Érase una nación sin memoria
Graciano Palomo
Una idea común entre los
grandes hispanistas extranjeros, básicamente británicos y franceses, algún norteamericano también
Hotis H. Green o Samuel Jackson, es que España es un país sin memoria. La propia
Memoria Histórica del inabarcable
ZP, tan sectaria y escasamente objetiva es, en sí misma, una falta de memoria.
Unos
pueblos hispánicos agrupados a lo largo de los siglos que olvidan básicamente la norma general aceptada de que aquellos que no son capaces de recordar lo que fueron y pasaron están condenados a repetirse.
Especialmente de actualidad es el tema en los tiempos aciagos que nos ha tocado vivir.
El milagro de la Transición fue antes que nada una ocasión de gran memoria en un intento inteligente, generoso y aún desesperado por no repetir tragedias que asolaron el lar hispano. También una actualización mayúscula acerca de que no puede haber convivencia sin respeto, tan alejado este de la “naturalización” del insulto, el desprecio y el navajazo. Parece mentira que un profesor (pretendido) de
Ciencia Política pueda aterrizar
en pleno siglo XXI tratando de instaurar las formas y maneras de sus ancestros políticos que acabaron como terminaron.
Me sorprende que a tan sólo ocho años de haber sido tirado por las urnas y por su propio
PSOE,
un tal Rodríguez Zapatero tenga la desfachatez de presentarse en sociedad impartiendo doctrina sobre tal o cual asunto. Hay quien parece haber olvidado que después de recibir la caja hasta los topes dejó España con
5 millones de parados, un déficit del 11%y el Estado suplicando el rescate tras haber sido conminado por Merkel, Obama y el resto de mandatarios a congelar las pensiones, producir recortes de todo tipo y bajar el sueldo a los funcionarios. Olvida, olvidan, que fue ZP quien estaba al mando el 15-M, y que es el presidente del Gobierno que más profundamente dividió a los españoles.
Su sucesor ¿socialdemócrata?,
Pedro Sánchez va por el mismo camino. Ha perdido la memoria hasta de sus propios actos y de sus propias promesas. Lo que un día bajar impuestos es “progresista” al día siguiente es algo propio de la caverna.
Iglesias, por ejemplo, olvidó estudiar y aprender la ascética de la Historia objetiva. Instalado en un
maniqueísmo transnochado e irrelevante, sólo se ha quedado con lo más cainita de lo que España representa en el devenir de los tiempos. Empeñado en reescribir la historia que no le gusta cree que con manidos argumentos 'ad hominem' sacados de las covachas de Borosilov puede pasar a blanco todo aquellos que no le gusta y, al mismo tiempo, se cree que está ungido por el Altísimo para protagonizar liberticidios básicos. Nunca le enseñaré, aunque la Historia es meridiana al respecto, que las reformas han sido muy superiores a las rupturas que al fin y a la postre siempre retornan al lugar de origen.
No fuera tan preocupante ese afán demostrado de algunos dirigentes políticos de la
actualidad española por el olvido sino estuvieran acompañados por una ingente grey de seguidores con orejeras. Los primeros serán, finalmente, devorados por sus propias mentiras; los segundos pagarán las consecuencias.
Llegados a este punto tengo para mí que lo que realmente habría que olvidar es el odio,
el pus que emana a diario de Redes, el intento de ganar lo que se perdió, el sectarismo irredento, el ansia de revancha y por decirlo todo ese afán de desmontar todo aquello que funcionó sin demostrar que se tiene una
alternativa mejor.
PD. La educación y los buenos modales no es una antigualla.
Es un valor básico de la civilización y una conquista democrática.
Pido perdón en nombre del autor por la pésima redacción del artículo, que acierta en el fondo pero demuestra que fue un negado al hacer dictados durante su infancia. Qué se le va a hacer.
Anónimo