo a Pepito como premio o recompensa por sus servicios prestados y por haber sido una buena conciencia es uno de mis favoritos en el momento en el que éste dice "¡Cómo se acordó de mi!". Una forma perfecta y bonita de recoger lo que uno siempre o en el caso de verse recompensado por una labor concreta. El rostro de Pepito es tan perfecto y precioso que llega a abrumarme).
Haciendo alusión al apartado artístico / técnico tengo que indicar, una vez más, como el agua vuelve a ser representada con una fidelidad pasmosa. El fondo marino, Pepito en el interior de una burbuja que se llena de agua, el agua que cae por la respiración de la ballena, el mar enfurecido, etc. Está representado con una calidad tremenda. Pero igualmente sucede con el agua de la lluvia o cuando Pepito camina entre adoquines metiéndose en los charcos. O las lágrimas de Pinocho. Siempre he sentido debilidad por la representación del agua. Elementos comunes que volvían a resplandecer por derecho propio con una calidad excelente. Hay que añadirle una soltura perfecta en movimientos y fisonomía de los personajes consiguiendo además una antropomorfismo magistral en Pepito, Honrado Juan y Gedeón (algo que sería mucho más pronunciado en la era Reithermann). "Pinocho", por derecho propio, forma parte de las obras maestras atemporales. Mi predilección por las películas Disney siempre ha sido patente pero así como Blancanieves es perfecta en muchos aspectos, bajo mi criterio y cinefilia, considero que a tenor de calidad entre forma y fondo "Pinocho" ostenta el primer puesto siendo mi película favorita de toda la factoría. Lo que yo siento por ella y lo que ella me ofrece cuenta con una calidad inmaculada, excelente, fuera de órbita. Una perfección absoluta.
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