Pues yo ya he empezado mal. Nada más despertarme me han picado los huevos y me he rascado. Acto seguido me he sentado en el excusado con legañas en los ojos y me ha entrado una rampa criminal en el pie, un dolor agudo seguramente provocado por el ácido úrico ingerido con los crustáceos de estas navidades. Sin solución de continuidad me he subido a la báscula nueva, una que además de darte el peso te informa de tu grasa corporal y la hidratación del cuerpo, además de insultarte si es menester. Hete aquí que el dolor causado por ver que mi esfuerzo por perder peso de las ultimas semanas se ha ido al garete, ha sido superior en mucho al de la gota. Estando yo de bajón, me torno a sentar en la taza para reflexionar sobre el nuevo año y entra mi mujer, acompañada de su habitual malcarado carácter matutino sin desayunar, y me abronca por estar tanto rato sentado sin hacer nada. Claro, supongo que esperaba que, picándome los huevos, con rampas en el pie, abatido por el peso, me pusiera a recoger el parking. Me huele que el 2018 empieza oliendo a podrido.