El Especial Navideño de Guardianes de la Galaxia que se ha sacado de manga este señor es, como mínimo, una completa chorrada, pero además es la mejor película Marvel perteneciente a esta olvidable y resacosa cuarta fase, capaz de darle aún un par de vueltas a las ordinarieces precedentes.
Es pura excusa para reunir amiguetes, para que el Gunn de rienda suelta a su humor absurdo, digno a ratos de un niño de ocho años, y sobre todo a su sentimentalismo cursi y asumido como tal. Demuestra conocer bien los mecanismos de este infame género, entre la comedia de buenos sentimientos típica de estas fechas y un programa rancio de la televisión de hace décadas, vieja gloria incluida. Nadie se preocupa por disimular las cuatro pesetas con que se ha rodado esto, entre medias de las películas, con drones muy cutres y con los actores caracterizados moviéndose y haciendo el indio entiendo que entre la gente normal de la calle a lo Baron Cohen.
Artista invitado interpretándose a sí mismo, en torno a quien se concentra la peripecia, instantes entrañablemente casposos, actuaciones musicales, y una secuencia maravillosa de asalto doméstico con un Kevin Bacon en su puta casa tan feliz, que de repente recibe la visita de unos Mantis y Draxx con la firme intención de convertirle en un regalo muy especial y de liarla muy parda. Contiene incluso revelaciones culebronescas internas de la trama de los Guardianes, pero esto es ya para quien le interese; dentro de poco hasta los pedos de Kevin Feige van a estar vinculados argumentalmente con el Universo Cinemático y tendrás que olerlos para enterarte bien.