yo, desde la barrera, me anonado. Me supera. Me cago patas abajo. Lo que antes solo conseguía un guiso de corzo en mal estado ahora lo consigue cualquier noticia de este pelaje. Cómo se lanzan al ganado eslóganes perroflautas de lucha de clases, con soflamas diseñadas para memos, y se tragan, es algo que me solivianta. No puede ser que la gente sea un ejército de tragaldabas descerebrados al son de un cencerro. Es para llorar. La gente intentando desesperadamente ser aceptado , y adoptado, en cualquier grupo de cualquier signo, ansiando que les acaricien el lomo como los perros lo esperan de sus amos. Maldita soledad interior que aliena incluso a los que están acompañados.
Tan cerca de la felicidad y cada vez son mayores los esfuerzos por alejarse de ella. La gente tiene miedo a ser feliz porque nunca lo ha sido. Somos la primera generación que está cerca de conseguirlo pero nos aterra y preferimos destruir la posibilidad y creer que nunca fue posible. Frustración e ira. Esperamos la destrucción para poder llorar, para echar la culpa a alguien, para exigir compensación por los daños. Quieren indemnización por vivir. Quizás ha sido el exceso de bienestar, de bienes materiales, de tener al alcance de la mano todo lo que hemos querido y solo entonces la gente se ha dado cuenta que hay quien tiene más y se ha cabreado. Tener todo no les vale. Sin saberlo, solo les vale perderlo todo. Fin