Re: El Megapost de los Ochenta (Parte 2)
Grandes vuestros comentarios. Me alegro de que estéis disfrutando tanto como yo
Sigo por aquí, ya que el mensaje original no me deja meter más caracteres, pues he sobrepasado el maximo de 100.000
III. Vampiros: Con los vampiros pasa algo parecido que con sus primos licántropos, en los años ochenta un grupo de películas resucitaron el subgénero, aunque este tuvo bastante presencia en los setenta: al tiempo que Christopher Lee pegaba los últimos mordiscos, en películas ya bastante deleznables de la Hammer, se sucedían las dos aventuras del conde Yorga, el Drácula Negro, el Drácula de John Badham, el remake de Nosferatu por parte de Werner Herzog, o la miniserie de Tobe Hooper
El misterio de Salem’s Lot, que en nuestro país vimos en los ochenta, tanto en video (y no recuerdo si en cine) en una versión amputada y titulada estúpidamente
Phantasma II (¡ah, mis amados traductores españoles, etc!) también la vimos en televisión completa, con otro doblaje y si no recuerdo mal, con otro título que no era ni Phantasma II, ni El misterio de Salem’s Lot. Por aquí tuvo bastante repercusión, yo recuerdo haberla visto emitida en dos noches diferentes, y que mi madre salió al portal a fumar mientras la hacían, porque
le asustaba de verdad, mientras que mi padre mi hermano y yo aguantábamos el visionado, aunque la verdad, hay momentos que me pusieron los pelos como escarpias, sobre todo aquellos protagonizados por el niño vampiro, y por el inolvidable nosferatu azul, interpretado por el actor Reggie Nalder. No solo momentos típicos, como la escena de la ventana, donde el niño vampiro le pide a su amigo que le deje entrar, o la primera aparición del nosferatu en una celda (con esos gemidos inhumanos y esa bombilla balanceante…) sino también recuerdo una escena donde una enfermera encuentra un cadáver, donde pese a no suceder nada sobrenatural, consiguió ponerme de los nervioso, y no creo que sea ninguna vergüenza decir que aquellas noches dormí poco,
no por temor expreso a que me atacasen vampiros (ya era bastante talludito para eso) pero si con cierto acojone, además en aquella época, mi mente tendía a procesar imágenes horribles de películas y aumentar lo grotesco, pues no tenía yo imaginación ni nada para potenciar en mi mente cosas horribles.
La película tuvo secuela, dirigida por Larry Cohen, y que la verdad, no recuerdo haber visto más que una vez, en vídeo. Era delirante, pues si no recuerdo mal, la comunidad vampírica de Salem’s Lot secuestraba a un escritor que pasaba por allí para que este escribiese la “Biblia” de los vampiros”. La recuerdo bastante mala, y poco tenía que ver con los originales de King o de Hooper, más allá del nombre del pueblo y la presencia de chupa sangres.
Tampoco quiero pasar por alto la de Badham, aunque la tengo algo olvidada y miedo me da revisarla, recuerdo clarísimamente haberla visto en el programa “Alucine” de TVE, y fue la primera adaptación de Drácula que vi en pantalla. Si no recuerdo mal, el esqueleto argumental era muy, muy parecido a lo que luego dirigiría Coppola en los 90: Drácula, sin ser ningún héroe romántico, con sus toques típicos de crueldad y sin mostrar piedad, mata, pero sin embargo, también se enamora de Mina, y son ellos los que más simpáticos caen, siendo Van Helsing y compañía personajes más repelentes. Recuerdo sobre todo la escena de la llegada en barco, con un Drácula monstruoso cargándose al personal. La verdad es que Langella siempre me ha gustado como Drácula, y aunque poco tenga que ver con el personaje de la novela de Stoker, que era el mal puro, me gusta esa mixtura de personalidades, una criatura que mata para alimentarse y para sobrevivir, sin remordimientos, pero que también puede albergar sentimientos humanos.
También quiero mencionar una película de 1979 que vi por entonces, y que hoy no he podido conseguir ver todavía, pero me dejó una gran impresión. El título era
Sed o algo similar, y la protagonista era secuestrada por una secta vampírica milenaria, que han descubierto que la chica es descendiente directa de la condesa Bathory, y pretenden convertirla para que sea su líder. Los vampiros vivían en un hospital muy gótico, sangraban a los moribundos y distribuían la sangre disfrazada en botellas de leche. Lo cierto es que recuerdo poco (David Hemmings estaba por allí) pero lo que recuerdo hace que me apetezca MUCHO volver a verla.
Entrando ya en los 80, empiezo por una que acabo de revisar en DVD,
El Ansia de Tony Scott. Se trata de una película con una estética muy ochentera, y es que Scott sabía de eso, su estilo era muy videoclipero. Catherine Deneuve interpretaba a Miriam, sensual vampira milenaria cuyo compañero en los últimos dos siglos, John (un acertadísimo y andrógino David Bowie) empieza a perder fuerzas, a no poder dormir, y finalmente, a envejecer. La vampira le revelará que no es ni muchísimo menos el primero al que le sucede, que en realidad, mientras ella es verdaderamente inmortal, no puede darles el don a sus compañeros, solo una juventud “eterna” de unos pocos siglos. Así, mientras el personaje envejece décadas en unos pocos días, buscan ayuda de una doctora que investiga el envejecimiento y cree poder parar el proceso (Susan Sarandon, algo despistadilla, de hecho ella dice odiar esta película). Como el personaje de Bowie es ya un anciano imposible de valerse por si mismo, la vampira lo mete en un ataúd en su desván, donde tiene docenas de amantes pasados que han sufrido lo mismo que Bowie, y decide que, al mismo tiempo que la Sarandon le ayudará a resolver el problema del envejecimiento vampírico, será su próxima novia “por toda la eternidad” (con eróticos resultados).
Lo cierto es que
El Ansia tiene detalles que me encantan. Aquí el vampirismo no es un don que envidiar, no es inmortalidad y disfrutar de la vida eterna, es una maldición jodidísima donde, salvo el personaje de Miriam, todos los demás están condenados simplemente a engañar a la muerte unos pocos siglos, y luego la muerte les cobra un precio altísimo, pues siguen existiendo y sufriendo la sed de los vampiros, pero eternamente encerrados en ataúdes, una idea perversa. De hecho, cuando Bowie le pide a su creadora que le mate, ella le dice que no hay escape posible, que incluso aunque su cuerpo muriese, su alma seguiría existiendo y sufriendo la sed.
Los vampiros de
El Ansia no son tampoco vampiros al uso, de hecho se exponen a la luz solar, en lugar de colmillos tienen cruces egipcias afiladas para degollar a sus víctimas, frecuentan clubes góticos
donde se canta Bela Lugosi’s Dead, y en vez de dormir en ataúd, duermen en una cama normal (deben dormir seis horas de cada 24 y alimentarse un día de cada siete). Tampoco quiero dejar sin reseñar el personaje de la niña, una niña algo repelente y sabidilla que recibe clases de música clásica por parte de Deneuve y Bowie, y a la que el personaje de Miriam mira con cierta ansiedad, con cierta codicia, como si estuviese ya preparándola para ser “la próxima”. No quiero meter spoilers, pero el final de ese personaje me parece de lo más bonito, al igual que su relación con Bowie.
La estética de la película hoy en día es deliciosamente anacrónica, una estética que casi parece pertenecen al Adrian Lyne ochentero: gasas ondeantes, palomas volando bajo techo, iluminación extravagante… se criticó mucho a Scott por esa estética, acusando a la película de ser vacía, algo con lo que no puedo estar menos de acuerdo, aunque desde luego,
El Ansia ni es una película de vampiros al uso, ni es un plato apto para todos los colmillos.
Ya en 1985, un buen año para los amantes de los vampiros, tenemos una de mis favoritas, y una de las pocas que considero que hoy en día conservan todo el vigor, no ha envejecido nada (salvo cierta escena discotequera…)
Noche de miedo. La verdad es que Tom Holland, hoy ya desaparecido en combate tras una etapa lamentable donde solo dirigió telefilms , tiene dos películas con un ritmo y una garra impresionantes y grandes dosis de suspense:
Noche de miedo y la ya mencionada
Muñeco diabólico.
La película, como casi todo el mundo sabrá, trata sobre el típico adolescente americano, Charley Brewster, de madre soltera, que se dedica a ver viejas películas de vampiros en el programa Noche de miedo, presentado por una vieja gloria, Peter Vincent; sin duda un excelente personaje,
de lo mejor del film, interpretado por el entrañable Roddy McDowall. El chaval una noche, mientras ve el programa de Peter e intentas convencer a su novia para que se deje llevar al huerto, ve a dos hombres metiendo un ataúd en el sótano de la casa abandonada de al lado, que su madre no tarda en comunicarle que ha sido alquilada al fin. No tardará en conocer a su nuevo vecino, Jerry Dandridge (un Sarandon que es para mi casi el mejor vampiro de la década) al que solo se ve de noche, mientras de día, un tipo misterioso vigila la casa. Por si el adolescente no sabe sumar dos y dos, primero una serie de prostitutas que había visto entrar en la casa aparecen muertas, y ya finalmente, ve a su vecino vampiro, con los colmillos puestos. A partir de ahí, el vampiro inicia la persecución, aunque tiene detallitos, por ejemplo,
le ofrece al chaval que se “olvide” de todo, a cambio de perdonarle la vida, pero estos adolescentes americanos nunca saben cuando rendirse. Charley acude a Peter Vincent, que acaba de ser despedido de Noche de miedo, un programa anacrónico que a nadie le importa. Lo cierto es que McDowall representa, cada vez que aparece en pantalla, un mundo y
una forma de hacer cine irremisiblemente perdida, representa la nostalgia por aquellas películas baratas hechas con cuatro duros y en dos días, pero con toneladas de entusiasmo (no os perdáis los fallos garrafales en las imágenes de su película que aparecen, como el hecho de que se lance contra una vampira… con la estaca al revés). Se trata de un tipo que vive solo en una casa que está llena de sus viejos recuerdos, un tipo que ya no tiene dinero, y que como reflexiona ante Charley, está amargado porque “ya nadie quiere ver monstruos ni héroes, solo locos con máscaras haciendo picadillo a chicas vírgenes”.
La cosa se completa cuando el vampiro convierte en otro ser como él al amigo de Charley, y secuestra a su novia (reencarnación de su antiguo amor perdido) para convertirla también en otro vampiro como él. Lo cierto es que la escena de la seducción en la discoteca ha sido tachada como lo peor de la película, pero yo creo que funciona. Si metes a un vampiro en el mundo moderno, se tiene que mover en el mundo moderno, aunque el mundo moderno de los 80 nos pueda parecer ahora algo muy hortera.
Mencionar de pasada el prólogo, una estupenda declaración de intenciones donde, mientras se ve el caserón en venta que ocupará el vampiro, escuchamos el
típico diálogo de cualquier film vampírico anticuado, y uno ya empieza a preguntarse que coño va a ver… una secuencia estupenda que finaliza en la habitación del protagonista, y el diálogo por supuesto, pertenece a un film protagonizado por Peter Vincent, el intrépido Matavampiros.
La película tuvo secuela en 1989, dirigida por el torpe de Tommy Lee Wallace, donde los dos protagonistas de la primera se enfrentaban a la hermana del vampiro interpretado por Sarandon y a su grupo de vampiros subnormales (porque otra cosa no eran). El grupo, atención, está compuesto por un tío que hace las veces de chófer y que, en vez de beber sangre,
come insectos; un patinador que no abre la boca en toda la peli, ejerce de guardaespaldas de la vampira jefe y en ningún momento se sabe si es un tío o una tía, y un aprendiz de vampiro, pero que más parece un hombre lobo peludo que otra cosa. Lo cierto es que se trata de una chorrada mayúscula con unos agujeros de guión por los que podía pasar una flota de camiones, y donde poco a poco, para no repetir lo mismo que sucedía en la primera, van convirtiendo al bueno de Charley en vampiro. Película ahorrable a todas luces, la primera es mil veces mejor.
También de 1985 es esa delicia titulada
Lifeforce Fuerza Vital, una de las tres películas que Tobe Hooper produjo bajo las alas (negras) de la Cannon en los ochenta. Es una película sencillamente inolvidable, donde una expedición espacial descubre una nave en la cola del cometa Halley. Además de haber múltiples murciélagos gigantes disecados, hay tres personas (parece ser personas) dos hombres y una mujer (inolvidable Mathilda May) metidos en una especie de ataúdes de cristal. Se les lleva a la Tierra, concretamente a un laboratorio de Londres, donde la mujer despertará y demostrará ser una vampira, solo que en vez de beber sangre, bebe directamente la vida, la fuerza vital, y en vez de mordiscos, roba dicha vida mediante besos, bien apasionados (puestos a palmarla…). Además, todas sus víctimas se convierten a su vez en estos vampiros espaciales, y también irán extendiendo el contagio mientras el tipo que descubrió todo el asunto (Steve Railsback) intenta parar lo sucedido con ayuda de los científicos. El personaje de Railsback, además, está enamorado de la vampira, y tiene sueños eróticos con ella, ubicados en cementerios, casi nada, donde ella parece llamarle, de alguna forma. Es más, descubriremos que la forma física de la vampira no es la suya originaria, sino que la sacó de la mente del astronauta, de la idea que él tenía de mujer perfecta. Vampirización de ideal sexual femenino, algo muy interesante en lo que, por desgracia, no se ahonda demasiado. El final, con un Londres casi invadido por los nuevos vampiros, es pura delicia ochentera. En general, toda la película es
completamente increíble, ya solo con escuchar el argumento puedes imaginarte lo que te vas a encontrar.
Aquí la editó en vídeo Ízaro Films, claro, a través de la Cannon, al igual que las otras dos películas de Hooper producidas por los entrañables señores Golam y Globus, y siempre recordaré mis primeras eh, reacciones físicas con la señorita May, que se paseaba toda la película en pelotas sin justificación argumental alguna. Recuerdo que, cuando mis amigos me pidieron que la cogiese del videoclub, me daba cierto apuro que en la parte trasera de la carátula hubiese alguna imagen “comprometedora” porque la dueña era conocida mía y no quería que pensara cosas raras de mi. Afortunadamente, por detrás no había fotos de la película, si no carteles promocionales de otras películas, algo bastante habitual en la época. El guión, por cierto, corrió a cargo del estimable Dan O’Bannon, sin duda uno de esos nombres que el espectador medio desconocerá por completo por no haber dirigido nada destacable en muchos años, pero el buen aficionado es consciente de las horas y horas de entretenimiento que este tipo nos ha proporcionado con sus guiones.
Ya en 1987 llegarían dos películas de vampiros bastante curiosas, una muy popular entre la chavalería de la época, la otra, película de culto para un público reducido y más mayor. La primera de estas dos la conocemos todos, que duda cabe, y es
Jóvenes Ocultos. Hace poco la pude volver a ver, y su problema es que cada plano rezuma los ochenta… esas pintas, esa estética, los peinados y las ropas, hasta las atracciones de la feria, todo remite a otra época, y desde luego, personas de otras generaciones pueden ver los chistes y el humor en general, innecesario, ajeno. ¿Envejecen los chistes? ¿Se la puede acusar de haber envejecido, simplemente porque fue rodada hace veinte años, y está tan anclada en la cultura de su época? En fin, la historia me juego el cuello a que mas o menos, todos la conocemos: una madre divorciada se traslada a vivir a la casa de su anciano y excéntrico padre, acompañada de sus dos hijos, el más mayor, Michael (Jason Patric) y el adolescente Sam (Corey Haim again… este tío picoteó todos los géneros). La población donde van a vivir, Santa Carla (
Capital criminal del mundo) es un lugar aparentemente festivo y tranquilo, pero las desapariciones de personas se cuentan por docenas cada noche. Mientras los dos hermanitos salen a conocer la noche en la ciudad, Michael se enamora de una chica, Estrella (¿y quien no se enamoró de Jami Gertz?) que va acompañada por una siniestra banda de motoristas comandados por David (un Kiefer Sutherland ataviado de ochentero puro) que incluye al muchacho en el grupo. El otro hermanito se hace amigo de los dos hermanos que regentan una tienda de cómics (el otro Corey, Feldman, es uno de ellos) y los cuales claman a los cuatro vientos que los vampiros existen en Santa Carla, y que ellos son los caza vampiros de la zona.
Hay escenas de esta película que me son imborrables, sobre todo las protagonizadas por los motoristas vampiros, en aquella extraña cueva subterránea donde vivían. Sin duda es genial la escena en que Michael entra con ellos para comer algo,
y le hacen ver gusanos y lombrices en la comida, antes de darle a beber sangre para convertirle en uno de los suyos. El rito iniciático, que consistía en colgarse de las vías del tren mientras este pasaba, y tirarse luego al vacío, las putas locuras del abuelo, cuya sala de disección “
parece el decorado de La matanza de Texas” es la leche, los estúpidos diálogos entre los dos hermanos caza vampiros y el personaje de Haim, los primeros intentando convencer al segundo de que tiene que matar a su hermano antes de que se convierta, pero sin duda, una escena que me pareció terrorífica en su época, aquella en que los vampiros liquidan un campamento de juerguistas, la aparición de Kiefer Sutherland vampirizado por primera vez, con esos ojos, y la masacre que sigue mientras Michael lo contempla todo, la incursión en la cueva para matar vampiros, la escena de la prueba que le hacen al dueño del videoclub (mi profesión soñada, dueño de un videoclub en los ochenta) para ver si es uno de ellos, o ya directamente el final… un cúmulo de escenas que casi cualquiera de esa generación puede evocar sin problemas, y que independientemente del grado de ridiculez que hayan alcanzado hoy en día, nos pueden arrancar una sonrisa en cualquier momento.
Yo recuerdo que me impresionó bastante, pues fue la primera película que vi donde los vampiros no solo se movían por el mundo moderno, si no que además, eran “jóvenes” entre comillas, vamos, tenían costumbres de jóvenes (esas carreras de motos por la playa…). Curiosamente, la carátula del DVD dice “Duermen todo el día, se divierten toda la noche. No envejecen, nunca mueren. Es muy divertido ser un vampiro”, mientras que la carátula del VHS (editada aquí por Warner Home Video) no explicitaba tanto, si no que decía “Duermen todo el día, se divierten toda la noche. No envejecen, nunca mueren. Es muy divertido ser así”. Curioso, cuanto menos. En su momento debí verla mil veces, de hecho recuerdo que esta la copié del videoclub, con el ya añejo pero encantador sistema de juntar dos vídeos. De hecho recuerdo que grabé no una, si no dos películas en la misma cinta, Jóvenes ocultos y
Rambo II. También la veía cada vez que la echaban por televisión, para comentarla al día siguiente con los amigos, aunque todos la habíamos visto ya mil veces. Por cierto que siempre he querido tener la edición en vídeo, recuerdo en un videoclub donde tenía bastante confianza con sus dueños, que cuando lo iban a cerrar me prometieron regalármela, pero vendieron todas las películas a otro videoclub, olvidando su promesa, aunque no puedo quejarme, pues si me regalaron una carpeta llena de fotos promocionales de
La pesadilla final, muerte de Freddy y
un enorme carton a tamaño natural de “Flash” la película que salió a principios de los noventa. En fin, ya estoy desvariando…
Durante mucho tiempo se habló de una segunda parte, que podía tener vampiras en vez de vampiros por protagonistas, y se titularía “The Lost Girls”, pero lamentablemente jamás se materializó.
La otra película de la que hablaba, con mucho menos humor y más toques gore y macabros, además de gozar de una campaña de promoción mucho más pobre, es
Los viajeros de la noche, una de mis favoritas de vampiros de todos los tiempos, editada por CBS FOX. Fue una película que alcanzó su culto gracias precisamente a la edición en vídeo, y quizá la pasaran por televisión, no recuerdo. Trata sobre un muchacho granjero (el actor, un completo desconocido, lo es hoy bastante más
gracias a su papel de Nathan Petrelli en Héroes) que sale una noche a ligar, cayendo en las redes de una chica de aspecto frágil, pero que resulta ser una vampira, que le convierte en uno de los suyos. Secuestrado, es obligado a unirse a la “familia” vampírica a la que pertenece la chica, una trouppe de auténticos asesinos desquiciados liderados por Jesse, un antiguo perdedor de la guerra civil americana (el impagable Lance Henriksen) su novia Diamondback (Jennette Goldstein) ambos “padres” del grupo, de hecho a ella la llaman mamá en varias ocasiones; Severen (Bill Paxton) un loco y desquiciado psicópata que usa sus espuelas de vaquero para degollar a la gente, y Homer, un viejo verde y baboso, un auténtico pagafantas
metido eternamente en el cuerpo de un niño pequeño. La familia vive viajando de día en una caravana con las ventanas tapadas, y pasando las noches ventilándose con gran brutalidad a todo lo que respira, matando no solo para comer, sino también, simplemente, para pasárselo bien. El chaval tendrá una semana de plazo para aprender a alimentarse por si mismo (o sea, a asesinar) y cuando se niega a ello tiene lugar una de las escenas más recordadas de la película, aquella en la que la familia de los vampiros asalta un bar lleno de los típicos tíos duros, y enseñan al novato “como se hace”. Tiros a bocajarro, degollamientos, mutilaciones, palizas brutales, y el personaje de Bill Paxton se divierte dejándose estrangular, fingiendo que “le pueden”, una escena enfermiza que da verdadero mal rollo, y todo sucede mientras los cabronazos se hacen bromas entre ellos. Finalmente, el protagonista, viendo las orgías de destrucción que va a tener que cometer si no se “sale”, vuelve con su familia e intenta buscar una cura para su chica, y cargarse al resto de “viajeros de la noche”.
Sobre todo lo mejor de todo es la compenetración entre los tres actores protagonistas de “la familia”, Henriksen, Paxton y la Goldstein, que
acababan de salir de Aliens el regreso (de hecho se ve Aliens en la marquesina de un cine por el que pasa el protagonista) y llegan a un grado de confianza y amistad tal que hasta te hacen creer que llevan décadas viajando juntos realmente. Tampoco es despreciable la muchacha que convierte al protagonista, Jenny Wright, actriz que hizo alguna cosa más en el género, antes de desaparecer en combate y para siempre. El guión corre a cargo de Eric Red, el guionista de
Carretera al infierno, y se nota, la misma estructura de western, el hecho de que Paxton sea casi un vaquero, e incluso en el enfrentamiento final, el prota acudirá en busca de los vampiros montado en un caballo. La directora, Kathryn Bigelow, no tiene para mi demasiadas películas destacables, salvo algún mini-clásico de videoclub, como
Le llamaban Bodhi, o la presente, pero parece aquí muy capacitada para rodar escenas de acción, y hay en medio de la película un tiroteo sensacional entre los vampiros y la policía. Los primeros, atrincherados en el interior de un motel sin poder salir, pues es de día, reciben balazos a tutiplén, pero no son las balas lo que les hace daño, sino los rayos del sol que los agujeros de bala dejan entrar por las paredes.
Recuerdo que en los dos últimos años de colegio (esto fue antes de la ESO
) un compañero puso a nuestra disposición los viernes por la noche un chalet desocupado a las afueras del pueblo, que pertenecía a sus padres. Esos viernes lo que hacíamos era alquilar dos o tres películas para verlas juntos (normalmente las alquilaba yo, si es que ya entonces tenía una fama que…
) y ahí fue donde vi por primera vez
Los viajeros de la noche, entre otras. Luego traté de encontrarla durante años, pero no logré verla hasta hace unos cuantos años, de hecho la primera película que bajé del emule fue
Los viajeros de la noche.
Caspa: Los vampiros tuvieron su caspa en los ochenta, más o menos como todos. A mi me gusta empezar con
Vamp, una película con la terrorífica Grace Jones,
de la que Tarantino se empaparía bien para escribir su
Abierto hasta el amanecer. La película es más simple que una mata de habas: unos muchachos salen a visitar clubs nocturnos, para encontrar “carne fresca” y llevarla a una fiesta estudiantil, pero cometen el error de ir a parar al bar After Dark, un club que, como cualquier puede darse cuenta por su nombre, está infestado por vampiros, y la regente es Katrina (la reina de la noche, la llamaban) interpretada por supuesto por la señora Jones. La película supone un cruce entre
Jóvenes Ocultos y
Jo, que noche de Scorsese, con los adolescentes huyendo continuamente de los vampiros, ya que la Jones se ha enamorado de nuestro protagonista y lo quiere hacer suyo (en más de un sentido). Sin duda se trata de una situación escalofriante, y de hecho recuerdo algunas muertes bastante logradas y sorprendentemente sanguinarias para el tono general de cachondeo que inunda la cinta. Por cierto que la Jones cantaba uno de los temas de la canción, sino recuerdo mal. Aquí la editó esa bizarra casa distribuidora que fue José Frade Video, y creo que por estos lares todavía no se ha editado en DVD, una auténtica pena, pues la recuerdo muy cachonda, muy en la onda de los ochenta, mezclando la típica trama de adolescentes en busca de carne con vampiros sanguinarios y amores “más allá de la tumba”.
Tampoco merece despreciarse una película sudamericana titulada
Turno de noche, con un curioso planteamiento, pues el vampiro era taxista (en el turno de noche, claro) que para despistar, se llamaba Tepes. Era un vampiro benigno que
solo se alimenta de enfermos y drogadictos moribundos que van a parar a su taxi, y se enamoraba (la historia romántica en las películas de vampiros era casi ineludible) de una productora de videoclips con cáncer terminal. Lo curioso es que la señora, al conocer la naturaleza sobrenatural del taxista, no solo no se asusta, sino que le “busca”, sabiendo que si se convierte en vampira, podrá librarse de la muerte (y de un marido al que no soportaba). La película tenía una estética macarra absoluta e imposible de tomar en serio, yendo por la vena más “melancólica” y tristona del vampiro, y según he sabido, incluso tuvo su correspondiente secuela, que hasta se estrenó en nuestro país con el título de “El amante sangriento” (casi nada) pero no he podido verla, ni conozco a nadie que la haya visto.
De puntillas paso por la saga
Subspecies, que en España hemos conocido con la nomenclatura de “Subespecies”, una serie de producciones de la Full Moon, productora de los hermanos Band. La Full Moon en sus comienzos se llamaba Empire, y
fue esa la modesta productora que lanzó al mundo las tres primeras películas de Stuart Gordon:
Re-animator, Re-Sonator y
Dolls. El problema es que hasta al técnico más cutre, hasta al chico de los cafés, se le daba dinero para que hiciera películas, una línea poco inteligente, y las deudas obligaron a cerrar la Empire, aunque renació con el sello de Full Moon, que lleva ya décadas pariendo entregas de esta saga, y de la también curiosa saga
La venganza de los muñecos asesinos, entre otras producciones, como
Meridian, que ya comenté en el apartado de hombres lobo. Cualquiera que se enfrente a algo con el sello de la Full Moon puede saber, sin temor a equivocarse, lo que se va a encontrar: deficiencias técnicas abundantes y fallos de raccord sencillamente alucinantes, una pobreza visual total, unos actores bastante malos, aunque su fidelidad a la casa que les da de comer es encomiable, música lenta y ramplona,
guiones con más agujeros que un queso Gruyere, escenas de sexo recatadas, donde se ven más las sábanas que el sexo en si, y efectos especiales a veces inspirados, pero se hace patente lo pobrísimo de sus presupuestos. Una producción Full Moon puede presentar algún interés aislado, yo no digo que no, pero por lo general, son películas que en los ochenta iban destinados a vídeo, y en los noventa sobre todo, a la tele por cable americana (aunque que yo sepa, aquí siempre nos ha llegado todo en vídeo, y rara vez han pasado sus películas por la tele).
En cuanto a la saga, pues trata sobre el malvado vampiro Radú, típico conde transilvano con pintas de Nosferatu (aunque con melena) y que se pone a hacerles perrerías a las muchachas que se pasan por sus tierras y su castillo, matándolas a veces, o queriendo convertirlas en sus amantes inmortales, depende de la película. Lo curioso es que nuevamente, mis amados amigos traductores de títulos de películas para España,
han tenido grandes iniciativas con esta saga (y también con la saga de los muñecos asesinos, pero ya llegaremos). Así, la primera entrega se llamaba
Subspecies, y aquí lo “tradujeron” a
Subespecies, bueno, no pasa nada. La segunda, Bloodstone, Subspecies II, decidieron pasar ya directamente hasta el culo del tema, y la titularon aquí
Radú: Aullidos en la noche. Hay que tener cojones para hacer algo así. La tercera, Bloodlust, Subspecies 3, pasó a ser by the face
Las entrañas del mal. Sencillamente maravilloso, mi meta en la vida es conocer al traductor en cuestión. Luego ha habido más secuelas (por lo menos una más) pero ignoro si se ha llegado a estrenar en nuestro país, y si es así, con que (rocambolesco) título. Por favor, si alguien lo sabe, ruego encarecidamente que me lo diga.
Tampoco quiero olvidar
Besos de sangre, una absoluta tontería (caspa, pero CASPA) donde dos vampiros, uno de ellos Vlad Tepes, otra vez para despistar, llevan siglos peleando por una afrenta pasada. Cuando Vlad, que es digamos el “bueno” conoce a la reencarnación de su antiguo amor fallecido (y llevamos…) pues lo típico, decide conquistarla, pasarla por las sábanas, y ya al final, si la chica lo merece, convertirla. Lo mejor es que se trata de todo un dramón, casi parece una versión de cualquier culebrón, con unas peleas de, ejem, “coreografía” sonrojante, y encima el final es muy azucarado, nuestro héroe
decide que la chica merece vivir su vida y rehúsa convertirla en otra chupa sangres (aunque tirársela, se la tira).
También quiero mencionar otra comedia vampírica en la onda de
Vamp (dos en realidad)
Mordiscos peligrosos, con un joven Jim Carrey, cuya novia no quiere acostarse con él. Eso lo convierte en el candidato perfecto para ser otra víctima de la Condesa, una vampiresa transilvana que cada no me acuerdo cuantos años, tenía que beberse la sangre de un joven virgen, o todos los siglos que ha engañado a la muerte se le echarían encima, y se convertiría en una momia. Como los pastorcillos de Transilvania ya no tienen la inocencia de antaño, la buena señora
decide trasladarse a los Estados Unidos con su tropa (otros chicos vírgenes a los que mordió en otras épocas, y que ponen el contrapunto cómico) esperando encontrar allí algo más de sangre pura, y en efecto la encuentra, en el bueno de Carrey. Al final, unas cuantas persecuciones delirantes por la mansión de la condesa, y por supuesto, el muchacho consigue perder la virginidad (en menos de dos minutos y metido en un ataúd, ni David Copperfield llegó a tanto). La vi una noche de verano en televisión y aunque no la he vuelto a ver, me acuerdo perfectamente de ella, joder que risas me metí.
Por otra parte, también en verano vi la mítica
Un vampiro adolescente, cuyo protagonista es un imberbe Robert Sean Leonard (el doctor Wilson de la serie House). Se trata de un muchacho algo tímido que tiene sueños eróticos con una saxofonista, y cuyo amigo, el típico secundario gracioso, le está dando la lata siempre con que tiene que acostarse con una chica cuanto antes. Finalmente, el muchacho, que trabaja en un supermercado después de clase, lleva un pedido a una casa recientemente ocupada por una misteriosa mujer, que le cita durante la noche. Obviamente es una vampira, que le muerde, contagiándole su mal. Justo en ese momento entran en la casa un caza vampiros paranoico (interpretado por David Warner) y su ayudante subnormal, que matan a la vampiresa y queman la casa. El chico va poniéndose cada vez peor mientras se convierte, hasta que se le aparece un tipo que dice ser su
vampiro tutor, que le guiará por la buena senda del vampirismo. El muchacho va aprendiendo a usar sus poderes y trata de usarlos para ligarse a la chica que le gusta (al tiempo que sus preocupados padres empiezan a pensar que es gay). Una absoluta y delirante comedia que acaba en un cementerio con prácticamente todos los personajes reunidos, incluso la vampiresa que convierte a Jeremy, el protagonista. Al verla, el personaje de Warner se alarma y le dice lo típico, que como es posible que esté viva después de clavarle una estaca y quemarla, a lo que la buena moza, en pose sensual, le contesta “Soy una vampiresa”.
Solo en los ochenta.
Ya para terminar, que esto se vuelve a alargar, quiero mencionar dos películas donde la maldición vampírica está solo en la mente de sus protagonistas. La primera, pese a ser de los setenta, la vi en el mítico programa Noche de lobos, Martin, de George Romero. Pero eso si, lo de Martin olvidadlo, nuestros amados traductores españoles decidieron que se alquilaría mejor con el título de
El regreso de los vampiros vivientes. Alucinante. Si no la habéis visto, se trata de una muestra de cine fantástico realmente valiosa, una joyita oscura en la carrera de Romero. Martin es un muchacho que proviene de una familia fuertemente religiosa con raíces en Europa. Toda la familia cree estar maldita, y que Martin es un vampiro,
el noveno nosferatu de la familia. El muchacho se va a vivir con el fanático religioso de su prima a Pittsburg (matando a una chica en el viaje en tren, para beber su sangre). Una vez en el pueblecito rural y de mentalidad medieval, vamos conociendo a un personaje absolutamente fascinante, que queda bastante claro que no es más que un perturbado, aunque él dice tener 84 años. Asistimos a sus tristes andanzas, las de un muchacho perturbado por la familia, por la religión y por su propia mentalidad enfermiza, que comete asesinatos porque
realmente cree que necesita esa sangre para vivir, pero que es consciente de no ser un ente sobrenatural (
No hay magia, solo es una enfermedad, repite varias veces). Rodada casi sin dinero, pero con un guión genial, y una fuerza increíble en sus imágenes (esas correrías nocturnas…).
También es curiosa
Besos de vampiro, una película con Nicholas Cage, de finales de los ochenta, donde un yuppie aburrido es mordido por una vampiresa (Jennifer Beals) que poco a poco, vemos que solo está en su imaginación. El tipo va cayendo poco a poco en la locura él solito y sin ayuda, durmiendo debajo de la cama, llevando gafas de sol, escupiendo cada vez que ve una cruz, y finalmente,
asesinando jovencitas en discotecas para beber su sangre. Cage cae en un nivel de patetismo absoluto en su personaje, en escenas como la de la tienda de disfraces, donde no tiene pasta para comprarse los colmillos súper realistas y se tiene que comprar los típicos colmillos de plástico, más falsos que un duro de madera, o cómo va perdiendo los estribos con su pobre secretaria, a la que trata como a la mierda (y que a la larga, será su perdición). Se trata de una película melancólica sobre la locura, debida sobre todo a el aislamiento urbano, donde estrictamente no sucede nada. Si os apetece deprimiros una tarde, os la recomiendo
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