No es la “obra maestra” que se anuncia (nada lo es nunca, o casi nunca)… tampoco le hace falta serlo para dejar en bragas al Hollywood de estos años desde la de Edwards; tampoco era difícil.
Es una película que homenajea, dialoga con, e incluso clausura de algún modo la mitología creada por aquel lejano primer film de 1954 en lo que bien puede ser un festín para los amantes del saurio radioactivo. Drama sobre la posguerra en Japón, aventuras marinas pulp, mas el típico film de Godzilla, con destrucción de ciudades, planes demenciales para parar a la bestia a cargo de un equipo de expertos cualificados, todo ello en equilibrio y sustentado por primera vez, al menos que yo sepa, por un protagonista no colectivo sino único, aunque no deja de ser un representante del sentir del pueblo japonés; un veterano de la II guerra mundial que no llegó a inmolarse como piloto kamikaze, arrastrando su frustración consigo.
Película humanista sobre la supervivencia, la redención y las segundas oportunidades, el unir fuerzas para sobreponerse al horror, crear algo nuevo donde sólo había ruinas y mirar hacia el porvenir, afrontando las terribles consecuencias del conflicto, el fantasma de una guerra que aún no ha finalizado, así como el sentimiento de culpa y humillación que no desaparece... en lo que además es una denuncia de ese sacrificio por honor que no era sino un gesto inútil, reformulando este concepto que asomaba ya en la peli original, la cual acababa como acababa.
Vemos, por lo tanto, las secuelas para la salud mental y espiritual en quien se siente responsable de haber vivido cuando tenía que morir, a quien se le mezclan los vivos y los muertos, lo real y el sueño. Godzilla es la potente metáfora que siempre ha sido, la encarnación del trauma, y por instantes, incluso un elemento de fondo; la ruina física y moral de un país hundido, reponiéndose y en busca de su propio camino, dueño de sus asuntos y al margen de la injerencia americana y soviética. Se exalta no tanto al estado, indigno de confianza, sino esa nación conformada por la gente; una colectividad difusa en la que el ingenio, la coordinación, el arrojo, son las armas con que hacer frente a la pura destrucción, la fuerza bruta que es Godzilla, ese mal que se regenera... y que acaba por regresar una y otra vez por mucho que sea destruido.
Muy clásico el diseño del bicho, aportando la novedad de las placas en su espina dorsal desplegándose, los peces que huyen de él, el soplo atómico con paralelismo directo y referencia explícita a la bomba nuclear. La alusión a la secuencia del tren de la original, la irrupción (cómo no) del mítico tema musical de Ifukube, constituyen una muestra de fan service bastante bien integrado. Aparte de todo lo dicho es un blockbuster bien tirado, que ya es bastante; primera secuencia de terror puro, pero es que las posteriores (la persecución del barquito, los periodistas en la azotea...) son de testículos en garganta por momentos.
La escuela interpretativa es histriónica y nipona, con mucho melodramatismo, reacciones sobreactuadas y una galería de secundarios que tienden a la caricatura (el profesor chiflado, el brutote, el chaval que quiere ayudar y no le dejan…), lo peor, la tendencia exagerada a la verbalización, con el prota hablando él solo y los personajes repitiéndose varias veces (que sí joder, que ya sabemos que tuvisteis una guerra…).