El Megapost de los 80: Repasando a Richard Franklin

Henry Morrison

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(Trabajo de chinos, oiganme)


Creo que, cuando me acuerdo de los ochenta, como década, todo lo que soy capaz de recordar son días de verano. No me acuerdo ni de un invierno, ni de un mal día, todo son fines de semana perdidos entre estanterías llenas de “novedades”, todo son partidos de fútbol y piscinas, y horas y horas de colegio en un contexto de total ingenuidad juvenil. Obviamente, eso es mitificación absoluta, rotunda y nostálgica. Si, soy un nostálgico, un romántico de los ochenta. Por lo que sé, no soy el único del mundo, ni del foro, pero si que parece que somos una especie en extinción. No sé exactamente que es lo que nos atrae tanto de esa década, si la ingente cantidad de películas que se hicieron, el hecho de que fuese entonces cuando se implantó el primer método para ver cine en casa a precios asequibles y con gran variedad, o si se trata simplemente de la nostalgia, ese arma de tan doble filo.
Sea lo que sea, espero que encontremos la respuesta entre todos en este post. Está aquí, eso seguro.


I. El Contexto: Reagan presidente

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Todos, más o menos, hemos querido en algún momento que nuestra vida se parezca a una película/serie. Los norteamericanos estuvieron más cerca que nadie de conseguirlo cuando Ronald Reagan se convirtió en presidente de los Estados Unidos. Durante un discurso televisivo, el presidente se echó a llorar y rememoró un incidente en la guerra de Corea, donde un aviador sacrificó su vida para salvar la de sus compañeros. Cuando los periodistas, impresionados por la sinceridad del presidente, se pusieron en contacto con el Pentágono solicitando detalles del incidente, les dijeron que el presidente se había referido a una escena de la película Los puentes de Toko-Ri (1954). Los límites entre ficción y realidad se iban a la mierda. No sería la última vez que Reagan acudiría al cine como fuente de inspiración, protagonizando incidentes que se habrían cargado la credibilidad y la carrera de muchos otros políticos. El tío, sin embargo, salió indemne de todo ello.

Los ochenta en Norteamérica se pueden resumir con una palabra: dinero. El personaje real más sonado de la década fue probablemente Donald Trump, el magnate de la Bolsa; y el consumismo llegó a límites totalmente de locos. Cualquier cosa que pudiera comprarse, se compraba. Las novedades tecnológicas chiflaban a los yuppies treinteañeros (no olvidemos la revolución que supuso poder ver cine en casa) y lo de ahorrar no estaba precisamente a la orden del día. El conformismo urbano de los cincuenta, el ferviente apoyo de cualquier causa social de los sesenta, el espíritu de solidaridad de los setenta… el consumismo se lo comió todo. Todo podemos verlo reflejado en casi cualquier película de la década, con las grandes ciudades de rascacielos, las transacciones comerciales de dudosa ética, las costumbres de los yuppies y sus problemas, sus costumbres sociales y sexuales, la forma de vida de los adolescentes, los problemas familiares, la violencia en las calles, las responsabilidades laborales, las drogas, el SIDA, la convivencia racial… y un largo etcétera, que tampoco es cosa de aburrir a la gente con un análisis social. Esto es para hablar de cine.

En los ochenta, se libraron muchas batallas a través de las pantallas de una sala de cine, y un patriotismo superfluo lo dominaba todo: un solo hombre ganó la guerra de Vietnam en Acorralado II, América y Rusia se daban de hostias literalmente sobre un ring (no hace falta decir quien gana) en Rocky IV, Superman clava la bandera americana en la luna en su lucha por la verdad, la justicia, y el modo de vida de los hombres (hombres puede sustituirse por americanos, sin temor a equivocarse). Son solo tres ejemplos, pero bien seguro es que si nos ponemos a pensar, salen más. Muchos más. No creo que ni George Pan Cosmatos, ni Richard Donner (o los sucesivos directores de la saga Superman) ni Stallone tuvieran intención de trasladar la política a las pantallas. Creo que al menos en algunos casos, fue algo inconsciente, el ambiente que se respiraba en el país pasó a las películas, sin tener la deliberada intención de hacer propaganda política.


II. El Contexto (II): El cine en España para los españoles

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Para meternos en la piel de esta parte del post, vamos a crear dos figuras míticas: Espinete y Don Pimp… ¡nah, sería demasiado! Llamémosles “el tío Juan” y “la tía Enriqueta”.
El tío Juan descubrió eso de ver películas en casa en algún momento, a mediados de los ochenta, vamos a suponer. Se compró un VHS de esos, y claro, una vez instalado (con algunos golpes leves en la carcasa, debido a la ira del tío Juan, que no conseguía montar el dichoso aparato) se hizo socio del videoclub más cercano. Claro, ni Corte Inglés, ni leches, si vivían en una ciudad pequeña, la única forma de conseguirlos era ir al videoclub. Más adelante aparecieron los catálogos, y la venta directa, pero eso sería adelantarme.
Al tío Juan le encantaba ir al lugar los fines de semana sobre todo, cuando tenía tiempo. Si iba solo, se pasaba un ratito detrás de la puerta/cortina que contenía el porno, si el videoclub tenía dicha sección. Luego, cogía alguna cosa; al tío Juan le encantaban sobre todo las de acción, entiéndaseme “accion” como un conjunto de categorías: de guerra, de guerrillas, o de hostias solamente. Las de hostias englobaban las de artes marciales y las de tortas, sin más: lo primero era que la carátula “molase”. Si el dibujo y la sinopsis eran lo bastante potentes, la carátula era llevada ante el sumo sacerdote, el dueño del videoclub, para preguntarle que tal estaba, y si te la recomendaba. El dueño, por supuesto, la recomendaba siempre (trescientas pesetas más en su caja registradora) y el tío Juan se llevaba la película.
Si iba acompañado de sus hijos, o de sus sobrinos, o hasta sus nietos, la cosa cambiaba. El tío Juan se aburría, los críos no hacían más que mirar carátulas y revolotear por el sitio, haciéndole perder tiempo. Los críos acabarían cogiendo alguna de la Disney, aquellas en carne y hueso, o si están más creciditos, alguna ochentada, juvenil, estilo “Pánico a las tres”, “Loca academia de policía”, o “Todo en un día”. A veces intentaban coger alguna “de miedo”, pero el tío Juan, por lo general, no solía ser indulgente en ese sentido, o si lo era, les dejaba llevarse las cosas más inofensivas posibles, pero que olieran a terror, como “Una pandilla alucinante”.
La tía Enriqueta, entrañable mujer chapada a la antigua, rara vez iba al videoclub personalmente. El tío Juan, o algún hijo ya mayorcito que estaba a punto de ir a la Universidad, o haciéndose unas oposiciones, se las traían a casa. Por supuesto, a la tía Enriqueta le gustaban las de “amor”, y lloraba a lágrima viva con el final de Oficial y caballero; también le gustaban películas “sentimentaloides” clásicas, estilo “Que bello es vivir”, o, si era una mujer muy retorcida, las de Hitchcock. A la tía no le gustaban para nada las películas de hostias, y cada vez que el sobrino o el hijo de turno metían en el vídeo una cinta con el logo de la Cannon, se santiguaba mentalmente y les daba un sermón a los críos porque esas películas violentas eran malas para el cerebro. Y ni se te ocurriera decir en su presencia que habías visto, o conoces a alguien que ha visto, “películas de asco”. Lo decía con esa cara, de asco, claro, y las películas de asco eran todas aquellas en las que se veían más de tres gotas de sangre.
Naturalmente, este capítulo es una exageración/generalización. Hay mil tíos Juan y miles de tías Enriquetas y no habrá dos iguales. Quizás haya un tío Juan que veía películas de la Disney, o de zombies, o cine de Bergman, y de Kubrick, y Buñuel, y habría tías Enriqueta que se corrieran viendo Viernes 13, parte 3, cuando nadie las veía, o que seguían con interés las películas de Chuck Norris que veían sus sobrinos, mientras ella las criticaba. Pero, en su mayoría, las películas eran para entretenerse en familia, para entretenerse en pareja, para entretenerse solo. Hay que entender la época, hasta entonces, disfrutar de una película en tu casa era algo que solo se podían permitir, de forma muy reducida, los coleccionistas de películas en Super8. Con la aparición del VHS y los videoclub, no solo podías ver películas en casa, a tu ritmo, sino que podías ver varias cada semana. Aquello, que hoy en día la mayoría damos por sentado con encender el ordenador, o entrar en FNAC, en aquel entonces supuso toda una revolución social, por no hablar de que también se podía grabar “lo que salía en la tele” y verlo cuantas veces se desease (yo llegué a quemar, literalmente, una cinta con un especial navideño de Cruz y Raya, de tanto verla). Ir al videoclub no era ir a comprar pan y pipas, y lentejas, y a echar una ojeada a las carátulas, en plan casual, era una ocasión casi de lujo, y prácticamente un acontecimiento social: familias, grupos de chavalillos, o grupos de señores mayores (el prototipo del “señor del puro” que casi siempre acababa teniendo gran confianza con el dueño del videoclub). Entender el contexto es entender la nostalgia, la mitificación que hay en torno a la década. Hoy el cine está al alcance de todos, casi todo el cine, y sin duda resulta un gran adelanto cultural… aunque también habría que valorar la ingente cantidad de personas que se bajan películas y películas solo para fardar, sin llegar a ver apenas ninguna. Avance cultural o no, sigo creyendo que se ha perdido “algo”, una forma de ver y entender cine en un contexto de entretenimiento, de gozosa libertad para elegir que hasta entonces no se tenía, y que era lo importante, el poder elegir ver cualquier cosa que hubiese al alcance de la mano en el videoclub. Y anda que no hubo cosas para elegir... pero no nos adelantemos.


III. El Cine de los Ochenta



Hay tanto que hablar sobre cine de los ochenta que me he tenido que pasar un buen rato preguntándome como cojones lo iba a esquematizar para que no pareciera esto un tochazo inaguantable, aunque no sé si lo he conseguido. Así que la estructura será la siguiente: iré glosando las películas por géneros y subgéneros, y al final de cada apartado, incluiré una pequeña sección titulada “Caspa”, donde intentaré incluir las piezas más bizarras, raras y absurdas de cada género o subgénero. Espero que sea la forma más fácil y amena de soltar los tochazos que a continuación siguen. Los 80 fue sin duda la década más productiva, en muchos géneros, y hay mucho que tocar, aunque si me olvido de algo, siempre podemos completar luego entre todos. De todas formas, espero no olvidarme de nada. Pónganse el cinturón.

1. Psicópatas: Es casi un tópico empezar por aquí, pero por algún sitio hay que empezar. Habría que decir, eso si, que la eclosión de cine de psicópatas modernos comienza en los setenta, con películas como La Noche de Halloween, Cuando llama un extraño o Negra Navidad. Ya en 1980, tenemos Viernes 13, muy criticada por su palomiterismo y la estructura algo boba que gira simplemente en torno a unos asesinatos lo más retorcidos y sangrientos posible. Con todo, y pese a reconocer que Cunningham no es ningún Carpenter, y que hoy superado el impacto del gore completamente, la película no es para tanto, me encanta el ambiente ochentero, tanto como en las posteriores películas, cada cual peor, hasta tal punto que las últimas podrían entrar ya directamente en el apartado de la caspa. En la segunda parte, teníamos a Jason (con un saco de patatas en la cabeza) adorando un altar donde guarda la cabeza podrida de su amada madre, sin duda algo muy “Norman Bates”, y en la película hay más asesinatos. Y esto es todo. En la tercera, Jason encuentra su máscara de hockey, y se convierte en un icono de la década, independientemente de la calidad de las películas, es ya un clásico del género. Que yo recuerde, en la tercera parte no sucede gran cosa destacable… ¿sucede en alguna?
La cuarta parte siempre me hizo una enorme gracia, porque salía Corey Feldman y porque se titulaba “Último capítulo”. ¿Creerían los productores que estaban engañando a alguien con eso? Además el final no solo era original, sino que además era totalmente salvaje. Seguro que si la habéis visto, lo recordaréis.
La quinta parte, “Un nuevo comienzo”, es tan mala que casi podía haber sido un explotation de Italia, y no una película oficial de la saga. Pero mala, mala, aunque eso si, las guarra oficial de la película enseña las tetas más que ninguna otra de su categoría, y eso siempre era bueno. En la sexta había más de lo mismo, pero creo que con un comando paramilitar de por medio; en la séptima ya directamente, teníamos una niña con poderes, hija de Stephen King que resucita a Jason sin querer, y en la octava, el prometido viajecito de Jason por la gran manzana se sucede solo al final, transcurriendo la historia casi íntegramente a bordo de un barco (bien cargado de carne fresca asesinable, obvio es). El resto de las secuelas siempre me han parecido fuera del canon de la saga, ya en otra época, y con otras intenciones, así que pasaré de comentarlas, aunque la novena, Jason se va al Infierno (y ya era hora) es tan absurda e imposible de tomar en serio que resulta hasta visionable. Sin duda, el momento más cachondo es el de la parejita que va a intercambiar fluidos en la tienda de campaña, pero ella quiere que se ponga un condón. El tío sale de la tienda, y el “director” aprovecha para meternos una imagen de otro muchacho muerto, clavado a un árbol. De vuelta a la tienda, el tío se pone el condón, pero se lo quita porque “no le gustan esas cosas”. Solo con recordar esa delirante escena/excusa para mostrar otro muerto, ya me podría estar riendo varios minutos seguidos. Absurdos de guión únicos. Comentar que en su día, por supuesto, se alquilaban a mansalva (CIC video las sacó todas de la 2 a la 8, salvo la primera que la sacó Warner BROS, con la maravillosa carátula del hacha enterrada en la cama. La función de estas películas no era otra que la de verlas con los amigos, animando a Jason a cargarse a aquellos gilipollas (los chicos españoles éramos más guapos, y sobre todo más listos :P ) y apostar sobre la forma en que mataría al siguiente treinteañero camuflado de adolescente. Creo que, junto con Stephen King, la Cannon y los films de zombies, sobre todo de Romero y O’Bannon, Viernes 13 hizo mucho por mi adolescencia, y no solo por la mía, creo. Son muchas horas de entretenimiento.

Un año después del estreno de la primera parte (que salvó a la Paramount de la quiebra) llegó la primera secuela de Halloween, que mis amados traductores de títulos en nuestro país bautizaron como Sanguinario. ¡Sanguinario! Claro que es sanguinario, pero, para qué ponerlo en el título? La película es bastante floja, narrando los orígenes (y lo peor, los motivos) de Michael Myers, asociándolo a una secta druida. De nuevo tenemos a Pleaseance y a la Curtis en sus papeles, y me parece interesante, y prácticamente inédito, que toda la acción transcurre LA MISMA NOCHE que la película original, algo muy poco experimentado en el género. La tercera parte, El día de la bruja nada tenía que ver con la historia original, aportando una serie B muy oscura y extraña, con un guión de Nigel Kneale que casi parece remozar y actualizar el argumento de la segunda parte de la trilogía Quatermass. Con Tom Atkins, uno de los hijos predilectos de la serie B del género fantástico en los ochenta, como se verá. Sin embargo, parece ser que a los borregos que pagaban las entradas no les gustó la idea de sacar a Michael Myers de la ecuación, por lo que en 1988 volvió con El retorno de Michael Myers, título que dejaba muy claras las intenciones. La película es rutinaria a ratos, pero también inicia una trama fascinante donde los traumas y las ansias de matar del villano recaen… ¡en su sobrina de doce años! La tontería continuaría con La venganza de Michael Myers, ya totalmente carente de ganas o ritmo, una película de la que no se puede sacar ninguna virtud. El resto caen ya en los noventa… aunque no puedo dejar de mencionar la primera parte, La noche de Halloween, editada aquí en VHS por la casa Media Video, que editó también Asalto a la comisaría del distrito 13, aunque curiosamente la titularon Asalto a la comisaría 13, comiéndose el distrito. La primera parte de Halloween fue durante años pieza codiciada, casi imposible de ver, de hecho, solo hubo una edición en vídeo, en 1982, y luego ya a mitad de los noventa, otra edición en vídeo por Tri Pictures, de muy poca tirada, y el DVD de Selecta. Recuerdo que en el videoclub donde trabajaba teníamos una copia de la edición de Media Video, y era bastante alquilada, hasta que la infrautilizada cinta dejó de verse correctamente, y la retiramos. Recuerdo que solía venir gente pidiéndola, pero no la teníamos, y recuerdo que solíamos hablar de ello, dando la película por perdida, y comentando que quizá solo acudiendo a algún coleccionista se podría ver. Cuando empezó el DVD, me dije a mi mismo que algunas películas nunca saldrían: Halloween… Posesion Infernal… Suspiria… Un hombre lobo americano en Londres… todas ellas dificilísimas de encontrar en su época, muy buscadas y con un culto creciente en torno a ellas, precisamente por la dificultad de verlas. Todas editadas en DVD hoy en día. Curioso, ¿no?

El triunvirato de las dos masas de carne con ganas de matar anteriores, se completa con uno bastante más parlanchín y sugestivo, por lo menos en sus inicios, Fred Krueger. Vaya por delante que Craven jamás ha sido santo de mi devoción, pero las cuatro primeras películas eran cimas en los ochenta, a excepción de la segunda parte, que solía verse rodeada de gran cachondeo, pura comedia involuntaria que se carga la mitología. Lástima, eso si, esa OBRA MAESTRA que es el score de Christopher Young, totalmente malgastada en semejante bodriete… aunque el bodriete en su día me encantaba, sobre todo por su carátula, donde un amenazante Freddy se erguía sobre un autobús escolar (lleno de treinteañeros faltos de hormonas que van al instituto). Creo que esa carátula solo se vio en España, la oficial en EEUU es otra, y sin duda la carátula contribuyó a darle (mucho) más prestigio del que realmente merecía.

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Pero hablando de la primera parte, no puedo dejar de mencionar que en su día era una película de TERROR, una película que realmente lograba asustarte, lejos de las payasadas que eran las secuelas, y asesinatos como el de la chica suspendida den el techo mientras su cuerpo se llena de tajos, o Johnny Deep siendo engullido por su cama, realmente te ponían los pelos de punta, y personalmente, me los siguen poniendo. Ese Freddy “Yo… soy Dios” que juega con los hijos de sus asesinos como quien juega con marionetas, tirándoles un poco de los hilos, enloqueciéndoles un poco hasta que llega la hora del matadero. La película presenta un mundo bastante crudo donde los chicos pagan por los pecados de los padres (ese John Saxon frío, esa Ronee Blakely alcohólica, la madre ausente e indiferente...) que ofrecen soluciones estúpidas a los problemas de sus hijos “tu duérmete, que verás como mañana todo va bien”. Si, seguro.
Hoy en día se la suele criticar mucho por su director, y por su final, que parece digno de un guión de El equipo A, pero para mi tiene logros increíbles, sobre todos los momentos que transcurren en los sueños, en esa caldera, en los sótanos… realmente consiguen crear una sensación de amenaza que incomoda, incluso hoy en día, siempre que no se vea la película con los prejuicios por delante.
La tercera parte, Los guerreros del sueño fue también muy popular, de hecho diría que fue la secuela más popular, porque por primera vez, los chicos atacados hacían frente a Freddy no en el mundo real, sino en su propio terreno, en el mundo de los sueños, con ayuda de Nancy (Heather Langenkamp, ya se podía haber cambiado el apellido, he tenido que buscarlo antes de escribirlo) John Saxon again, y Craig Weasson, el Scottie moderno de Doble cuerpo, de De Palma (otro que tal… pero ya llegaremos a él).
La película presentaba un grupo de adolescentes más cohesionado y mejor construidos que el resto de la saga: chicos con problemas metidos en un psiquiátrico y perseguidos por Freddy en sus sueños. La película tiene algunas escenas/muertes muy recordables, como la del televisor, o el muchacho al que Freddy le abre las venas para usarlas como cuerdas de marioneta; también la aparición del esqueleto de Freddy está bien conseguida (muy Harryhausen). Por otra parte, aquí Freddy ya sale abiertamente de las sombras y enseña maquillaje, lo que sería el principio del fin, al convertir el objeto de terror en chufla. También aquí empieza a convertirse en cosas (serpiente, manos con jeringuillas en vez de cuchillas, tía buena…). La resolución de la película está muy bien, y habría sido un buen colofón para la saga, digno y bien cerrado, pero claro… hay gente que vive de esta franquicia, y tenían que seguir viviendo.
La cuarta parte El señor de los sueños debe tener el récord de la más emitida por TV de toda la saga… prácticamente la echaban un fin de semana si, otro no. Yo la tengo todavía por ahí grabada de TVE1, con la carátula “casera” de la revista Súper tele. Los adolescentes protagonistas vuelven a ser insoportables, pero la salvo por los delirios visuales de Harlin, y por los toques macabros de Freddy (esa pizza…). La quinta parte, para mi, ya entraría en lo más casposo, innecesario y penoso que jamás he visto. Ni siquiera las muertes más sórdidas consiguen elevarla un poquito de su mediocridad. El resto de la saga ya entra en los noventa…
Lo cierto es que Freddy Krueger es ahora un personaje quemado que todos conocen de oídas, pero en su época fue un fenómeno social. Pasteles de Freddy, chicles con pegatinas de Freddy, carpetas con fotos de Freddy, mochilas, gorras, camisetas, su propia serie televisiva, guantes de Freddy de plástico (yo tengo uno que compré para un carnaval en el colegio… ¿me cabrá en la mano todavía? :pensativo ). Una de las cosas que más gracia me hace, viendo ahora el fenómeno, es que la mayoría de esos productos iban destinados a niños y adolescentes, por lo que siempre intentaba “pasar por alto” el hecho de que Freddy, antes de ser anti héroe en su saga, había sido un abusador y asesino de niños. Figuraos, ¡un asesino de niños en chicles, mochilas escolares y pastelitos! Cada dos por tres sacaban algún reportaje en las revistas sobre Freddy, y su repugnante cara vendía casi cualquier cosa, aunque hoy esté quemado y olvidado y a quienes no lo vivieron, les parezca imposible. Aún recuerdo que gané mil pesetas a mi hermano en una apuesta: cuando Chicho Ibáñez Serrador, en su programa “Mis terrores favoritos” pasó la primera parte de la saga, me jugué con mi hermano las mil pelas a que, en la presentación antes de la película, sacaría un guante de Freddy de plástico. Gané yo, por supuesto.

Otro iniciador de la moda de los asesinos fue Tobe Hooper, con su Matanza tejana, y esta también “gozó” de secuelas. Lo cierto es que Hooper por si solo da ya para un libro, pero su secuela para su propia película es un absoluto delirio, una chufla que no se toma en serio ni un segundo, y donde la adorable protagonista despertaba el amor del mismísimo Cara Cuero. Impagable un Dennis Hopper en horas bajísimas haciendo de ranger de Texas que persigue a la familia de matarifes, o al padre de Cara cuero y su hermano (Jim Siedow) ganando concursos estatales de recetas para carne… con carne humana. Es ver esa película y sentir que se me desconectan las neuronas y solo tengo capacidad para reírme. Y recordemos el cartel, que PLAGIABA el de “El club de los cinco” con muy poca vergüenza, y poniendo un cadáver putrefacto en el lugar que ocupaba Molly Ringwald. Todo un presagio de lo que le deparaba el futuro a la carrera de la actriz. Por supuesto, la película la produjo Cannon Films, con quienes Hooper tenía un contrato para dirigir tres películas; sin duda Tobe supo a quien debía acudir para joder su carrera del todo, pero ¡que bien que nos lo pasamos nosotros con aquellos engendros!
Luego hubo una tercera parte por obra y gracia de Jeff Burr, un insensato director ochenteno, que principalmente se ocupó de secuelas (recuerdo El padrastro 2) que era totalmente inferior a las anteriores, y desprovista casi de encanto. Es curioso como la cara de Cara cuero va deformándose y convirtiéndose en algo más y más desagradable y repugnante en cada secuela. Aquí también había una niña que coleccionaba fetos de bebés en tarros, si no recuerdo mal. También recuerdo haber visto el trailer, donde Cara Cuero bailaba con su sierra en una playa desierta (¿). Según digo Burr, los productores hicieron y deshicieron, y él no pudo cambiar nada del guión, de hecho quería hablar con Hooper para pedirle algún consejo, y se lo impidieron. Algo muy típico en películas de la época, supongo. Luego ha habido más secuelas, ya en los noventa, recuerdo “La nueva generación” con la Zellweger, creo que la última secuela de La matanza de Texas que salió en VHS.
La película de Hooper creó un subgénero dentro del subgénero de psycho killers: el de los asesinos paletos, con perdón.

Aprovecho para mencionar también El padrastro, película que adoro (quienes la han visto, lo entienden :juas ) con un Terry O'Quinn como asesino que busca una familia americana perfecta, pero obviamente, tal cosa no existe, y cuando las cosas se tuercen y el hogar no es tan dulce, se cargaba a toda la familia a cuchillazos y se iba a buscar otra familia. Tenía detalles sencillamente geniales, como sus ataques de violencia, especialmente el del sótano (¡Lo que hay que poner aquí es orden!) o las muecas y las caras raras que va haciendo conforme se tuercen sus asuntos. Pero sin embargo también era un psycho killer capaz de despertar compasión, y se le veía que solo quería una familia feliz; impagable la escena en que se queda en una calle, viendo embobado como un hombre llega a casa y es recibido por su mujer, su hija y el perro, la cara de O'Quinn, entre la fascinación y la impotencia por no poder conseguir algo así, es realmente sublime. La primera secuela no estaba mal del todo, y es un desfile de caras ochenteras (Jonathan Brandis, Meg Foster, Carolyn Williams...) donde el padrastro se escapaba del manicomio y volvía a las andadas. La película tenía un gran acierto, al no repetir la trama de la primera película (la hija se da cuenta de que en su padrastro hay algo raro, y es ella la que empieza las hostilidades que al final lo echan todo a perder) sino que aquí el personaje de O'Quinn parece haber encontrado de verdad a su familia perfecta, pero al tener que matar a gente del entorno que descubre que él no es quien dice ser, las sospechas por parte de su mujer van creciendo... la tercera parte, ya sin 0'Quinn, es un engendro que traiciona totalmente la figura del padrastro, que por lo menos si que se respetaba en la primera secuela.

También quiero mencionar a otro psicópata, Rutger Hauer en Carretera al Infierno. Si la recordáis, el personaje de Hauer era un autoestopista chiflado que iba matando a quienes le recogían en coche, pero un muchacho consigue echarle del vehículo, y Hauer se empeña en hacérselas pasar realmente mal durante toda la película. Salía una joven Jennifer Jason Leigh, y sobre todo las primeras apariciones de Hauer conseguían crear un clima incómodo, de estar en presencia de un psicópata de verdad (la primera conversación entre él y el chico protagonista es genial, como Hauer va dejando caer frases con doble sentido, amenazas...).

Casi todo lo que se hizo sobre este “subgénero del subgénero” iría en la sección de Caspa, pero no puedo dejar de mencionar Las colinas tienen ojos, de Craven, y su secuela. La primera, editada por Video Movies Internacional, gloriosa casa que nos editó aquí casi todo el trabajo de Roger Corman, desde sus adaptaciones de Poe con Price hasta El hombre con rayos X en los ojos y Los ángeles del Infierno; y también editaron ellos esa macarrada que es Curso 1984… entre otras. Es curioso que aún me acuerde de casi todo el catálogo de una casa distribuidora desaparecida hace décadas, y de la que nadie se acuerda. Las carátulas eran de color rojo granate, con la portada incrustada en la parte delantera, y por detrás, texto (sin fotos). Comentar también que la película de Craven se estrenó mancillada con la letra S, con la que se identificaban películas extremadamente violentas o eróticas (sic); incluso Mad Max se estreno bajo la dichosa letra. La película trataba de una familia (en la que iba Dee Wallace Stone, esa MILF y madame del fantástico de los ochenta) que van a parar al desierto con la caravana estropeada, tras desoír el consejo del viejecito de turno que regenta una gasolinera (una profesión peligrosa para los ancianos, en el cine de género de los ochenta) y les recomienda cambiar de rumbo, y se las tendrán que ver con el intenso calor, con serpientes venenosas y sobre todo con una familia de salvajes que no hacen ascos a incluir la carne humana en su dieta. Hay momentos de abierto mal gusto, como el plano del perro destripado, la crucifixión e incineración de cierto miembro de la familia, pero también hay momentos de pura comedia involuntaria, que ignoro si en su día causarían mayor impacto, como cuando el padre de la familia salvaje zarandea al bebé secuestrado de la familia “normal” mientras berrea “Ya tenemos pavo para el día de Acción de Gracias”. Este Craven, tan tachado de “director de terror” y en realidad es todo un cómico camuflado. Lo mejor de la función es el deforme Michael Berryman, otro tipo ligado al género, aunque mucho menos conocido debido a que se mueve por la serie Z más casposa e inenarrable, a las órdenes de Fred Olen Ray, por ejemplo. Su careto se convirtió en un pequeño icono de las estanterías de videoclubs, y le podemos ver en alguna otra película de Craven, como Bendición mortal.
La secuela tuvo la inmensa desgracia de ser más mala que pegarle a un padre, y de estrenarse en 1985, un año después de su éxito con Pesadilla en Elm Street, aunque en realidad se rodó antes, con un presupuesto paupérrimo y, según su director, rodada simplemente por necesidades económicas y sin motivación. Eso si, la carátula del VHS, editado por una filial de la Cannon que teníamos por aquí (no Ízaro Films) era extraordinaria, mostrando el careto de Berryman en plan “dar miedo”, perros salvajes, trogloditas, motoristas a lo Mad Max… la carátula dice, la tengo aquí y cito textualmente “Así que piensas que tienes suerte de estar con vida…”. Estoy casi seguro de que debió decirlo Craven a los primeros espectadores que entraron a ver su película. Vamos, se trata de una historia donde unos chavales viajan a una competición de motos para patentar una súper revolucionaria gasolina, pero se topan con los típicos villanos caníbales, Berryman incluido, que son ya más trogloditas que salvajes. Detalles tales como que un miembro de la familia salvaje se haya vuelto civilizado y en dos o tres años se haya convertido en un integrado miembro de la sociedad civilizada, los dejo para los sociólogos… la película es condenadamente mala, ni siquiera el típico aliciente de ver alguna tetilla adolescente y muertes de colmillo retorcido, aquí directamente no hay… nada. Es la película más aburrida de la historia del género en esta década, y encima, hecha así a posta por un desganado Wes Craven.

Por último, en cuanto a psicópatas con pedigrí de la época, no puedo dejar fuera a Chucky, que en 1988 se estrenaría en Muñeco diabólico con bastante más estilo y clase de la que se le suele reconocer, de la mano del curioso Tom Holland (hoy hundido en los abismos del telefilm) todavía lejos de la vergüenza en que no tardaría en convertirse, y ya hoy en día, ha traspasado las fronteras como personaje de una película para convertirse en otro producto a parodiar y después, comercializar. La primera película me gusta, me gusta todo lo macabro que hay en ella, me gusta que se juegue a la duda y al falso culpable con el niño, Andy, el cual es tomado por culpable de los asesinatos del muñeco, me gusta ese prólogo en la juguetería, me encanta el carisma ochenteno de Chris Sarandon y la breve aparición de Brad Douriff, la única vez en que aparecerá, en carne y hueso, en la saga, y sobre todo me gusta que, pese a soltar ya algún chascarrillo, Chucky no sea convertido en payaso, en elemento cómico, o en anti héroe: aquí es el villano, y se le puede tener miedo; me gusta, por último, que no aparezca “en vivo” hasta casi el final, pues es algo que lo distancia bastante de las típicas películas de psycho killers. En general, me parece más una película de suspense que un slasher, y siempre le he visto ciertos valores, aunque por lo general, ni la primera se salva de la quema para algunos. Por cierto, la madre del niño está interpretada por Catherine Hicks, una actriz bastante desconocida y que sin embargo, siempre me gustó. ¿Alguien la recuerda de Las locas aventuras de papá, una película con Tony Danza? Probablemente sea una pregunta retórica, y nadie se acuerde.
De las secuelas, pues la segunda aún tenía ciertos jueguecitos visuales que no estaban nada mal, pero aquí ya Chucky era amo y señor de la función, aunque los secundarios no estaban nada mal: Gerrit Graham y Jenny Agutter. La tercera parte es un bodrio directamente, que eso si, cobró bastante fama por aquel asunto, de dos niños ingleses que después de verla, torturaron a un bebé. Sensacionalismo barato que poco o nada tiene que ver con el cine, creo yo.

Para concluir, antes de pasar a los psycho killers más casposos, me apetece mencionar dos debilidades mías, ambas con esa actriz que tanto aportó al género en los ochenta, Jaime Lee Curtis: El tren del terror y Prom Night. La primera me encanta por que tiene un aspecto y un guión que, si, está lleno de tópicos americanos (fraternidades universitarias, sexo adolescente, cervezas, alcohol y bromas de sal gruesa…) pero también tiene momentos puros de total giallo, especialmente en la fotografía, en el personaje del asesino (escondido tras una máscara de Groucho Marx) e incluso, pasa casi media hora sin que haya cadáveres de por medio, y cuando llega el momento de empezar el body count, resulta que no es el gore y la recreación morbosa del asesinato lo que realmente importa, sino el “antes” y el “después” del asesinato. Un punto de vista poco compartido por el slasher ochentero. Todo eso con un juego de “quien es el asesino” en un tren en marcha del que no hay escapatoria posible, con un asesino que es casi una presencia omnipotente en el tren, algo más cercano a Agatha Christie que a Sean Cunningham. ¡Y con David Copperfield haciendo de mago! En la trama tenemos el típico asunto feo del pasado (una broma pesada con un cadáver robado y un novato, que acabó con el novato en el manicomio) que le remuerde la conciencia a la señorita Curtis durante años, aunque no a sus compañeros. El final era un poco absurdo, cierto, pero para el recuerdo quedan escenas como el ataque a Jamie Lee, por parte del asesino disfrazado con una máscara de viejo decrépito, o el asesinato de una muchacha, que se deja llevar al huerto por el asesino, disfrazado de monstruo del lago (disfraz que antes llevaba uno de los muchachos) y algunos toques de humor impresionantes, como el gracioso bromista de turno, que muere acuchillado ante todos sus amigos antes de que parta el tren, y todos se van riéndose de él pensando que es “otra broma del tipo este”. Humor negro puro.
Prom Night, conocida aquí con el subtítulo de La noche de la graduación, nos la editó si no recuerdo mal, IVS, con el sello Avco Embassy, y su mayor atractivo resulta que es EL slasher, la película más prototípica del género. Coge algo de Halloween (turbio crimen del pasado que repercutirá sobre un grupo de adolescentes en el presente) y con Viernes 13 comparte la simpleza argumental, el reducirlo todo a los asesinatos y una pequeña dosis de suspense. A mi siempre me ha entrado la risa floja viéndola, probablemente por culpa de la presencia de Leslie Nielsen, y tenía un final con una resolución bastante loca (de hecho, el final recuerda más a Fiebre del sábado noche en su estética, que a un slasher de verdad). Me quedo sin duda con el prólogo, donde un grupo de niños cabrones persiguen a una niña hasta (por accidente) tirarla por una ventana. Lo que sigue a partir de ahí es un océano de tópicos que, de todas formas, me pone los pelos de punta por ser tan absolutamente ochentera en todo. La adoro.
Tuvo una secuela, en España titulada Hello, Mary Lou, que ya trataré en otro apartado, porque no solo no tenía nada que ver con la primera, sino que tenía elementos sobrenaturales (trataba sobre una posesión). Hubo tercera y cuarta parte, pero solo he visto la cuarta, El baile de fin de curso, donde el asesino es un cura encerrado y custodiado por la Iglesia, debido a su afición de mutilar y matar a cualquiera que practique el sexo sin estar pudorosamente casado. El curilla escapa, por supuesto, y todo lo demás, pues bastante tópico, me temo.

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Caspa: Me es casi obligatorio empezar por una debilidad: LA TRILOGÍA MANIAC COP. Si alguien la recuerda, las diría William Lusting, y los guiones corrieron a cargo del neoyorquino Larry Cohen. La primera contaba con Tom Atkins y Bruce Campbell (casi nada) y trataba sobre un policía brutal con los delincuentes, al estilo Harry el Sucio, que fue detenido y encarcelado. Le ofrecieron encerrarle en un ala especial donde contaría con protección, pero el tipo, más chulo que un ocho, se hizo encerrar con los presos comunes, a muchos de los cuales había encerrado él. Un buen día en la ducha de la cárcel lo pillan por banda, y en vez de hacer lo que todos estáis pensando, lo matan a palos. Resucita gracias a un ritual vudú, y se empieza a cargar a todo el que se cruza por su camino (inocente o no). Tiene detalles divertidísimos, muy propios de Cohen, como la paranoia urbana, de gente que dispara o huye de policías corrientes, al pensar que son el policía asesino. Ya solo por ver las caras a Campbell y Atkins en la misma película, vale la pena. Las siguientes películas contarían con Robert Davi como protagonista de la función, y mientras la segunda aún la recuerdo potable, la tercera era un absoluto bodrio (Cohen renegó del guión, diciendo que se lo habían destrozado) donde el policía asesino convence a un sacerdote vudú para devolverle la vida a una policía que está en coma, a la que quiere como novia (¡)


Pobre de mi, no puedo dejar sin mencionar la desastrosa saga de Los chicos del maíz. La primera parte, contando aún con alguna cara conocida, es ya un absoluto bodrio, y sin embargo a mi me encanta por su ochenterismo: esos planos de correrías y cuchillos entre los maizales, esos treinteañeros (una vez más) vestidos de niños de menos de 19 años, blandiendo cuchillos y otros objetos cortantes mientras gritan “¡Muerte!” histéricamente, esos crucifijos gigantes de maíz… la película es mala a rabiar, pero en su día levantó toda una controversia social por su contenido “niños que mataban a sus padres”. Recuerdo que solo la carátula ya imponía respeto (Una pesadilla adulta…) y el tráiler acojonaba, con esa música tan curiosa mientras te iban mostrando varias escenas, y una voz tenebrosa decía “Jamás entres en Gatlin. El viaje… es solo de ida”.
Y en cuanto a la película, pues en su época no me pareció ni mala ni buena, me gustaba porque me entretenía, recuerdo que la grabé de Antena3 y la veía de vez en cuando. Atención al acostumbrado vejete que regenta una gasolinera, está enterado del percal que se sucede en Gatlin y trata de alejar a los forasteros. Obviamente, como todos los de su especie en los ochenta, acaba mal. Las secuelas caen todas en los noventa, y con solo decir que la primera vale más que todas las demás juntas, creo que ya queda claro su “calidad”…


Clownhouse fue otra divertida, dirigida por Victor Salva, hoy conocido por las películas de Jeeper Creepers; trataba de tres asesinos que escapaban de un manicomio, mataban a unos payasos y se disfrazaban con sus ropas. Un adolescente lleva a su hermano pequeño (que tiene miedo a los payasos) al circo, para que se le quite esa fobia, y obviamente, no lo consigue. Los asesinos vestidos de payaso los siguen hasta su casa, donde sus padres, obviamente, han salido, y una vez allí se produce un asedio bastante tonto, que acaba como todos nos imaginamos.
Mencionar también una película canadiense Cumpleaños sangriento (la carátula era una tarta de cumpleaños con dedos humanos como velas) donde unos niños, nacidos todos al mismo tiempo que se produce un eclipse, se dedican a matar para celebrar sus cumpleaños, despertando las sospechas del típico sheriff. La película se dejaba ver, y lo mejor (y más raro) es que jamás tuvo secuela alguna. Quizás porque tampoco tuvo mucho éxito…
También “curiosa” es El día de la madre, de la casa Troma (y con eso, en el fondo, está todo dicho) una especie de parodia de La matanza de Texas, que lo mejor que tiene es el no tomarse en serio a si misma en ningún momento. Los dos hermanos (típicos paletos de cine americano) dominados por una madre made in Mrs. Bates secuestran a unas chavalas para someterlas a las típicas perrerías (violaciones delante de la madre incluidas). En ocasiones consigue dar el suficiente mal rollo, pero también hay humor bobo, totalmente esperado viniendo de la casa que viene… aquí la editó Video Cien, que también editó muchas películas de Bruce Lee, y también ochentadas como Los albóndigas en remojo, y las dos primeras partes de Los locos de Cannonball.


En la tónica de presentar sucesos horribles en ocasiones especiales (cumpleaños, graduaciones de instituto, noche de Halloween) está Inocentada Sangrienta, una soberana chorrada sobre una fiesta de adolescentes que se sitúa en una isla casi desierta, donde empiezan a hacer muertes, bromas pesadas, alcohol, lo típico. Las bromas entre ellos alcanzan cotas de delirio realmente enormes, y lo mejor es que al final todo es una gran broma gorda, no muere nadie. Tomadura de pelo, aunque la carátula estaba bien (una mujer sujeta un cuchillo por la espalda mientras que tiene a sus amigos delante de ella).
Mencionar también Maniac, del citado William Lusting, pero muy por encima, porque el cine gore, la verdad, nunca fue mi fuerte. Eso si, el protagonista, Joe Spinelli, es un tipo muy habitual, le recordaréis como jefe mafioso de Stallone en la primera parte de Rocky. Aquí es un perturbado que se carga a mujeres para poner sus cabelleras en unos maniquíes que tiene almacenados en el sótano.
Me bebo tu sangre, curiosamente, es de principios de los setenta, trata sobre unos adolescentes hippys que llegan a un pueblo, le dan LSD un viejecillo, y este casca. El nieto prepara una venganza delirante, inyectando a unos pasteles sangre infectada con el virus de la rabia, y sirviéndoselos a los fuma hierbas.
También es muy interesante (y no muy casposa) Solos en la oscuridad, una película de Jack Sholder con Donald Pleaseance, Martin Landau y Jack Palance. Unos locos en un manicomio escapan al producirse un apagón en toda la ciudad, con la intención de matar a su nuevo médico, al cual creen culpable del asesinato de su médico de toda la vida, al que tenían en mucha estima. Lo más curioso son los detalles de estos locos “no del todo locos, no del todo cuerdos”, compuestos por un militar con claustrofobia, un chico casi retrasado que abusaba de niñas, un clérigo que decidió pasar de predicar a quemar su iglesia con la gente dentro, y un asesino hemofílico que esconde su cara a los desconocidos. Al final se produce un asedio a la casa del doctor con bastante buen ritmo, recordando a los más agobiantes momentos de La noche de los muertos vivientes, o Asalto a la comisaría del distrito 13. El final, además, es absolutamente cómico, una macarrada absoluta con Palance de protagonista.

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Quiero mencionar también alguna cosilla de Craven, Hooper y De Palma, antes de pasar a las italianadas. Craven tiene, en los ochenta, aparte de Freddy Krueger, claro, Bendición mortal, una película sobre una mujer que tras perder a su marido, se refugia en una comunidad tipo amish, pero con unas costumbres… muy particulares, con Michael Berryman de líder. Una de las amigas de la protagonista es una jovencilla Sharon Stone, que la verdad sea dicha, su interpretación en esa película no auguraba para nada su futuro.
También está La cosa del pantano con Adrienne Barbeau, una adaptación del cómic que poco tiene que ver, por lo que me han dicho, y que encima es peor que la lepra, aunque tiene el típico look ochentero, que para mi ya vale el visionado. Sin embargo su película más reseñable en esa época es Amiga mortal, típica película que todos hemos visto en televisión o en vídeo. Kirsty Swanson es el interés romántico del genio adolescente protagonista, y tras morir maltratada por su padre, el chico la “arregla” metiéndole el chip de su robot en el cerebro, y controlándola con un mando a distancia (con eróticas posibilidades, que por desgracia no se dan). Mítica la escena de la pelota de baloncesto que se “convierte” en una cabeza humana. Las víctimas aquí son gente despreciable (el padre maltratador o la vecina hija puta) y la película tiene en general, un toque de ingenuidad (eso de mezclar el chip de un robot casero con el cerebro humano de Kirsty Swanson…) que la hace adorable, aunque no sea gran cosa.
Y quiero hacer desde aquí un homenaje a la que sea, probablemente, la comedia involuntaria más divertida que jamás he visto: Shocker: 100.000 voltios de terror. Mitch Pileggi es un asesino de masas, Horace Pinker, que derriba puertas y liquida familias enteras sin que se lo puedan impedir. El ahora director Peter Berg es hijo del poli que lleva el caso (Michael Murphy) y tiene sueños con el psicópata, gracias a los cuales a este lo detienen y ejecutan, pero antes de morir solicita audiencia con el Diablo a través de un televisor, y este decide concederle la inmortalidad (sic). Ahora, el asesino puede cambiar de cuerpo a voluntad, y moverse a través de todo lo que funcione con electricidad. Las frasecitas lapidarias de Pinker las caras de palo de Berg, y sus también curiosas frases (cuando una doctora observa lo mal que tratan a Pinker se queja, diciendo que lo tratan como a un animal, a lo que Berg le pregunta que porqué tiene que ofender así a los pobres animales) pero sin duda lo mejor de la función es un ajado Michael Murphy a quien no le cambia la cara, ni siquiera después de que toda su familia sea asesinada por Pinker, sigue con la misma expresión de “dureza” (piedra) y soltando frases tontas y corrientes como si todo lo que va pasando en la película no fuese con él.

De Brian De Palma quiero recordar tres películas que, junto con El precio del poder, resumen su carrera en los ochenta: Vestida para matar, Impacto y Doble cuerpo.
La primera, con Michael Caine, Nancy Allen y Keith Gordon, es otro remake encubierto de Psicosis (igual que su Hermanas, en los setenta) cambiando ducha por ascensor, y sexualizando mucho más la trama, haciendo evidente todo lo que Hitchcock se limitó a sugerir. Sexo, crimen, trabajo policial chapucero, tendiendo a buscar cabezas de turco en vez de verdaderos culpables… sin duda Michael Caine está espléndido, y aunque hoy en día creo que todos nos imaginaremos, si la vemos por primera vez, quien es el culpable de las muertes, y por qué, en su día recuerdo que me impresionó mucho, sobre todo la escena del ascensor, y la persecución en el Metro de Nancy Allen, y sin duda, el final, con esa alucinación del doctor…
Impacto, con John Travolta, Nancy Allen again y John Litgow como villano, trataba sobre un técnico de sonido que una noche, buscando sonidos naturales en un bosque, presencia lo que parece, a primera vista, un accidente de coche. Un político muere, y al técnico se le pide que no hable de la mujer que iba con él, y que ha sobrevivido, puesto que es una prostituta, y si se supiera, dañaría la imagen póstuma del político. A partir de ahí, una trama curiosa, con un final que sin duda, es lo más chocante de toda la película: nunca un grito sonó mejor. Tanto Impacto como Vestida para matar las editó aquí mi vieja conocida, Video Movies Internacional.
Doble cuerpo es la más ochentera, cachonda y desprejuiciada de todas, es un puro juego donde o se entra, o se entra. Y si se entra, pues se pasa un rato realmente divertido, si no, pues se verá una película excesiva y que saquea la tumba del bueno de Hitchcock. Aún así tiene escenas de suspense impagables, como la persecución el en centro comercial, o la vigilancia en la playa. El personaje de Craig Weasson es un mirón, un tipo inofensivo, cobarde, desamparado y perfecto para ser utilizado en un maquiavélico plan. La vecina espiada por el ventanal, el buen amigo que le hace el favor de prestarle su casa, el extraño tipo de apariencia india que también observa a la mujer… en ningún momento se nos engaña, pero al personaje de Weasson si lo engañan, y se la cuelan bien colada. Por cierto, impresionante aparición de unos segundos, de una de mis musas, Barbara Crampton, poniéndole los cuernos al protagonista. Que guapa era esta muchacha, ¿se habrá conservado bien?


Aunque sea de los setenta, por aquí la vi en los setenta, y me parece una auténtica joya del cine más raro de los primeros tiempos de Hooper: Trampa mortal. Normalmente se la considera un tropezón, otro bodrio en la larga carrera del director, pero a mi me encanta, me encanta lo pasado de rosca de su protagonista, los personajes tan absurdos que van pasando por la pantalla (Robert Englund abre la película diciendo que se llama Buck y ha venido a follar… Marilyn Burns y su indescriptible marido maníaco, William Finney, el sheriff, la regente del prostíbulo… se nos presenta un entorno sureño donde no parece que pase el tiempo, ni que sus habitantes hayan escapado a la degeneración. Ese hotel, el Starlight, en medio de los pantanos hediondos, lleno de basura y objetos de otras décadas, con su cocodrilo, ese cocodrilo indudablemente de plástico, que Hooper prefiere no enseñarnos demasiado, y que según su dueño, solo morirá si se le mata, por lo demás, es inmortal, una bestia centenaria inmune al paso del tiempo. También hay aquí ecos de Psicosis (la que creemos que va a ser la protagonista es asesinada por el desequilibrado dueño de un motel, y su hermana será la que deba esclarecer los hechos). También quisiera recordar una de las escenas más enfermizas de la película, cómo cierto personaje es degollado a cámara lenta… brutal.
La otra película que quiero mencionar es La casa de los horrores, puramente ochentera: comienza con un remedo de las escenas clave de Psicosis y Halloween: una mujer se desnuda y se mete en la ducha, mientras otra persona en la casa se pone una máscara, y por las rendijas de los ojos observamos que coge también un cuchillo, se dirige al baño, aparta la cortina de la ducha… y resulta ser una broma de un crío a su hermana mayor.
En la película, veremos a la muchacha acudir a una feria con un amigo y otra pareja, pese a las advertencias de su madre de que se ha anunciado extrañas desapariciones en esa feria. Poco a poco, igual que pasaba en La matanza de Texas, Hooper va preparando el shock con pequeños detalles (una beata que amenaza a las chicas, un tipo en un camión que apunta con una escopeta al hermano pequeño de la protagonista sin ningún motivo, un viejo vagabundo que camina por la feria…) hasta llegar al meollo de la cuestión: el hijo del dueño de la feria es un ser deforme, que asesina a la pitonisa. Los muchachos, que se han colado en la feria después de que esta cerrase y quedara vacía, son testigos del crimen. Y el padre del engendro sabe que lo son, y empieza una asfixiante persecución, donde los chicos van siendo asesinados. La película alcanza cimas del mal rollo gracias a ese ambiente tan enfermizo que conseguía Hooper en sus primeras películas, y que después, por desgracia, perdió completamente. Está basa en una novela de Dean Koontz, que curiosamente firmó con pseudónimo, y que apenas se parece en nada al argumento de la película. Hooper siempre ha dicho que fue difícil de rodar, y que al final no quedó todo como él hubiera querido, pero a mi me parece un buen slasher, ambientado en un entorno macabro y con unos cuantos equívocos deliciosos (la atracción de William Finnley, por ejemplo).

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Pasando ya a las películas italianas, no puedo más que empezar por Argento. Sus primeras películas son bastante casposas, pese a ser ya fieles a su estilo (la trilogía con títulos de animal) y luego tiene, para mi, dos cimas irrepetibles del fantástico: Suspiria y Rojo oscuro. Inferno está un poco por debajo, pero también es genial, y luego, volvería a la casposidad (Ténebre) y al pastiche absoluto, aunque delicioso (Phenomena). Suspiria es una película que me fascina, desde su banda sonora de los Goblin a esa fotografía (Argento declaró que quería que Suspiria fuese su “Blancanieves” particular) y esa Jessica Harper, tan adorable. Las muertes son ya puro Argento, sobre todo la primera, es más arte que muerte, y luego las hay truculentas (el ciego devorado por su propio lazarillo). Aquí en España la editó una casa desconocida, Fire Home Video, y no tardó en descatalogarse, de hecho yo la vi en vídeo una sola vez, y luego ya, en Calle 13 hace pocos años, poco antes de que saliera en DVD. Es curioso como, al menos en nuestro país, el culto de algunas películas está basado en la dificultad de poder verlas durante años. Ese culto iba creciendo como una bola de nieve, y el momento en que por fin podías verla, era realmente mágico, un momento inolvidable. A veces, te llevabas decepciones, otras no, pero el momento de sentarte a ver algo tan esperado no te lo quitaba nadie. Inferno, en cambio, la editó una gran casa, CBS/FOX, y estuvo disponible en el videoclub donde trabajé hasta bien entrados los noventa, cuando empezaron a vender sus VHS.
Luego está Lamberto Bava, que en sus inicios dirigió algún giallo bastante decente, como Macabro, pero acabó dirigiendo telefilms de los peorcitos: Disturbios en el cementerio, El ogro, Crímenes en portada, el espantoso remake de La máscara del diablo… tiene una película casposa pero divertidísima, El devorador del océano, pura explotation italiana del éxito de Tiburón. De sus dos entregas de Demons ya me encargaré luego en su apartado correspondiente, pero desde luego forman parte de los ochenta, y sobre todo la primera, tuvo bastante fama en su época, con esas deformaciones horribles y sus litros de sangre y de otros fluidos incalificables.
Por último, Lucio Fulci, chapucero sin duda, pero repelente para unos, entrañable para otros. Para mi, lo segundo. Desde sus películas de zombies (Zombi 2, título que se aprovechaba vulgarmente del título que se le dio en Europa a la segunda película de la trilogía de Romero, aquí en cambio se tituló Nueva York bajo el terror de los zombis). Y sin embargo la más sonada, que yo recuerde, siempre fue Aquella casa al lado del cementerio. Quizá se deba a su título, pegadizo y que deja bien claro lo que en la película va a pasar, o a su carátula, donde podemos ver a un sutilmente camuflado Jack Nicholson en “El resplandor” en la cara de la carátula. Recuerdo que la alquilé para mis padres pensando que sería de miedo, antes de conocer a Fulci. En la primera escena, a una mujer le clavan un cuchillo por la nuca que le sale por la boca. Mis padres, obviamente, me hicieron quitarla, pero yo la vi, y me entró el gusanillo del gore, aunque siempre he odiado el gore por si, películas como Nekromantik, y todas esas que llegaron en los noventa, pertenecientes a la ola alemana del gore. Sin embargo, no me importa ver casquería en una película que sea algo más que eso.
No quiero alargar esto de los psicópatas mucho más, aunque quedan todavía muchos títulos sin reseñar, desde las secuelas de las andanzas de Norman Bates a terrores más allá de América e Italia, como por ejemplo la curiosa Amsterdamned, Misterio en los canales, pero para que el tocho no siga creciendo, prefiero dejarlo aquí y, si alguien echa algo de menos, lo podemos ir completando entre todos. También quizás echéis de menos iconos del terror de los ochenta, como Hellraiser, pero eso lo mencionaré más adelante, en apartados más sobrenaturales… Sin más, vamos con los:


II. Hombres lobo: Creo que, desde La maldición del hombre lobo, de Terence Fisher, no se volvió a hacer una buena película de licántropos hasta los ochenta. Hay incursiones en el género, desde sketches de películas de la Amicus a horrores como La bestia debe morir, una película tan indefinida que iba a tratar de brujas y hombres lobo, pero quitaron las brujas y lo convirtieron en un blaxplotation, porque un personaje era negro y era la época. Todo con tiros, explosiones y correrías, vamos, una joya de la indefinición genérica.
En 1981 irrumpieron, curiosamente a la vez, tres películas que reformularían el género y lo resucitarían: Un hombre lobo americano en Londres, Aullidos y Lobos humanos (nada que ver con hombres lobo, esta última, sino con lobos a secas).
La primera, de John Landis, es mundialmente famosa por múltiples motivos: su curiosa, y a ratos fallida mixtura entre comedia y terror, sus escenas de terror puro, que son realmente escalofriantes (el inicio en los páramos, el ataque en el Metro…) y sobre todo, la transformación de David Naughton en hombre lobo, una transformación que, lejos de solucionarse mediante elipsis y añadiendo pelo de moqueta, es totalmente “auténtica” y no se escatiman en planos reveladores: huesos crujiendo, piel doblándose y estirándose, fauces aumentando… siempre habíamos supuesto que ser hombre lobo debía doler, pero hasta aquí, jamás se había mostrado de verdad. Y vaya si duele.
También las apariciones de Griffin Dunne, cada vez más putrefacto, son increíbles, y las conversaciones con su amigo, como si tal cosa, son delirantes, especialmente la última, en un cine porno, donde el personaje de Dunne, Jack, se hace acompañar por los espectros de la gente asesinada por David, que intentan convencerle para que se suicide, pues hasta que no muera, ni sus víctimas ni su amigo Jack podrían descansar en paz, una cruel ironía. Esos muertos vivientes sugiriendo formas de suicido sin ninguna delicadeza, mientras su amigo intenta mediar por él, son impagables. Y todo con los sonidos de la película porno de fondo.
En su día la sacó aquí Polygram Video, casa que también editaba las cintas de Spectrum, curiosamente, y la primera vez que la vi, las escenas iniciales, en la taberna y en los páramos, tuvieron la virtud de meterme el gusto por el cine fantástico en el cuerpo. Durante muchísimo tiempo fue una de esas grandes joyas descatalogadas, aunque salió en una colección de cine de terror a principios de los noventa, de la mano de Planeta Agostini, y luego ya, en DVD. Las muestras de humor típicas de Landis (las conversaciones entre los dos amigos antes del ataque, parecen salidas de “Desmadre a la americana”, las relaciones entre los dos torpes detectives, las idas de olla de David, como cuando se pone a gritar en la calle que “el príncipe Carlos es un maricón” para que lo detengan, etc) hoy en día me gustan y las entiendo mejor que en su día, ahora que tenemos más presente el humor negro en el cine. Se habló durante años de secuela, y Landis tenía un guión que giraba en torno a la novia del personaje de Dunne, de la que hablan al principio, pero nunca se hizo. Lo que si se hizo fue un infame remake en los noventa, del que no merece la pena ni mencionarlo.

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Luego, curiosamente casi a la vez, llegó la película de Joe Dante, Aullidos. Dante aseguraba que su película era la mejor de hombres lobo desde la de Fisher, y yo estoy de acuerdo, aunque también pondría la de Landis a su altura. Un cuento de hadas macabro, adulto, de humor negro y crudo; pero la mezcla de humor y terror está mucho mejor llevada. Las transformaciones aquí son más pobres, por ello en vez de a plena luz, como hizo Landis, aquí suceden en la oscuridad, pero igualmente se nos muestra lo mucho que duele, con músculos abriéndose y rompiéndose y toda clase de fluidos purulentos saliendo al exterior durante el proceso. De hecho, el maquillaje (del genial Rob Bottin, que pon entonces apenas tenía 20 años) iba a ser obra de Rick Baker, pero ya durante la filmación de El monstruo de las bananas, Landis le había hablado de la transformación que pretendía para una película de hombres lobo que quería preparar, y cuando a Baker le ofrecieron ambos trabajos, se decantó por Landis, supongo que pensando que tenía un compromiso con él.
Aquí tenemos otra vez a Dee Walace Stone haciendo de periodista atacada por un psicópata, que se retira a una comuna (experimento muy habitual en los EEUU en los 70) con su marido, para recuperarse de la experiencia, y allí empezará a sospechar que pasan cosas raras relacionadas con sus excéntricos vecinos, mientras dos compañeros de la cadena de televisión donde ella trabaja, descubren que el psicópata que gracias a ella fue capturado y muerto a tiros por la policía ha desaparecido del depósito…
Aparte de la Stone hay numerosas caras conocidas, y es que Dante es un completo obseso del homenaje al cine que le gusta, así, vemos desde a Kevin McCarthy y Kenneth Tobey, protagonistas de La invasión de los ultracuerpos y El enigma de otro mundo respectivamente, en breves apariciones; Dick Miller, entrañable secundario de Corman que lo fue luego de Dante, regenta una tienda de antigüedades llena de libros sobre artes oscuras y hechos sobrenaturales, y es el que le venderá las balas de plata necesarias al amigo de la protagonista, además en su tienda podemos ver brevemente al hace poco fallecido Forrest Ackerman, hojeando un número de su propia revista, Famous Monsters of Filmland. También tenemos a John Carradine, y al mismísimo Roger Corman que interpreta a un anciano que espera en la cabina donde la protagonista recibe instrucciones del psicópata al principio de la película, y ella teme que sea el mismo asesino: la escena es calcada a aquella en La semilla del diablo, donde la Farrow se mete en una cabina para llamar al personaje de Charles Grodin, y ve a un hombre en la puerta que ella teme, sea el doctor interpretado por Bellamy. También en los nombres de los personajes hay cierta guasa, pues todo son nombres de directores de género que dirigieron alguna película de hombres lobo: George Waggner, Terry Fisher, Fred Francis…
Por supuesto, no podría dejar de mencionar a Elizabeth Brooks, claro, que interpreta la escena subidita de tono en la hoguera, y que probablemente fue el primero o uno de los primeros desnudos integrales que los de mi generación vimos en una pantalla de televisión. Curiosamente, a Dee Wallace se la invitó a no asistir al rodaje esa noche, ya que el actor que hace de su marido, Patrick McNee, era su pareja en la actualidad.
En España, primero la sacó en VHS una casa llamada Play Video, y luego, IVS a través del sello Avco Embassy, y también la vimos en televisión, en Noche de lobos, que pasó la primera, segunda y cuarta o quinta parte.

Porque debido al éxito hubo secuelas. La segunda, Aullidos II, debería verla cualquier persona que esté de bajón emocional, pues te hace reír si o si. La historia cuenta como un cazador de licántropos (Christopher Lee) persigue a unas cuantas de estas criaturas que viven en América. Los hombres lobo se mueven en el ambiente juvenil, en discotecas se aprovechan de su atractivo sexual para atraer a jovencitos incautos como almuerzo. Así, Lee, bien camuflado tras unas imposibles gafas de sol, les persigue hasta Europa acompañado del hermano del personaje de Dee Wallace, y la novia de este, hasta Europa, hasta la guarida de la reina de los hombres lobo en Transilvania, Sybil Danning, que celebra orgías peludas en su castillo. Puro delirio argumental donde no hay nada que encaje, nada natural, todo es forzado, se puede “ver” el guión escrito a base de cachondeo y de diálogos sonrojantes de serie Z. A Dante lo invitaron a verla antes del estreno, y le pidieron que hiciera algún comentario para los medios. Obviamente cuando te piden algo así, o dices algo bueno o te callas. Dante ha hablado de lo mucho que la odia… pero después de eso. En aquel momento se limitó a decir que su boca había permanecido abierta durante todo el visionado. ¡Ambigüedad total, el señor Dante!
Después hubo más secuelas, y en su momento las vi todas, desde Aullidos III hasta Aullidos VI: Escalofríos. Hubo una séptima entrega que creo que nunca se estrenó en nuestro país. Hasta la quinta, todas se vieron en televisión por aquí, en los ochenta y los noventa. En unas había un circo, en otra, los hombres lobo eran australianos y también tenían parte de canguros, en otra, todo sucedía en un castillo donde el hombre lobo iba eliminando a unos jovenzuelos…
serie Z pura y dura, entrañable y basuresca. Algunas eran demasiado malas hasta para mi.

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Lobos humanos no tiene nada de licantropía en su argumento, pero siempre se la ha metido en las antologías de películas de hombres lobo, e incluso en algún libro de cine decían que las transformaciones de esta película eran impresionantes, cuando resulta que no hay transformaciones. Dirigida por Michael Wadleigh, un desconocido que también se encargó del documental sobre Woodstock, la película cuenta con un prólogo alucinante, donde un hombre, su esposa y su coger son asesinados de noche en un descampado, al son de un irritable molinillo que no deja de girar. El detective interpretado por Albert Finney, Wilson, aparece en el lugar de los hechos precipitadamente, todavía con chándal y zapatillas de estar por casa, bebiéndose su café. Poco a poco se irá sumergiendo en el caso, y descubre que cientos de personas han tenido muertes similares, pero nadie se ha molestado en investigarlas porque las víctimas eran vagabundos y drogadictos. James Edward Olmos, un joven indio, será el encargado de ir introduciéndolo en la trama, conforme descubra que unos lobos milenarios con inteligencia superior a la de los hombres huyeron a los guettos cuando comenzó el progreso, y nacieron las primeras grandes ciudades, y se escondieron allí, alimentándose de los hombres abandonados. La película destila un airecillo a serie B bien resuelta, y está basada en una novela de Whitley Strieber, el mismo autor de la novela en que se basa El ansia, pero quienes han podido leerla, dicen que película y novela se parecen poco.
Ya solo por la escena inicial del triple asesinato, o por la extraña afinidad y empatía que se produce entre el personaje de Finney y los lobos (puro pulp) ya vale la pena el visionado, pero además hay otra escena que me encanta: Wilson y su amigo forense intentan cazar de noche a los lobos en un barrio marginal, pero su amigo cae en sus garras y Wilson es perseguido. Todo culmina en un bar de indios, donde Olmos y sus amigos le explican todo lo que está sucediendo. Es impresionante la interpretación de Olmos en ese momento donde, tras explicar lo que sucede, le dirige a Finney una sonrisa irónica y le dice que “no haga caso de esas historias, estamos en el siglo XX y lo tenemos todo muy claro”. La voz burlona, la expresión irónica… sencillamente, un momento magistral.


En 1984 llegaría En compañía de lobos, que para mi, supera las tres anteriores. Neil Jordan y Ángela Carter escriben un guión lleno de simbología y la verdad, la belleza con la que Jordan lo plasma en pantalla es difícil de olvidar. Las pequeñas historias que va soñando la pequeña Rosaleen (el chico que hizo un pacto fáustico “para quedarse siempre en la Tierra”, la mujer que se casa con un lobo sin saberlo, y es abandonada en la noche de bodas, la despechada víctima de un marqués que convertirá en lobos a los asistentes a su boda…) son todos pequeñas joyas, pequeñas maravillas, engarzadas en la historia principal de una Rosaleen que vive en la edad media, como cuentos que le narra su abuela, Ángela Lansbury.
Sapos, lobos, insectos, erizos, pájaros, agua… salen a símbolo por plano, prácticamente. Hay escenas magistrales dentro de la historia principal, como el momento en que la niña trepa por un árbol para encontrarse con algunos objetos femeninos, y un huevo del que sale la efigie de un bebé, la escena en que el padre vuelve de una cacería de lobos y saca la pata de uno de ellos, cortada como recuerdo, encontrándose una mano humana, o el momento en que todos los juguetes de la niña, agrandados de tamaño, y también la abuela, convertida en muñeca de porcelana, estallan.
También el final es impresionante, aunque claro, no lo voy a contar aquí. Se trata de una película que me puede, la he visto varias veces y cada vez, le saco algo nuevo. También es verdad que carece del sentido del humor de las anteriores, pero es que esta historia no necesita humor, se trata de una historia seria llena de simbología y crueles cuentos de hadas muy poco inocentes. En España la editó Lax Video, que era un sello que editaba casi todo lo de Vestron Video Internacional: editaron en España joyas como Re-Animator y Re-Sonator. Pedazo de currículum.

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Pensándolo bien, creo que el resto de películas de hombres lobo entran ya en Caspa, pero esas cuatro son capitales, resucitaron totalmente el género… aunque tampoco se hizo gran cosa con él, una vez resucitado.


Caspa: Me gustaría empezar por una parodia a la película de Neil Jordan, una película titulada en España (ojo al dato) Historias de terror flipantes, y editada por CIC vídeo. Ángela Lansbury era sustituida por un tipo que le contaba los cuentos a su sobrino. El nombre del niño, por cierto, era Brian DePersia… ¿Captáis la “sutileza”.? Entre los relatos había uno de Caperucita Roja, donde la niña con la cesta de comida era sustituida por una adolescente que hacía footing por el bosque en chándal (rojo) y con walkman, y era abordada por el hombre lobo, un ser que más que comérsela, parecía interesado en violarla. Pura caspa de los años ochenta.
Después mencionar Miedo Azul, otra adaptación de Stephen King, que en los ochenta aparecían en las estanterías como churros. Editada por Filmayer Vídeo, contada con Corey Haim, que junto con el otro Corey es una parte importante del cine juvenil de la época. Aquí se trata de un chaval en silla de ruedas, algo irritante, al que su hermana mayor detesta tener que cuidar siempre. Poco a poco, los típicos secundarios pueblerinos, made in Stephen King van siendo eliminados por el hombre lobo, y el personaje de Haim, más listo que el hambre, empezará a investigar con ayuda de su hermanita. Tenemos caras de serie B bastante reconocibles, como Everett McGill, que apareció en Twin Peaks, y también en El sótano del miedo, de Craven; Terry O’Quinn (haciendo de sheriff, practicando ya sus dotes de mando) Gary Busey, vamos, un reparto absolutamente delicioso y típico de la época. Se trata de la típica película que en un sábado lluvioso te veías en casa con los amigos (en la época en que todavía ponían películas en televisión, hoy una utopía) se trata de un subproducto, pero bien resuelto.


Paul Naschy también hizo algo en la época, aunque por desgracia, más bien malo. Sus mejores películas, para mi, están en la década anterior. El aullido del diablo, Licántropo a principios de los noventa, y por supuesto, Buenas noches, señor monstruo, que casi resulta lo mejor de la década, en cuanto al entrañable Naschy, esa película que siempre se comentaba al día siguiente en el colegio, y que, cada vez que te llevaban de excursión, esperabas que sucediese una aventura parecida. Drácula, el doctor Frankenstein y su mongólica criatura, por supuesto el hombre lobo, o “HL” como le llamaban, y naturalmente, el entrañable Piraña como Draculín aprendiz, aunque cosa rara, el chiquillo prefería los bocadillos a la sangre caliente de las jovencitas que se presentaban en el castillo. Aquí, la película nos la trajo esa casa que tantas y tantas horas de entretenimiento nos aportó: José Fradé Video. Desde Fulci hasta Pajares y Esteso, ahí es nada.

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Jijiji, ¿pensabais que me iba a olvidar? Teen Wolf, o “De pelo en pecho” (nuevamente, mis amados traductores de títulos en España, tan queridos y con semejantes iniciativas). En su día la grabé de la tele y ya lo he dicho antes, llegué a quemar la cinta de tanto verla. Repetía los diálogos a la vez que la veía, y me sabía hasta los anuncios, me sigo riendo hoy en día con la escena del barril de cerveza, o el surfeo en el coche (brutal cuando el padre se lo reprocha al día siguiente). También me encanta Styles, todas las películas ochenteras adolescentes tienen un Styles, un cachondo mental que no se toma nada en serio, habitualmente adicto a la cerveza y a ligar sin éxito, a hacer el ridículo sin que le importe lo más mínimo, a llevar camisetas con leyendas estrafalarias y a hacernos reír, a los ochenteros.
Lo cierto es que, nos guste o no, Michael J. Fox es parte de los ochenta, parte de la infancia o adolescencia de todos los que crecimos con Regreso al futuro, Teen Wolf, Colegas a la fuerza, o El secreto de mi éxito. Se trata de una película que, hoy en día, que duda cabe, puede haber envejecido, pero yo creo que sigue manteniendo intacta su dosis de inocencia (una historia de hombres lobo donde no muere nadie y el "monstruo" es el héroe) y que las nuevas generaciones podrían disfrutarla sin ningún problema. Nunca supe quien la editó en vídeo aquí, ya que la grabé de la tele, y la carátula del videoclub había sido robada... ¿quizá CIC Vídeo? La secuela jamás la he visto, y eso que la tengo en DVD, pero miedo me da meterla en el reproductor... ¿hago bien?

También quiero mencionar una absaoluta rareza, en realidad, la primera película de hombres lobo rodada en los ochenta, solo que fue estrenada después de las películas de Landis y Dante: Regreso a Full Moon High. Escrita y dirigida por Larry Cohen, el protagonista, Adam Arkin, tiene un curioso parecido de look con David Naughton. Se trata de un muchacho que tiene éxito en el fútbol americano. Un buen día aprovecha una visita oficial de su padre, un militar de alto rango, a Transilvania, y le acompaña. Una noche, mientras pasea al son de los violines, es mordido por un hombre lobo. A partir de de ese día, cada vez que haya luna llena, o que escuche el sonido de los violines, está condenado a convertirse en hombre lobo y morder a la gente en el culo. Dándose cuenta de que no puede volver a su hogar, y muerto su padre en un estúpido accidente, decide viajar por el mundo (es curioso, pero su licantropía lo conserva eternamente joven, suponemos que inmortal). Vamos viéndole recorrer las calles y en paralelo, cuadros de presidentes de los EEUU que van siendo retirados y sustituidos por otros. Finalmente, en los ochenta, vuelve a su pueblo natal y se inscribe en su instituto haciéndose pasar por su propio hijo, despertando el interés de una obsesa sexual que antaño estaba loca por él, y de otras varias féminas que se vuelven locas por sus peludos huesos. Una absoluta locura la mar de divertida, y dificilísima de ver hoy en día, aunque la tengo en VHS :diablillo aquí editada por una casa que me es desconocida, King Home Video. Aquí tenéis el poster, puesto que apenas encuentro imágenes en Google

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Para terminar, mencionar algunas cosillas de licántropos en los noventa, como Meridian, aunque no iba exactamente de hombres lobo, Sheryl Fenn era una chica que iba a un castillo europeo para reunirse con su primo, con quien no tardará en tener agotadoras noches de sexo, y también se acostará con el gemelo de su primo, una bestia peluda. Se trata de una producción Full Moon típica, llena de escenas de sexo vacías y aburridas, camisones, música lánguida y bastante aburrimiento. Tampoco hago ascos a mencionar la aburrida, pero delirante Mi madre es una mujer lobo con John Saxon y Susan Blakely. Ella es un ama de casa divorciada y con hijos, él es un misterioso tipo con el que tiene una relación. Saxon la muerde, iniciando así la conversión; en realidad Saxon quiere tener hijos con ella, pues es el último de su especie.Ridícula, mediocre, pero con algunos toques de humor delirantes. Paso de puntillas por una película horrible, Lobo, de Michael Nichols, donde ni Nicholson ni ni la Pfeifer mantienen el tipo, una lástima ver a Christopher Plumer en subproductos como este, o Drácula 2001. Un intento desesperado de dignificar el cine de género y alzarlo a la serie A.
Para terminar, mencionar la curiosa Eclipse Total, que nada tiene que ver con la película de Kathy Bates basada en una novela de Stephen King. En esta película, Mario Van Peebles es un policía, invitado a unirse a un cuerpo especial, compuesto por, entre otros, Bruce Payne y Patsy Kensit. Lo que no le dicen es que estos policías especiales se inyectan un suero que los convierte en hombres lobo, para luchar contra el crimen. Aroma a serie B ya noventera, algo rancia. El remake de la película de Landis ni lo menciono, un absoluto desastre... si me he pasado algo por alto, como de costumbre, os ruego que no os cortéis en mencionarlo.

En próximos capítulos de 24... digo, del Mega Post de los Ochenta:

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Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Esto tendría que publicártelo alguien en formato libro, tío. Es genial. Leyéndote, consigues abrir ventanas en mi memoria.

(Una recomendación; quedaría mejor si separaras algunos puntos y aparte con doble espaciado, y si destacaras algunas palabras o frases clave con negrilla de vez en cuando en cada párrafo para que sea más fácil la lectura).

Enhorabuena :ok
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Ah, yo no he escrito porque pensé que querías dejarlo así para más artículos.

Es buenísimo todo lo que leo. Tiene una narrativa excelente y se lee de seguido sin tropezones. Genial.

Hablarás, me imagino, de todo lo que pertenece a Dante, Columbus, Howard, Lucas (quitando las Starwarsiadas) y todo ese cine palomitero ochentero, ¿no?

(Superdetective en Hollywood, Historia interminable, Cazafantasmas, Cocoones, Gremlins y todo lo que implica esa década y un larguísimo etc.)
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

OS LO DIJE

:hail :hail :hail :hail :hail :hail

Imprimiendo el hilo ya está...

Henry Morrison dijo:
nos editó aquí casi todo el trabajo de Roger Corman, desde sus adaptaciones de Poe con Price hasta El hombre con rayos X en los ojos

Esta la vi hace un par de días y me pareció ENORME... quizás lo mejor que he visto de Corman, con ese inquetante Ray Milland (aquí híbrido entre William Holden y Ricky Gervais) y una Emily Watson que viajó hacia atrás en el tiempo para rodar esa película. Y qué plano final, qué plano final... y qué lástima que no llegasen a rodar la última frase del pobre Millard,
estaba planeado que tras arrancarse los ojos gritase "I STILL CAN SEEEEEE!!!"
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

. Por lo que sé, no soy el único del mundo, ni del foro, pero si que parece que somos una especie en extinción. No sé exactamente que es lo que nos atrae tanto de esa década

La respuesta está en el año de nacimiento de todos los apasionados por esta década.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Yo soy del 83 y me acuerdo de un montón de cosas. Ojala se pudiera volver a aquella época.

http://www.youtube.com/watch?v=sTZMHhHMgAc
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Tengo una memoria de elefante. Aparte, los ochenta pervivieron durante los 90 en cierta manera. Pero claro me acuerdo de cuando compramos el primer vhs ITT Toshiba por más de 100000 pelas (y se quejan de la Play 3), me acuerdo de haberme tragado todos los capítulso que podía haber de Barrio Sesamo, todas las series de aquella época, pasear de la mano con mi abuelo, tirarme un huevo que se estaba friendo al pie, jugar con mis clicks, escuchar Hawaii - Bombay tropecientas mil veces en Cadena Dial, la programación de Radio España (que no radio nacional) con su Radio Hora, ver Loca Academia de Policía en un cine en Denia, bañarme con apenas un año frente a Gibraltar... No se...
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

seakermdc dijo:
Pero claro me acuerdo de haberme tragado todos los capítulso que podía haber de Barrio Sesamo, todas las series de aquella época, pasear de la mano con mi abuelo, tirarme un huevo frito al pie, jugar con mis clicks, bañarme con apenas un año frente a Gibraltar...

Experiencias típicamente ochenteras, sin duda. :pensativo
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Quiero decir que me acordaba, y algunas cosas si son de los ochenta. El Hawaii - Bombay como Single tú no lo has vivido. Mecano estaba en lo más alto. Ah, y Martes y Trece.
http://www.youtube.com/watch?v=GmaTidaZJv8
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

seakermdc dijo:
El Hawaii - Bombay como Single tú no lo has vivido.

Mi hermana lo tuvo en cinta y lo ponía doscientas veces al día: mas que vivirla, la SUFRÍ. :juas

Yo con mi triste 89, estoy tan indefinido...
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Otro del 83 que recuerda con nitidez a :

- Alaska y la bola de cristal

- Tariro, tariro y la trinca, pero esto qué es? con Pedro Reyes, Jacqueline de la Vega y la conejita esa animada ( icono sexual importante )

- barrio sésamo con los fraggle, Willy Fog, David el gnomo

- Mujeres al borde... de Almodóvar y todo el boom que supuso

- La clave de Balbín

- Tooodoooos los hits musicales de la época, desde el Cristo negro de Madonna a ejecutivos agresivos

- el tour de Perico, la quinta del buitre,

- las sesiones míticas de TVE con peliculas de la semana como Alien


etc, etc.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

yo me refiero a las pelis del post (que es leerlo y oler a videoclub -con seccion VHS y Beta separadas-), no que recuerdes que paseabas con tu abuelito... :lol

al del 89 ni le hablo ya
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

También me acuerdo del videoclub del Mercado (de donde vivía) con tiendas hasta la tercera planta cuando era un edificio prospero con sus vhs que al principio analice como libros, pero no veía hojas. Y en frente su versión Beta, que también me parecían libros (los estuches).

Me acuerdo que me alquilaba mi madre videos del Bosque de Tallac, mi serie favorita y en algún caso los VHS eran blancos. De esa época me acuerdo de haberme tragado todos los capítulos.

También tenía un video grabado de una vez que echaron Alicia en el País de las Maravillas en TVE y Dumbo en los ochenta, y me acuerdo de la publicidad y todo que llevaban. En vez de Falcon Crest decía Falcon "kiest".

Y me acuerdo en el videoclub que mi madre me pilló una lámpara de la Gallina Caponata.

Lo demás no se, que son cosas que me acuerdo de los ochenta.

De las películas muchas ya tuve que disfrutarlas a finales de los ochenta, principios de los 90. No he sido nunca seguidor del cine de terror ni del subgénero "slasher".

Dios, también me acuerdo del programa de Ketty Kaufman en Radio España...

AGHHH

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Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

nogales dijo:
Otro del 83 que recuerda con nitidez a :

- Tooodoooos los hits musicales de la época, desde el Cristo negro de Madonna a ejecutivos agresivos

el Like a Prayer? con 6 añitos? que precoces...
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Yo a los que más recuerdo de los 80 son a Cobi y a Curro.


Henry, enhorabuena por el curro. Cuando tenga un rato, lo leeré, qué duda cabe, pero la foto del vhs de Freddy con Espinete de fondo me ha conquistado.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

el Like a Prayer? con 6 añitos? que precoces...

Joer Elliott, a veces pareces de la Gestapo, macho... :juas

Yo soy del 78 y me acuerdo de todo eso; en lo que al cine y televisión se refiere, guardo más gratos recuerdos de esa década que de los 90, aunque supongo que el hecho de pillarme en plena infancia (muchas tardes y fines de semana pegado a la tele), y no en la adolescencia (en la que había temas que me interesaban más que la tele o las pelis :L ), hace que mis recuerdos ochenteros sean más tiernos.

Henry, enhorabuena por el post; es digno de imprimir, en serio, aunque yo pondría más fotitos y negritas.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Felicidades muy buen post, gran curro además hecho con el corazón. Yo soy de 1975, pero después de recordar los títulos que hubo en los ochenta son para echar a correr y no parar. Incluso la decada que vivimos actualmente supera en calidad cinéfila a la mencionada que ya es decir. De los ochenta recuerdo el reinado de pilar miró en tve sin dudarlo nunca tuvimos ni tendremos una televisión mejor(grandes ciclos, vo, cultura, respecto a las series y el espectador). Las de la cannon a día de hoy envecejen peor que las de paco martínez soria, más o menos veo un par a la semana. Deben ser baratas en canal plus acción siempre dan alguna y en los teuve están cada dos por tres con charles bronson obligando a chulos a comer relojes de oro.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Tremendo post. Yo soy del 75 y por tanto también tengo muchos recuerdos de la época. Recomiendo un libro de Tom Wolfe: " La Hogera de las Vanidades" que contextualiza formidablemente la época en EE.UU.
 
Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 1)

Henry Morrison dijo:
Cuando actualice, lo pondré en el título, para que podáis entrar corriendo o salir corriendo, según vuestras preferencias :juas

Entrar corriendo, sin duda. Un trabajo impresionante.
 
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