Aznar, sin complejos
El expresidente Aznar, hoy en el Congreso. La derecha sin complejos, efectivamente. Pero no lo que la izquierda quiere que se entienda con ello, es decir, la reacción y la caspa sin maquillajes; simplemente una derecha que no se acompleja cuando la izquierda pretende someterla a su habitual tratamiento de superioridad moral. El momento con el líder de la podemia fue, en este sentido, una interesante lección. Se presentó Pablo Iglesias con su aire habitual de fiscal soviético, disimulando la falsedad fáctica de la mayoría de sus preguntas con una dicción seria y reposada, más reposada aún desde la toma de hipoteca. Aznar replicó con facilidad, no en vano las afirmaciones implícitas de Iglesias parten de una fake news -aunque la más exitosa de la democracia española-, esto es, que el Partido Popular ha sido condenado por corrupción. Pero el momento crucial no tuvo que ver con los hechos, sino con las percepciones. Fue cuando le dijo: «Señor Iglesias, su populismo no me impresiona» y empezó a abochornarle con la exhibición de sus vínculos con partidos hermanos, venezolanos o iraníes. A Iglesias no le quedó más remedio que correr a refugiarse en la patria, diciendo que le avergüenza patrióticamente tener un expresidente así. La utilización de la conciencia patriótica por parte de Iglesias, en la que se detecta una clara influencia sudamericana, es pintoresca: siempre se dirige contra los derechos de los españoles y jamás contra los deberes de los enemigos de los españoles. Iglesias es un patriota por la autodeterminación.
En estas circunstancias parlamentarias Iglesias se beneficia de actuar después de que lo haga el gamberrete Rufián. Las mentiras son las mismas, pero a Iglesias no le cuesta demasiado aparecer en escena como el ponderado jefe de la banda. Aznar se equivocó con Rufián. A Rufián hay que contestarle en sede parlamentaria diciéndole: «La polla, mariconazo, cómo prefieres comérmela: de un golpe o por tiempos?», mientras uno va sonriéndose delicadamente en su cara. Pero si se opta por la no significación entonces hay que negarse a responder al gamberrete hasta que aprenda a no comerse los mocos en público. Porque de no optar por una de las dos soluciones, la prensa socialdemócrata titulará como si fuera verdad y en delirante equiparación de sujetos: «Tensión entre Rufián y Aznar».