La industria cosmética no contamina nada. Además, las mayoría de las mujeres consumen muy poco ese tipo de productos y lo hacen de forma responsable, resiliente y sostenible (y eso que son muy necesarios; el tinte morado, por ejemplo, es fundamental para concienciar sobre los peligros del heteropatriarcado).
Las toallitas, compresas, tampones y demás mierda (¡gratuidad, ya!) que atascan cada dos por tres las redes de saneamiento de todas las ciudades, son arrojadas a los retretes por malvados machirulos fascistas que pretenden con ello culparlas a ellas. Hay que pararles los pies...