Una vez explotada la exhumación de Franco, y ya muy manido el Valle de los Caídos, toca encontrar otra excusa para que se siga hablando de "dejar el pasado atrás", y "resolver la deuda histórica", entre otras gilipollces, para que no se hable de la criminal gestión del gobierno haciendo creer a la gente que lo verdaderamente importante es lo que sucedió hace ochenta años. Ahora toca tirar los pantanos fachafranco, que son fascistas y poco ecolojetas.
La polémica desatada entre vecinos y ecologistas por la decisión del Ministerio para la Transición Ecológica muestra la dificultad que implica demoler estos obstáculos de los ríos para recuperar sus ecosistemas
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Cuando en 2017 se anunció que la concesión pública de la presa Los Toranes (sobre el río Mijares, en Teruel) a Iberdrola para su uso hidroeléctrico tocaba a su fin, muchos de los vecinos no le dieron mayor importancia. La central llevaba allí toda la vida, desde 1943, y no pensaron que el desenlace pudiera ser el derribo, asegura Federico Martín, alcalde socialista de Olba, uno de los municipios afectados, y favorable a que se mantenga la presa. Pero así lo decidió el Ministerio para la Transición Ecológica en noviembre del año pasado con informes sobre la mesa como el de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), que sostiene que su mantenimiento es “contrario al interés público, a las exigencias medioambientales y al plan hidrológico” y su rentabilidad “dudosa”.
Ojo al descaro con que mienten. Rentabilidad "dudosa" una instalación en perfecto estado de funcionamiento, y amortizada hace décadas. Y hablando de "exigencias medioambientales" para destrozar ecosistemas ya establecidos hace muchísimo tiempo para crear otros que, ahora, serán artificiales y tradarán décadas en establecerse. No se puede tener menos vergüenza.