Como persona de izquierdas no me queda más que aplaudir por tantos compatriotas que, anteponen los Derechos Humanos y el derecho de todo individuo a una vida digna a cualquier otra consideración o falacia como seguridad, demografía, pobreza, o límites económicos. Somos campeones de la solidaridad. Si en el acumulado del año llegan diez mil pobres a nuestras costas, son demasiado pocos. #Venidya De hecho, el Estado Español debería usar sus pregorrativas y asumir la gestión de las compañías de ferris entre la península y el norte de África en estas fechas para lograr un bien mayor, y es que todas estas personas que tanto queremos que vengan, puedan hacerlo en condiciones de seguridad, sin que se tengan que jugar el pellejo.
De hecho, la gestión de las fronteras nace de un mal sentimiento. Antes del Siglo XX esto no existía. Pasabas a Francia libremente sin tener que pasar por ninguna aduana. Pero los resentimientos y la indignidad provocada por la I Guerra Mundial llevaron a inventar cosas como pasaportes que no hacen más que calificarte como persona para ser apto o no de entrar en un país. Si eres estadounidense o canadiense, no encontrarás trabas para entrar en la UE. Ahora bien, si eres de Gambia, Nigeria o Costa de Marfil, la relación es otra en Schengen. Se trata al fin y al cabo de un racismo institucionalizado que califica a las personas por el lugar del que proceden en vez de lo que pueden aportar a nuestra sociedad. Los países no son de nadie salvo del viento.