En primer lugar, es un proceso que ha terminado de poner las cosas al revés. Estamos, de alguna manera, en un 56 inverso. El año 1956 es fundamental para la Historia de España por muchas cosas, pero entre ellas descolla la decisión del Partido Comunista de España de hacer público un manifiesto en el que viene a decir que abandona el objetivo de echar a Franco de España y que, a partir de entonces, entiende que en la guerra civil hubo cosas que se hicieron mal, y decide propugnar la superación de esa situación desde la reconciliación. En términos muy bastos, el manifiesto del 56 es una llamada de atención de los jóvenes a los viejos.
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En los viñedos de la historiografía española, una historiografía que demuestra a las claras que si malo es que la Historia la escriban los ganadores no mucho mejor es que la escriban los perdedores, hay un problema. Un problema que se resume con una sola pregunta: si el golpe de Estado del 18 de julio del 36 fue un fracaso, en algunos casos incluso una chapuza, ¿cómo es posible que triunfase? Pregunta que tiene otra íntimamente ligada, que es: ¿cómo es posible que Franco durase cuarenta años? Muchas de las cosas que se están haciendo en el año 2018 tienen como objetivo orillar esta pregunta; una pregunta que, por cierto, muchos de los viejos socialistas, republicanos, anarquistas y comunistas de la guerra no regatearon, y para la que tenían respuesta.